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Contradicción y archivo negro en Puerto Rico:
el caso de Seva, de Luis López Nieves

Berenice Villagómez Castillo
Universidad de Toronto, Canadá


La búsqueda de una identidad nacional en Puerto Rico exhibe elementos particulares propiciados por su historia. La isla no sólo sufrió la conquista del imperio español, sino que hacia el final del siglo XIX –cuando la mayoría de los territorios latinoamericanos ya gozaban de una vida independiente de la Corona y sentaban las bases para nuevas naciones– los Estados Unidos invadieron sus costas, para iniciar un segundo proceso de colonización. Las discusiones nacionales se enfocan a menudo entre la necesidad de lograr un estado soberano mediante la independencia total de los norteamericanos o las ventajas de unirse a ellos como parte de la Unión Americana. El vaivén entre gobiernos anexionistas y estadolibristas en Puerto Rico señala que la sociedad de la isla se debate entre varias propuestas políticas, y no hay un mandato ciudadano claro del rumbo que el país debe tomar. Este dilema, por supuesto, no es ajeno a la literatura puertorriqueña. En este ensayo me propongo examinar los múltiples conflictos que la cultura nacional enfrenta según son presentados en Seva: historia de la primera invasión norteamericana de la isla de Puerto Rico ocurrida en mayo de 1898, de Luis López Nieves. Me interesa primero analizar las características que este relato comparte con aquellos del género negro; más adelante, estableceré paralelismos con lo que Roberto González Echeverría llama “archival fictions” para señalar cuál es el nuevo mito puertorriqueño que este relato propone. En última instancia, mi exégesis de Seva procura demostrar cómo las formas literarias que López Nieves elige para su relato resultan idóneas para expresar las disyuntivas de la nacionalidad puertorriqueña.

Seva cuenta sin duda con un lugar privilegiado en la historia de la literatura de su país, y varios críticos han reconocido esta distinción al explorar algunas de las razones de su éxito. Por un lado, ya existen ensayos que destacan la contribución de Seva como la epopeya literaria de Puerto Rico y otros que se detienen a establecer con detalle los huecos que el texto de López Nieves llenó para la historiografía de la isla1. Además, se ha vinculado este texto con debates sobre la generación de los años 30, con las novelas fundacionales como las entiende Doris Sommer e incluso con relación al plebiscito puertorriqueño de 1994. Sin embargo, entre mis lecturas no encontré quien analizara la relación existente entre este relato y el género negro2.

 

I. EL GÉNERO NEGRO

Una vez delimitado el campo de acción de este ensayo, deseo comenzar por apuntar aquellos rasgos de la narración que tienen su origen en el género negro. Bajo este nombre incorporo varias clasificaciones de novelas, entre ellas la novela policial, de detectives, de espías, el thriller y el relato de misterio. Esta decisión abarcadora para los efectos de este trabajo se debe a que los criterios de los especialistas en el género para definir los particulares de estas novelas son confusos, y tan es así que no se ha convenido en un nombre para designar a este tipo de narrativas. Sin embargo, coincido con Leonardo Padura Fuentes en uno de los requisitos básicos del género:

Para ser policial sí es imprescindible la existencia de algún delito o la intención al menos de cometerlo –preferiblemente, al principio de la historia–, y un conflicto que de ese hecho se desprenda. Después puede venir el suspenso, la investigación de los actos violentos –o no venir ninguno de ellos–, pero la trama debe armarse alrededor o a partir de aquel acto criminal que impulsa las acciones dramáticas. Sin ese requisito no existe la novela policial (12-13).

A lo largo de la narración, descubrimos dos delitos. Uno, en las primeras líneas de la historia, consiste en la desaparición de un profesor de historia de la Universidad Interamericana de Puerto Rico –el doctor Víctor Cabañas. Más adelante, podemos ligar este crimen a su descubrimiento de una violencia mucho mayor: la masacre de todo un pueblo en 1898. Pero existen más rasgos que permiten considerar Seva como un relato de este tipo.

El personaje del Dr. Víctor Cabañas comparte varias características con algunos héroes de las novelas del género negro, sobre todo con aquellos que pertenecen a la tradición inductiva clásica3. Por ejemplo, el hecho de que Cabañas sea un profesor universitario lo vuelve indirectamente una personificación de la razón –ya que los centros académicos son los núcleos generadores del conocimiento contemporáneo. Este rasgo particular del investigador fue señalado por Edgar Allan Poe en su texto The Murders in the Rue Morgue, según recuerda Hoppenstand: “The detective is a character emblematic of pure reason; he is the most intelligent person in the story who possesses an extraordinary ability to locate clues (or facts) that eventually disclose truth” (110). Además de encarnar a la razón, Cabañas reconoce –gracias a su genial intuición– la pista que iniciará su aventura por la historia de Puerto Rico, en una colección de literatura oral. Cabe anotar como paréntesis que esta referencia bibliográfica remite a ciertas alusiones a un conocimiento antiguo tan abundantes en la narrativa de Jorge Luis Borges. Pero a diferencia del uso frecuente de títulos inexistentes del escritor argentino, el libro del Dr. Marcelino Canino que despierta la curiosidad de Cabañas sí cuenta con una ficha bibliográfica exacta y es un libro de consulta sobre el cantar folklórico de Puerto Rico.

Marty Roth describe la importancia de las pistas en el proceso de investigación de un misterio, en estas palabras:

The concept of the clue can be initially understood as the apparently accidental fact – the object that seems to have no reason being where and what it is. The absence of relationships in itself indicates how significant those missing connections are, and, when they are found, they will constitute a new story. The task of the detective is so to interpret and integrate the clue that, far from being accidental and peripheral, it will become the central fact of a new history (187-188).

La tarea detectivesca de Cabañas comienza con un mínimo error, una palabra: “los americanos llegaron en mayo” (López Nieves 19), que contradice lo que la historia oficial ha señalado sobre la invasión norteamericana a la isla en julio de 1898. Sin embargo, el protagonista no tiene la absoluta certeza de lo que busca –“Buscaba a ciegas” (19)– ni de que su sospecha esté fundada en algo más que una corazonada: “tal vez sea producto de una extraordinaria estupidez o de una intuición genial. No sé” (21). Sus averiguaciones lo llevan a Washington, D.C. y encuentra el diario del general Miles, encargado de la maniobra militar. Este hallazgo emociona francamente a Cabañas, que lo califica como: “mi gran obra. El descubrimiento más importante de mi vida, la confirmación de mis sospechas” (24). No obstante, el profesor no se contenta con dar a conocer esas páginas, que constituirían el equivalente a una declaración firmada del ejecutor de un crimen. Un afán de rigor científico, heredado quizás de su entrenamiento como historiador, para que su investigación aporte pruebas contundentes sobre la autenticidad de la masacre, extiende sus viajes por España y Puerto Rico. En estos meses, el profesor se presenta a sí mismo como un tipo astuto, capaz de burlar la vigilancia tanto de bibliotecas privadas como públicas, en Estados Unidos y España por igual cuando afirma, por ejemplo: “Como en casa de Peggy Ann, me bastó echar el mapa en el maletín y salir de la biblioteca” (42). Además, es hábil para engañar a personas que quizás lo acerquen a sus objetivos, como es el caso de Peggy Ann Miles –a quien sedujo con la falsa esperanza de gloria para sus antepasados. No obstante, el protagonista también expone un lado más vulnerable de su personalidad4 cada vez que contempla la posibilidad de fracasar en su intento: “No he encontrado cosa alguna” (21); “¿Soy un imbécil?” (42). Simultáneamente, relata los sacrificios laborales, económicos, amorosos y familiares que hizo para demostrar sus hallazgos:

[…] me siento solo y a veces pienso que voy a desanimarme. Estos últimos once meses no han sido fáciles. Vivo metido en bibliotecas, duermo en incómodas pensiones de estudiantes y tengo la misma ropa. No puedo comprarme nada, no he ido al cine, no he estado con una mujer. Tarde en la noche leo libros viejos que tomo prestados en las bibliotecas. El dinero no me da para comprar el periódico (López Nieves 41).

En esos momentos de desesperación, sin embargo, aparecen personajes que facilitan de una u otra manera la continuación de sus pesquisas. Coincidentemente, esos personajes son mujeres: Peggy Ann Miles, la madre del protagonista, y doña Luca. Cabañas las presenta de la siguiente forma:

Peggy Ann Miles es una viejita encantadora que vive en una casita como de postales. Es solterona y algo sorda, pero su aliento es dulce. Me recibió con galletas, té y palabras muy corteses. (23)

Mamá, quien siempre me apoya y nunca ha intentado imponerme su voluntad […] amenaza con dejar de enviarme dinero (aunque sé que sería incapaz de hacerlo). (41)

[…] doña Luca, una viejita muy dulce que vive con su hija en uno de los sectores más inaccesibles del Barrio El Duque (48).

El papel positivo e importante que estos tres caracteres juegan en la investigación del profesor contrasta con los tropiezos que otros detectives tienen con mujeres, según afirma Roth: “In the course of his investigation, the detective, particularly the hard–boiled detective, will encounter a series of women who are screen images of the criminal. Each one becomes the antagonist of a particular phase of his quest. The criminal will often turn out to be one of these women, ideally the first one he meets” (120). Las tres mujeres que Cabañas encuentra en su camino no sólo son generosas (con sus archivos familiares, su dinero o su café) y dulces, sino que contrastan con otros personajes femeninos del género negro por su incapacidad de cualquier crimen e incluso de cualquier descortesía. Más que antagonistas de la figura principal del cuento, estas mujeres son indispensables para completar cada fase de su investigación: Peggy Ann en Washington, la madre en España, doña Luca en Puerto Rico. Por otro lado, también es notable que son mujeres asexuadas –porque el interés del protagonista en ellas reside en otro aspecto material, ya mencionado líneas arriba– y en este atributo sí coinciden con aquellas colegas que habitan este género narrativo. Roth afirma al respecto: “Women who signify sexuality have no place in mystery and detective fiction” (113). La única mujer que pudiera alcanzar un significado sexual, Beatriz, decide romper el compromiso matrimonial después de esperar más de un año a que Cabañas regrese –y la breve referencia del novio abandonado al asunto indica que la prioridad del profesor es exponer un crimen, no llegar al altar.

El amigo de nuestro protagonista juega un papel muy importante en el texto5. Al igual que Cabañas, este personaje comparte algunos rasgos propios del género negro –aunque a López sea posible relacionarlo con dos tipos. Por un lado, a primera vista parece un personaje muy pasivo porque sólo participa al inicio del texto para presentar la historia de su amigo y en las últimas líneas para plantear dudas. A pesar de que López es el destinatario de las cartas del profesor, su voz no interactúa directamente con la de Cabañas en el transcurso de la narración. Además, la brevedad de sus dos intervenciones le otorga una cualidad inactiva que lo vuelve descendiente de los detectives subalternos. José Antonio Portuondo explica el rol de los ayudantes de investigador, usando como ejemplo un personaje célebre:

Watson no es otra cosa que encarnación, humanización de la cuartilla en que va registrándose, en sus diversas etapas, el desarrollo de un problema lógico. De aquí la necesidad estricta de su condición pasiva, para no contribuir a aumentar los hechos disturbantes (55).

En este orden de ideas, este personaje da la impresión inicial de ser un pretexto para la exposición de las diversas fases del problema que Cabañas enfrenta. No obstante sus actuaciones parcas, el contenido de sus comentarios lo relacionan con los detectives de la segunda corriente del género negro, la realista. Según Portuondo, en este tipo de texto “el crimen no es un problema lógico ni el investigador un genio del análisis, sino que uno y otro están sólo para mostrarnos descarnadamente una sociedad en crisis, para revelar las miserias de la decadencia capitalista” (57).

Los problemas de la sociedad puertorriqueña en que los personajes habitan, más que denunciarse abiertamente, se sugieren a través del suspenso que recorre la narración. Por ejemplo, muy temprano en sus inquisiciones, Cabañas presiente un complot: “ya intuyo que algo anda terriblemente mal. En términos generales, creo que sé cuidarme y nada me ocurrirá. Pero de no ser así estarás tú para saber qué hacer y cómo ayudarme” (López Nieves 18). Así que después de esperar noticias de su amigo, López decide que la mejor manera de ayudarle no es continuar con las pesquisas de la masacre, sino publicar los documentos en su poder para establecer el perfil de Cabañas así como los motivos que alguien tendría para hacerlo desaparecer. La teoría de un complot tiene eco en el segundo detective, ya que asegura la necesidad de “tomar varias precauciones que garanticen mi seguridad personal” (15). Sin embargo, una “querida amistad” y un “difuso sentido del deber” son más poderosos que los peligros sospechados, así que este personaje se convierte indirectamente en un autor al organizar los documentos inicialmente encontrados por Cabañas: “(He ordenado los documentos de manera que presenten un cuadro narrativo coherente. Las cartas-diario de Víctor, las cuales me llegaban por correo esporádicamente, sirven de hilo unificador.)” (17). La inclusión entre paréntesis de esta nota en la carta inicial de López pretende minimizar su intervención en el relato, pero estas líneas son cruciales porque muestran la integración de dichos documentos en una práctica discursiva determinada por el punto de vista de quien lo interpreta.

En otras palabras: si Cabañas emprendió la investigación de un crimen histórico, López intenta esclarecer la desaparición de su amigo y para ello eligió relatar su historia a partir de los documentos que aquel le envió. La lectura de ese archivo está mediada por el suspenso, rasgo indiscutiblemente ligado al género negro. La pertinencia de esta clase de narrativa para denunciar un crimen proviene de algunos aspectos que Thomas Narcejac describe:

El suspense es la novela de la víctima. La víctima es el personaje oscuramente amenazado; siente que se está enredando en una especie de trampa (y el lector también). Y la trampa se irá cerrando lentamente, poco a poco le aplastará. Tratará por todos los medios de buscar una solución. […] En vano (240).

Luego que Cabañas no puede dar testimonio de su visita a la base naval, López asume la tarea de presentar la historia adoptando en la medida de sus posibilidades el punto de vista de la víctima de un crimen. No obstante, no puede darse el lujo de presentarse a los agentes de policía con este caso por dos razones relacionadas de manera íntima: la primera, por una fuerte sospecha de que las autoridades están involucradas en la desaparición de su amigo; por otro lado, es una convención del género negro representar a las fuerzas policiales como ineptas y corruptas, característica por demás básica en esta historia.

En páginas anteriores, al iniciar el análisis de López como detective realista, mencioné con Portuondo que parte de la razón de ser de estos personajes estriba el mostrar una sociedad en crisis. La dramática pregunta final de López respecto al paradero de Cabañas es un índice que apunta implacable al envilecimiento de las autoridades, que no siempre responden a los intereses locales:

¡Hoy, al leer estas páginas, el pueblo de Puerto Rico se ha enterado, al fin, de los sucesos que culminaron en la MASACRE DE SEVA! Ahora le corresponde al gobierno explicar: ¿Dónde está el doctor Víctor Cabañas? (López Nieves 55).

Considerando, pues, que el segundo detective del texto se acerca más a la tradición realista del género negro es necesario integrar algunos de los elementos extraliterarios a los que se alude en la narrativa para mejor contextualizar la denuncia a la que aspira. Por ejemplo, la decisión de López de presentar el caso de Cabañas a la prensa responde a su obligación moral de traer a la mesa de discusión pública la corrupción gubernamental. En su carta al director del periódico Claridad, López reconoce el esfuerzo que implica asimilar un descubrimiento histórico tan importante. Sin embargo, recupera el enfoque en la víctima al sugerir un complot: “Víctor […] ha pagado un precio muy alto para probar que cuando los norteamericanos entraron a Puerto Rico […] no lo hicieron de la forma en que oficialmente suele describirse” (López Nieves 16). En el fondo, un punto importante de la carta es la afirmación de que la historia oficial miente, y aquel que lo revela sufre terribles consecuencias. Estas circunstancias no son nuevas ni para el Sr. Coss ni para los lectores de su periódico, que tienen frescos en la memoria los sucesos del cerro Maravilla6 –precisamente dados a conocer al público en fechas cercanas a la escritura de la carta inicial, en octubre de 1983. Esta denuncia de intereses obscuros y ejecutores sin rostro inscribe la historia de Cabañas en un aura de complot internacional donde las ambiciones de los Estados Unidos y Puerto Rico son confusas. De esta manera, López integra elementos de la novela de espías para reforzar la creación del suspenso en su texto. Sin embargo, estos rasgos no han sido añadidos por capricho de López sino que la misma narración de Cabañas recurre al contexto de la Guerra Fría como escenario de la historia: en la última carta que el profesor universitario envía a su amigo para anunciarle su visita a la base naval de Roosevelt Roads, es posible observar cómo el conflicto de intereses multinacionales va cerrando la trampa sobre el protagonista:

[…] las denuncias de periodistas locales, norteamericanos e internacionales, y las protestas de algunos gobiernos latinoamericanos, al efecto de que en dicha base existe un arsenal nuclear secreto, en violación de no sé cuál tratado que prohíbe las armas nucleares en América Latina. Esto me preocupa porque: […] Corro el riesgo de que me acusen de espía, lo cual conlleva pena de muerte (López Nieves 52, 54).

 

II. EL ARCHIVO

La novela, sin embargo, no se alimenta únicamente de la tradición del género negro. Coexisten con este tipo de relato varias modalidades discursivas, como las cartas, los diarios, las declaraciones notariadas y las proclamas militares. La inclusión de estos documentos enriquece el texto porque aquellos traen consigo la veracidad que históricamente se les ha conferido. En palabras de Roberto González Echeverría, “the novel, having no fixed form of its own, often assumes that of a given kind of document endowed with truth-bearing power by society at specific moments in time” (8). Cada una de las pruebas que Cabañas envía a su amigo contribuye a la estructura de la narración, al mismo tiempo que apela a una clase específica de documento que goza de esta característica: por un lado, los diarios se consideran el fruto de la reflexión personal y sincera del autor; por otro lado, el afidávit se basa en la confianza pública depositada en el notario que certifica aquello que es verdadero. Aunque sólo se hace mención de las fotografías de don Ignacio Martínez y la grabación de su testimonio, la evidencia visual y auditiva remite a pruebas más empíricas. De esta manera, se invoca a la credibilidad nacida del testimonio sensorial y de prácticas discursivas sancionadas socialmente.

Una vez recopilado todo, es posible encontrar que la estructura del relato se concentra en “este sobre donde encontrará amplia documentación” (López Nieves 15), es decir, un archivo organizado minuciosamente por el autor del texto. La adopción de esta forma es interesante a la luz de lo que González Echeverría ha calificado como “archival fictions”, ya que él afirma que esta clase de narrativa imita un tipo específico de documento para mostrar las convenciones a las que se somete –estrategias semejantes a aquellas de la literatura. De esta manera, las narrativas de América Latina han reproducido la estructura de documentos legales, así como de reportajes de las ciencias naturales y sociales porque, en palabras del autor, “novels are never content with fiction; they must pretend to deal with the truth, a truth that lies behind the discourse that gives them form” (González 18).

“The Archive is a modern myth based on an old form, a form of the beginning” (18), afirma González. El archivo presentado en Seva cuestiona las circunstancias que dieron origen a la segunda colonización de Puerto Rico por los Estados Unidos: ante la descripción oficial de una ocupación pacífica, responder con el relato de una resistencia valerosa. Frente a la declaración de nobles intereses norteamericanos en la isla, exponer un complot internacional. Ambas propuestas oficiales toman forma en la proclama del general Nelson A. Miles, incluida como parte del archivo. Podría objetarse que ese legajo no es un documento real, pero no importa si es un escrito verdadero o inventado porque la combatividad de la novela se dirige precisamente contra el sustento ideológico que otorgaría credibilidad al manuscrito de Miles. En otras palabras, la forma de la proclama militar es revisada tanto por la posibilidad de que el documento incluido sea falso –ya que expone una retórica específica– como por la exhortación final de López para establecer nuevos mitos, semejante a una llamada a las armas.

Pero, ¿cómo es que un archivo puede reestablecer mitos? González Echeverría explica:

How are archival fictions mythic, and how is the Archive a modern myth? First, they are mythic because archival fictions deal with the origin both in a thematic and in what could be called a semiotic way. By the origin I mean the beginning of history, or a commonly accepted source of culture. [… The] accumulation function is semiotic in that it sorts the vestiges of previous mediations and displays them. Archival fictions are also mythic because, ultimately, they invest the figure of the Archive with an arcane power that is clearly originary and impossible to express, a secret that is lodged in the very expression of the Archive, not separate from it and hence impossible to render wholly discursive (174-175).

Entre los nuevos mitos que se pueden observar en el relato de Seva se incluye, por supuesto, aquel del puertorriqueño como personaje valeroso. Es importante notar que en esta nueva mitología no se describe con detalle cómo son los habitantes del pueblo masacrado –qué etnia predominaba en el asentamiento, si llevaban una vida ligada a la agricultura o al comercio, cuáles eran sus costumbres y comidas, etcétera– es decir, no se ofrece un reportaje antropológico sobre esta comunidad. En ese sentido contrasta con los trabajos de ensayistas que han propuesto modelos para definir al puertorriqueño basados en su etnicidad, lengua y su grado de incorporación a la cultura occidental, como es el caso de Antonio S. Pedreira en Insularismo y de René Marqués en “El puertorriqueño dócil”. En el texto que concierne a este ensayo, sólo se lee sobre lo heroico de la resistencia de Seva y se conjetura sobre la antigüedad del poblado. En una breve meditación, Cabañas plantea la siguiente hipótesis: “también es posible que haya sido una especie de colonia penal o un lugar de exilio doméstico” (López Nieves 40). Esta sospecha agrega al prototipo del puertorriqueño proyectado en la narración, la capacidad de alterar ciertas normas dictadas por las autoridades en el poder, pero sin minar su deseo de defender al país aun a costa de su propia vida. Indirectamente, puede afirmarse que el nuevo puertorriqueño sería aquel que apoye a la nación, no al Estado. Este nuevo mito no exige la predominancia de un espacio sobre otro: da igual si se vive en las montañas boscosas, las plantaciones o la ciudad. La única condición para pertenecer a la nueva comunidad puertorriqueña es el heroísmo frente al extranjero invasor –y el modelo de esta actitud renovada se encuentra en los habitantes de Seva.

Otra característica del archivo, según González, es su condición de “repository of stories and myths, one of which is the story about collecting those stories and myths” (144). Seva también cumple con la segunda particularidad propuesta por el crítico, porque –como se vio– el relato de las vicisitudes del doctor Cabañas para reunir los documentos está presente en el transcurso de la narración e incluso es indispensable para dar al personaje dimensiones simpáticas al lector. Además, la accidentada historia de las investigaciones del profesor obedecen también a la intención de dar un mártir a la estructura del mito. De esta manera, Cabañas no es sólo una víctima de la incompetencia del gobierno y un complot internacional para inyectar suspenso a la narración, pero igualmente es el primer mártir sacrificado para el establecimiento del mito renovado del puertorriqueño. Su muerte, pues, no es en vano. Y esta desaparición refuerza en la obra “a link between knowledge and death that will be one of the main components of archival fictions. Death is a metaphor for the impossibility of knowledge” (González 165). La visita del protagonista a la base naval sobre la que descansan los restos de Seva sin duda arrojó alguna luz al investigador sobre sus sospechas. Sin embargo, para el puertorriqueño a quien está dirigido el nuevo mito, la muerte del profesor de historia significa un trabajo sin concluir. El conocimiento total sobre Seva está irremediablemente incompleto y necesita ser terminado. Si unimos esta interpretación con aquella derivada de los elementos del género negro en el relato –que alegan la imposibilidad de acudir a las autoridades para que resuelvan esta muerte– es también comprensible que el centro de poder no desee completar un nuevo mito que subvierta la ideología que apoya su dominio en la comunidad. Corresponde pues, al ciudadano la búsqueda de ese conocimiento fundacional.
III. LA CONTRADICCIÓN

No deja, sin embargo, de llamar la atención que el autor haya tomado elementos de la novela negra para alimentar una forma estructural de su cuento. Durante mucho tiempo, el género fue considerado un simple ejercicio intelectual hasta por sus autores, como Dorothy L. Sayers que lo calificó como “literatura de evasión”. Sin embargo, cuando esta tradición fue incorporada por el mundo de habla hispana varias décadas más tarde, la infusión de nuevos componentes tuvo un éxito tal que incluso Alfonso Reyes clasificó a esta literatura como “el género clásico de nuestro tiempo” (citado en Padura 11). La popularidad de estos relatos queda manifiesta en la rápida proliferación de colecciones editoriales españolas dedicadas al género negro, entre las que se cuenta como pionera “El club del crimen”, iniciada por Editorial Sedmay en 1978. Durante la década de los 80, los anaqueles de las librerías vieron desfilar sellos como “Etiqueta Negra, de Júcar; Libro Policiaco Amigo y Cosecha Roja, de Ediciones B; la colección Alfa 7, de Laia; la Serie Carvalho, de Planeta; la colección La Negra, de Ediciones la Malgrana y la Cua de Plata, de ediciones 62” (Padura 111). Según afirma Luis Rogelio Nogueras, “en 1976, se imprimieron alrededor de quinientos millones de ejemplares de títulos policiales” en todo el mundo (6). Como es natural, los escritores hispanoamericanos comenzaron una nueva tradición de novela negra. Por ejemplo, la nueva novela policial cubana se distinguía de las escuelas tradicionales en cuatro aspectos:

En primer lugar, el delincuente “se enfrenta –como apunta Armando Cristóbal– al estado revolucionario, al pueblo en el poder”. En segundo lugar, el investigador no es un aficionado, sino un verdadero policía, que representa a ese mismo pueblo. En tercer lugar, y como lógica consecuencia de lo anterior, ese investigador recibe la colaboración de las organizadores populares de la Revolución, especialmente de los CDR. Y en cuarto lugar, no se trata en puridad de un investigador (aunque exista el investigador-jefe como figura central), sino de un equipo, que realiza su trabajo de manera coordinada y científica (Nogueras 152).

En medio del entusiasmo generalizado, no es sorprendente que López Nieves se apropie de características formales de la novela negra. A final de cuentas, en la intersección entre una corriente clásica norteamericana del género y otra corriente hispana renovadora del mismo, Puerto Rico se encuentra en un lugar privilegiado ya que recibe los afluentes de ambos ríos.

En mi opinión, Seva abarca patrimonios atractivos pero que al mismo tiempo presentan disyuntivas difíciles de resolver. Por ejemplo, considerando únicamente el uso de la novela negra hay que decidir entre una tradición clásica inductiva o realista; norteamericana o hispana; local o internacional. Al confrontar el género negro y el archivo se presentan dicotomías como: la denuncia del presente o la fundación mítica de un nuevo pasado que se ajuste al presente deseado; el uso de la casualidad que conduce a las pistas o la organización sistemática de los documentos; las aportaciones a un género urbano nacido a partir de la modernidad industrial o de una forma mítica que se ubica en un tiempo y espacio indefinibles. El cuento presenta también otras coyunturas entre verdad y ficción, historia y literatura, mito y entretenimiento lúdico, una herencia española y una tradición norteamericana, la nación y el Estado, la autoridad y el ciudadano. En pocas palabras, Seva expone en sus páginas aquellos elementos que entran en conflicto al momento de definir la identidad puertorriqueña. Aunque no intenta resolver esos debates, sí hace un llamado a enfrentar la pregunta por lo nacional en un plano discursivo.

FIN


Notas

  1. Consuelo Martínez Justiniano. “Seva: de la victoria a la epopeya literaria”. Anales: Revista de Cultura. XV (XV) 1995. 225-231; Estelle Irizarry. “Nuevos mitos por viejos: técnicas de “re-mitificación” histórica en Seva, de Luis López Nieves”. Inti: Revista de Literatura Hispánica. 46-47. Otoño 97. 127-138.
  2. Para una apreciación de las reacciones espectaculares que el texto provocó, me permito referir al lector a un artículo de Estelle Irizarry citado líneas antes.
  3. José Antonio Portuondo explica: “La forma dominante en las narraciones detectivescas del tipo inductivo parece derivarse del método conocido por los sicólogos con el nombre de “ensayo y error”. Es frecuente hallar en las novelas de este tipo la comparación del problema planteado por el crimen que es su objeto, con un rompecabezas, con uno de esos complicados puzzles en el que, al cabo de situar todas las piezas, admiramos un paisaje, un rostro humano o una pareja de perros lanudos” (45).
  4. La presentación de actitudes o manías poco comunes de los detectives es una práctica común en el género negro para destacar su genialidad por un lado, así como para humanizarlos. Basta recordar la afición de Sherlock Holmes al violín, o la pasión de Nero Wolfe por la cerveza y las orquídeas. En este caso, considero que las continuas depresiones de Cabañas lo hacen un personaje más simpático.
  5. Para efectos del análisis de las características del género negro en este relato, me interesa evitar una confusión entre el autor del texto y el personaje. Dado que son homónimos, me referiré al segundo como López.
  6. Emile Schepers describe este episodio así:

On July 25, 1978, three men climbed to the top of Cerro Maravilla near Ponce, Puerto Rico, where they planned to blow up a radio transmission tower as an act of “propaganda of the deed” in the struggle for Puerto Rican independence. The police were waiting for them. After a brief struggle, they surrendered to the cops, who proceeded to murder Arnaldo Darío Rosado and Carlos Enrique Soto Arriví in cold blood. (s/p)

El Senado puertorriqueño decidió investigar estos asesinatos después de escuchar testimonios del taxista que condujo a los jóvenes al cerro y un francotirador presente.


Obras citadas

  • González Echevarría, Roberto. Myth and Archive: A Theory of Latin American Narrative. Cambridge: Cambridge University Press, 1990.
  • Hoppenstand, Gary C. In Search of the Paper Tiger: A Sociological Perspective of Myth, Formula and the Mystery Genre in the Entertainment Print Mass Medium. Bowling Green, Ohio: Bowling Green State University Popular Press, 1987.
  • López Nieves, Luis. Seva: historia de la primera invasión norteamericana de la isla de Puerto Rico ocurrida en mayo de 1898. 11va. ed. Hato Rey, Puerto Rico: Cordillera, 2000.
  • Narcejac, Thomas. “De Poe al thriller policial”. Por la novela policial. Comp. Luis Rogelio Nogueras. La Habana: Arte y Literatura, 1982. 204-244.
  • Nogueras, Luis Rogelio y G. Rodríguez Rivera. “¿La verdadera novela policial?”. Por la novela policial. Comp. Luis Rogelio Nogueras. La Habana: Arte y Literatura, 1982.
    Padura Fuentes, Leonardo. Modernidad, posmodernidad y novela policial. La Habana: Unión, 2000.
  • Portuondo, José A. “En torno a la novela detectivesca”. Por la novela policial. Comp. Luis Rogelio Nogueras. La Habana: Arte y Literatura, 1982. 33-79.
  • Roth, Marty. Foul & Fair Play: Reading Genre in Classic Detective Fiction. Athens and London: University of Georgia Press, 1995.
  • Schepers, Emile. “Learning from History: Repression Against the Puerto Rican People”. People´s Weekly World Newspaper Online. 22 July 2002. Ed. People´s Weekly World. 25 de mayo de 2004. < http://www.pww.org/article/view/1450/1/94/>.

La autora: Berenice Villagómez Castillo: Estudiante de doctorado en la Universidad de Toronto, Canadá. Prepara su tesis doctoral sobre las narrativas testimoniales en torno al terremoto de Ciudad de México en 1985. Fungió como editora de la revista Apuntes Hispánicos en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Toronto por el período 2002-2004. (Nota redactada en abril de 2007.)

“Contradicción y archivo negro en Puerto Rico: el caso de ‘Seva’, de Luis López Nieves”, Berenice Villagómez Castillo, La Torre, Año XI, Núm. 39, enero-marzo 2006, pp.49-64.


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