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De Novus Siderius Nuncius?,
El silencio de Galileo
en Luis López Nieves

Ignacio T. Granados Herrera


Quaeritae Eius Facien Semper
S. Agustín.

Como una extraña metáfora, el silencio del científico es cierto en esta novela, y conmociona la existencia de una mujer que se sabe inteligente, independiente y poderosa.

No hay manera de tratar una novela de López Nieves sin un desborde de notas marginales, la mayoría inconexas; que dada la variedad, complejidad y extensión, quedan fuera de toda crítica que pretenda alguna objetividad. Es sin dudas el residuo del arte verdadero, que se reproduce y extiende; como alentando ese rescate del ensayo estrictamente literario -¡oh, Borges, Reyes!-, como una suerte de reverencia al genio original. Esta vez se trata de El silencio de Galileo, que alude al dramático mutismo del inventor del telescopio ante el juicio inquisitorial; aparte de esta imagen tan dramática está la otra del Siderius Nuncius, el libro clave que impulsó el dominio de la ciencia moderna y su pensamiento. A lo largo de la novela, hay una sutileza sobre la condena al padre del telescopio; cuyo delito no fue tanto el de negar las creencias vigentes como el peligro de descubrir a los ojos del hombre el rostro deseado de Dios.

El terror eclesiástico no es una ligereza, como ninguna de esas extravaganzas teológicas que hoy nos asombran; en él latía la experiencia de la Torre de Babel, la primera vez que los hombres dijeron que el cielo era el límite; y también la prudencia de Dios ante el arrebato de Noé, a quien sólo accede a mostrar su espalda y como al paso. De pronto todo se aclara, tomando axiomas de todas partes, muy heterodoxo; como aquella advertencia etrusca de evitar la perfección, porque ésta era ya la muerte. Con nombre de periódico espacial, la gran noticia del Siderius Nuncius sí revela a los hombres el rostro de Dios; que consiste en esa misma vastedad en que resulta el Cosmos, como el último sefiroth de la Cábala Judía, después de su contracción portentosa en Titsum según Lulio. No será casual que lo avistado sean las cuatro lunas de Júpiter; es decir, la femineidad en que trasciende el poder misterioso de Dios.

Así, como el angélico de Aquino, Galileo comprende en un momento crucial que él ha sido un privilegiado; también que su privilegio es costoso, y decide retraerse como el verdadero Krathós que es el místico. El homenaje más profundo de esta novela, es así tan retorcido que parece ocultado a propósito; o tan desmesurado como si el mismo Dios lo escribiera con los dedos ignorantes de un escriba, para lo que utiliza las secretas artes del Espíritu. Dentro de la novela, pues, late la otra historia, esta vez sagrada y hermética, es una Cábala; pero ya es sabido, nunca se guarda un secreto mejor que cuando se exhibe impúdico, que ya se dijo que el Espíritu es a veces retorcido.

FIN


“De Novus Siderius Nuncius?, El silencio de Galileo en Luis López Nieves”, Ignacio T. Granados Herrera, Ciudad Seva, 24 agosto 2009, ciudadseva.com.


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