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El corazón de Voltaire:
En busca de la calidad: Nuevas novelas novedosas

Seymour Menton


Al empezar a leer El corazón de Voltaire (2005), me di cuenta desde la primera página que me encontraba frente a una obra novedosa, original. En mi propio e-mail despachado a López Nieves el 17 de enero de este año, le escribí: “Manejas el estilo electrónico a las mil maravillas. Además, mantienes la aceleración constante de la intriga con sus complejidades, sus sorpresas y su suspenso. Logras también crear el ambiente político y religioso tanto de la actualidad como del siglo dieciocho. Si se convierte en película, es posible que llegue a ser tan exitoso como El nombre de la rosa de Umberto Eco o como El código Da Vinci de Dan Brown.”

Sin embargo, la novedad en sí no garantiza la alta calidad de una obra literaria. Por lo tanto veamos algunos de sus aciertos. Como me imagino que algunos de ustedes todavía no han leído El corazón de Voltaire, necesito explicarles que es una combinación de novela detectivesca y novela histórica, presentada exclusivamente por medio del intercambio de mensajes electrónicos entre más de una veintena de personajes. Como reflejo de la globalización de nuestros días, los e-mails se despachan desde distintos lugares de Francia, de Roma y de la América Latina. No sólo eso, sino que el protagonista genetista Roland viaja a Buenos Aires, San Juan, Puerto Rico, y aunque no lo crean a Zacatecas, México; su amigo Jérôme, historiador, va a Paraguay donde se hospitaliza en Asunción y el mismo Voltaire, después de cambiar de identidad, viaja a Cuba, La Española y Puerto Rico. Pero no se asusten; para que Uds. puedan comprender todo esto, les aseguro que el tema podría resumirse en una sola oración: el gobierno francés contrata al Dr. Roland de Luziers, profesor de genética de La Sorbona, de fama internacional, para que averigüe la autenticidad del corazón de Voltaire, que se encuentra custodiado en la Biblioteca Nacional de París. A diferencia de El nombre de la rosa y El código Da Vinci, no hay asesinatos ni violencia de ningún tipo. Entonces, ¿en qué consiste lo detectivesco? Igual que un trabajo detectivesco, una investigación académica tiene que seguir varias pistas llenas de caminos sinuosos y de callejones sin salida, que se abren inesperadamente.

Me parece que la clave para descubrir el elemento que da unidad a toda la novela es su propio título. La fama internacional de Voltaire no proviene de su corazón sino de su cerebro. Simboliza el siglo de las luces. Es el racionalista que cuestiona la autoridad divina de las monarquías absolutas y da supremacía a la razón por encima de la fe, de la religión y de la Iglesia Católica. Total que el título El corazón de Voltaire no puede justificarse por reflejar la esencia de Voltaire sino todo lo contrario. Entonces, ¿por qué López Nieves escogió ese título? Precisamente porque ese título oximorónico prepara al lector para toda una serie de situaciones irónicas.

Para llevar a cabo su investigación, el genetista Roland tiene que seguir dos pistas. La primera, que ocupa sólo el primer cuarto de la novela, tiene que ver con la averiguación del ADN de Gabriel Daumart, considerado por todos los peritos el último descendiente de Voltaire, del lado materno. Para convencer a Daumart que debe someterse a la prueba de ADN, Roland le explica en un mensaje electrónico el paralelismo con el corazón de Luis XVII, hijo del rey guillotinado Luis XVI. Después de que se murió el niño de tuberculosis en 1795, el corazón fue conservado en alcohol pero “tuvo una existencia errante durante casi dos siglos” (26) y sólo después de 1975 se pudo comprobar su autenticidad por la prueba de ADN, comparando el del corazón con el de los tres cabellos conservados de su madre María Antonieta. El lector ingenuo puede creer que se llegará al mismo resultado con el corazón de Voltaire y la mecha de pelo de su mamá. La presencia de Luis XVII en la novela puede parecer algo gratuita pero se justifica después con la colocación de la guillotina en el pueblo de Aurillac.

La pista de Gabriel Daumart comprueba que ni él, ni su hija, ni su padre comparten el mismo ADN con el corazón de Voltaire. Para llegar a ese callejón aparentemente sin salida, Roland tiene que viajar a Buenos Aires donde descubre que Daumart ha abandonado a su esposa. Al enterarse Daumart que su ADN no coincide con el del corazón de Voltaire, plantea la posibilidad de que él no pertenezca a la familia Daumart, por ser muy “moderna” (47) su madre. Por fin, Roland viaja a Zacatecas, “una de las más bellas ciudades de México” (55), para exhumar el cadáver del padre de Daumart para hacerle la prueba de ADN. Al descubrir que el corazón de Voltaire es falso, le pide auxilio al Dr. Jérôme Batailles, historiador de La Sorbona. Este le aconseja seguir la pista abierta por Claude Durieu hace tiempo de que el corazón pertenece al doble de Voltaire, con el problema de que Roland había rechazado con desprecio esa posibilidad.

Esta segunda parte de la novela no sólo es bastante más larga que la primera sino que también es más compleja, más divertida y desde luego, más irónica. Tal vez el mejor ejemplo de la ironía es que el doble de Voltaire, anticlerical empedernido, resulte ser Gustave de Tamerville, Conde de Vire, quien vivió en la abadía de Aurillac entre 1710 y 1728. Gustave descubrió su gran parecido con Voltaire en enero de 1769 al ver su “lujoso retrato” (117) en una edición especial de las Cartas filosóficas. Durante el lustro siguiente, se enviaron cartas (todavía no se había inventado el e-mail), se reunieron para planear la transición y se entrenaron para efectuar el intercambio definitivo en 1775. Apenas tres años después, Voltaire, ya convertido en Gustave, va a París para asistir a su propia apoteosis: lo van a aclamar por ser símbolo de la Revolución, que se viene acercando. Desgraciadamente el Gustave verdadero muere el día anterior y por lo tanto, en la tumba de Voltaire se leen las fechas 1694-1778, que son las fechas históricas. En cambio, el Voltaire novelesco, o sea Gustave de Tamerville, viaja por Rusia, Grecia, Egipto y Persia hasta 1785. Cuando estalla la Revolución el 14 de julio de 1789, el Voltaire novelesco ya tiene 95 años, y aunque todos lo aclaman como padre de la Revolución, tiene mucho miedo porque todos murmuran contra la riqueza del llamado Gustave de Tamerville, de cuya identidad él se ha apropiado. Este entonces decide refugiarse en la abadía y para el colmo de la ironía, el Voltaire anti-clerical, el novelesco, muere en febrero de 1790 en la Abadía de Aurillac, dejando un párrafo enigmático, escrito en alemán: “Al venir al mundo lloramos y los demás se alegran. Por eso es necesario morir riendo y que los demás lloren. He tomado el partido de la risa y quiero morir riendo. Lo único inmutable es la geometría” (209).

No sé hasta qué punto creía el Voltaire histórico o el novelesco en la geometría. Lo que sí parece más racional es que para López Nieves la geometría es otra palabra por la estructura novelística. Por eso, hay que interpretar todo este último párrafo como metaficción.

Por cierto que todo el argumento sobre el doble de Voltaire está enmarcado por un personaje pintoresco: Frédéric Sarre, peluquero inculto que ni sabe quién fue Voltaire pero recuerda que su amigo/amante Claude Durieu estaba obsesionado con Voltaire, y antes de morir, le dejó el borrador de un libro sobre un Voltaire que no era Voltaire. Cuando Roland le explica a Frédéric la importancia actual de Voltaire, Frédéric piensa en la posibilidad de ganarse mucho dinero convirtiendo el libro de Claude en película o en una miniserie (75). Una vez que Roland se dedica a desentrañar el misterio del doble, el peluquero desaparece de la novela. Sin embargo, vuelve a aparecer geométricamente al final pidiendo ayuda a Roland para hacer no sólo una película sino “una super-producción” (227).

El último e-mail de la novela cierra el marco iniciado por el Presidente del Brasil en el banquete para celebrar el 14 de julio de 2002 en la Embajada de Francia. Según el primer e-mail de la novela, el presidente del Brasil había preguntado a la señora embajadora si el Gobierno Francés tenía la esperanza de encontrar algún día los restos de Voltaire. En el último e-mail de la novela, el presidente de Francia da las gracias a su sobrina, embajadora en el Brasil, por haberle planteado el problema del corazón de Voltaire.

Además de Roland, y en grado inferior, el peluquero Frédéric, hay otros dos personajes que cobran vida a través de los mensajes electrónicos: Ysabeau y Fray Víctor. Aunque la Doctora Ysabeau de Vassy, profesora de historia de La Sorbona, no aparece en la novela hasta las páginas 58-61, es la colaboradora más importante de Roland. No sólo eso sino que después de Roland, es el personaje que más se humaniza. En el primer intercambio entre los dos, se destaca el contraste entre el estilo más lacónico de Roland y el estilo más íntimo de Ysabeau… aunque los dos se tutean:

“Ysabeau:

Me dice Jérôme que tienes las señas de Claude Durieu y que tal vez esté en Marsella. ¿Podrías enviarme su dirección?

Abrazos,

Roland”

– – –

“Mon petit Roland:

Claude te odia. Bueno, tal vez te haya perdonado. En el fondo es muy blandito, el pobre; hace tiempo que no lo veo.

Sí, está en Marsella: ‘cdurieu@premier.fr’ Salúdalo de mi parte.

Besitos,

Ysabeau”

En los mensajes posteriores, los dos parecen coquetearse. Roland la llama Ysa (84) e Ysalinda (95). Luego, se despide con “Un beso para la bella y un abrazo para el ‘bestio'” (111). Ella, a medida que se va aumentando la colaboración, le toma el pelo a Roland por la rivalidad entre sus especializaciones: “No estás nada mal, a pesar de que no eres historiador sino un mero científico” (112). Gracias a una sugerencia de Ysabeau, Roland encuentra las cartas enviadas por Gustave a Voltaire y su e-mail de agradecimiento empieza con una declaración de amor exuberante: “Querida Ysabeau: ¡Te amo! ¡Quiero casarme contigo! ¡Hoy! ¡Hoy mismo! Marie [su esposa] comprenderá, comprenderá todo. Me dará permiso” (113). El lector por poco se convence de que los besos de los e-mails pronto dejarán de ser retóricos, pero esa idea se desbarata en la respuesta inmediata de Ysa:

“Mon petit Roland:

Mira, niño depravado, ayer me encontré con Marie en la sección de Literatura del FNAC y le di la queja de que me andas proponiendo matrimonio. Cuando terminó de reírse, me dijo que no me sintiera muy especial ni que me hiciera de grandes ilusiones porque tú le ofreces matrimonio a todo el mundo cuando tienes un arrebato intelectual. Parece mentira. Fue tan grande mi decepción que me fui a comer con Marie” (114).

Sin embargo, esa idiosincrasia de Roland continúa. Después de que Ysa intuye que Gabriel Daumart está emparentado con la madre de Voltaire por los pelos de ella encontrados en el cofre de Gustave, Roland manda un e-mail a Jérôme que comienza con las siguientes palabras: “Te anuncio oficialmente que Ysabeau y yo nos hemos fugado para casarnos” (141). A pesar del coqueteo casi constante y de los arrebatos amorosos de Roland, Ysabeau también es capaz de enojarse con Roland. Lo regaña por haber demorado en hallar los cofres de los tres abades que estuvieron con Gustave en los tres momentos claves de su vida en la abadía. Cuando Roland le escribe que va a ser difícil conseguir permiso para exhumar a Gustave, Ysa le insiste que hay que hacerlo cueste lo que cueste.

Aunque Roland cuenta con la cooperación de varios historiadores, con varios ministros y hasta con varios oficiales de la Iglesia en sus indagaciones, “Fray Víctor se opone febrilmente” (171). Este ya había indicado su tesón al no permitir que Ysa fuera la primera mujer de entrar en la Abadía en más de mil años. Según el Rector del Institut Catholique de Paris, “tendría que ordenarlo el Papa en persona” (131). Para subvertir la oposición de Fray Víctor, el Presidente de Francia amenaza al Nuncio Apostólico en París con quitarle las asignaciones presupuestarias y ofrece 300,000 euros a la Abadía si permiten la exhumación de Gustave. Al mismo tiempo, varios oficiales eclesiásticos logran mandar a Roma a Fray Víctor y durante su ausencia, la policía secreta entra después de la medianoche en la Abadía sobre “una patética alfombra de frailes inmóviles” (195) –magnífica frase– y se lleva el ataúd de Gustave en helicóptero a París. Otro toque irónico de este episodio es la revelación hecha al Secretario de Estado del Vaticano por su colega el Secretario para las Relaciones con los Estados que según Fray Víctor, todos los abades de Aurillac desde el año 1790 sabían que la tumba de Gustave de Tamerville “contenía los restos auténticos de Voltaire” (226).

El final de la novela es verdaderamente genial. Después de todas las pruebas de ADN que se hicieron durante los nueve (¡!) meses de la investigación, Roland pare la verdad: el corazón de Voltaire en la Biblioteca Nacional no es de Voltaire sino de su doble Gustave. Orgulloso por haber resuelto el misterio, Roland se lo comunica electrónicamente al Presidente de la República a través de varios ministros. El Presidente decide tapar o distorsionar el descubrimiento de Roland para que no se desprestigie Francia en el mundo entero. El Presidente manda colocar el verdadero corazón de Voltaire en la Biblioteca Nacional, lo que enfurece a Ysa y le da mucho “estrés” (210) a Roland. No obstante, antes de que el equipo forense pueda realizar el traslado mandado por el Presidente, Roland e Ysa ya han llevado a cabo el intercambio, lo que les provoca una gran risa, reflejo de la risa sardónica de Voltaire. Total que el lector y tal vez ustedes los futuros turistas que están planeando un viaje a París, pueden sospechar que el corazón de Voltaire custodiado en la Biblioteca Nacional siga siendo el falso.

FIN


El corazón de Voltaire: En busca de la calidad: Nuevas novelas novedosas”, Seymour Menton, 5-8 septiembre 2006, Sala de la Moneda, Ciudadela del Arte, Zacatecas, México.


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