Casa digital del escritor Luis López Nieves


Recibe gratis un cuento clásico semanal por correo electrónico
 La Llegada y Seva: el diálogo de la ficción histórica

y la identidad nacional puertorriqueña

Rubén Darío Jaimes

Universidad Central de Venezuela/Universidad Simón Bolívar
Caracas, Venezuela


En Julio de1991 en estos mismos espacios del CELARG, y aprovechando su visita como jurado del Premio Internacional de Novela “Rómulo Gallegos”, José Luis González nos deleitaba con su panorámica de la literatura puertorriqueña.  El humor fue la carta que decidió jugarse de entrada para apropiarse de nuestra atención: “Puerto Rico es la isla más fragante de las Antillas —afirmaba con una sonrisa escondida– porque sus costas están bañadas por agua de colonia”; y si alguna duda podía quedarnos, inmediatamente reforzó la idea con la anécdota de un turista que visitó San Juan y que preguntó a un puertorriqueño: “¿Dónde puedo ver la arquitectura colonial?”, a lo que éste contestó: “En cualquier parte, desde las fortificaciones españolas hasta el último edificio que se ha construido, Puerto Rico todavía es una colonia”.  José Luis González, el independentista, el autoexiliado en México, el atrevido que propuso en El país de cuatro pisos (1982) la idea de que el mundo mestizo había sido el verdadero bastión donde se había guarnecido la identidad nacional puertorriqueña a lo largo del tiempo, nos narraba sus inicios en la escritura bajo el tutelaje de Juan Bosch, refería acerca de las narraciones que en las páginas de su infancia habían decidido caprichosamente que el río Nilo debía fluir de norte a sur, como era lo más lógico: bajar.  Sin embargo, no dudaba en afirmar que no debía mitificarse un pasado heroico en el ayer puertorriqueño, porque no existió, porque en las complejidades de la historia de Puerto Rico no hubo resistencia militar significativa contra el arribo norteamericano, y lo que se produjo fue una expectativa desde los intereses de cada quien; tal es la pulsión que motivó la escritura de La Llegada (1980).

El arribo norteamericano resultó ser una tentación demasiado poderosa como para resistirse a la imaginación de José Luis González, pero éste necesitaba narrar el pasado desde una posición que mostrara una realidad histórica posible.  De allí el subtítulo “Crónica con ´ficción`.  Para Hayden White este género…

…parece desear contar una historia, aspira a la narratividad, pero característicamente no lo consigue (…) suele caracterizarse por el fracaso en conseguir cierre narrativo1.

El sentido de historia inacabada subyace en esta decisión de escribir crónica, mas el elemento “con ficción”, que le agrega el autor, parece reivindicar la posibilidad del rango de autoridad de la imaginación.  Una historia inacabada, porque en su complejidad todavía no hemos terminado de entenderla y permanece abierta; y un ingrediente ficcional que nos permite organizar el caos en una secuencia narrativa.  Caos que hacia el espacio intratextual está representado por el estado de frustración: la espera a que los machetes de la independencia cubana sonaran pronto en Puerto Rico, la decadencia de los diversos sectores políticos de la isla, el chisme acerca de que Amparito no es la sobrina sino la hija del padre Antonio, quien a su vez tiene un pleito con Engracia, una prostituta que se encarga de poner al tanto de los hechos a la niña, la retirada de los españoles a pesar de no haber visto un solo yanqui durante dos semanas, y…

El grito que les traía ardiendo las orejas: “¡Cachacos hijos de la gran puta, al fin les llegó su hora!”2.

En la narración aparece la voz contradictoria y anónima de ese pueblo mestizo que disfruta el desquite ante la partida de los españoles, pero que todavía no llega a comprender las connotaciones de la llegada de los norteamericanos.  El narrador permite la polifonía dentro del espacio narrativo, dos instancias enunciativas dialogan hacia el interior de la novela: la masa, el colectivo mestizo, sin abolengo, bullicioso y pendenciero; y la élite blanca, educada, con cuotas de poder, pero incapaz de constituir un Estado nacional.  En este aspecto escuchemos a Bajtín:

…la idea no vive en una conciencia individual y aislada de un hombre: viviendo sólo en ella degenera y muere. La idea empieza a vivir, esto es a formarse, desarrollarse, a encontrar y a renovar su expresión verbal, a generar nuevas ideas, tan sólo al establecer relaciones dialógicas esenciales con ideas ajenas.  El pensamiento humano llega a ser verdadero, es decir, una idea, sólo en condiciones de un contacto vivo con el pensamiento ajeno encarnado en la voz ajena, es decir, en la conciencia ajena expresada por la palabra.  La idea se origina y vive en el punto de contacto de estas voces conciencias3.

También el colonizador tiene su cuota de voz, la crónica hace referencia a la proclama del general Miles, el conquistador moderno, el portador de las “bendiciones de la libertad y la civilización”.  Don Adrián Colomer, único separatista, desarraigado en su propia patria, y rodeado de autonomistas, reflexiona sobre la alegría del pueblo ante las buenas nuevas de la proclama del invasor:

“¡Pueblo inocente!”, pensaba Adrián. “Le hacen cuatro promesas, le cambian un pabellón ajeno por otro más ajeno aún, y se siente redimido. ¡Pueblo inocente!”  Pero no era precisamente al pueblo, se decía a seguidas con amargo convencimiento, a quien cabía culpar por aquella situación, sino a quienes se arrogaban la misión de dirigirlo y orientarlo.  ¿Cuál de aquellos autonomistas contemporizadores, que nunca habían sido capaces de arrancarle a España lo que sólo con tímida prudencia sabían pedir, sería capaz ahora de enfrentarse al nuevo conquistador con una resuelta voluntad de independencia?4

Vaya que don José Luis hace de nuevo de las suyas, nos promete un texto que suponíamos más apegado a lo tradicional, una crónica estructurada en 13 estampas de los diversos protagonistas de la expectativa: los españoles, que prefieren retirarse antes que enfrentar con sus obsoletos rifles máuser a los gringos; las autoridades del cabildo, prestos a ofrecer sus servicios al nuevo amo; los mestizos, más preocupados por enterrar al pobre mulato Joaquín Cepeda que de andar vigilando el arribo yanqui; el sacerdote, que se angustia ante la llegada de “hordas cismáticas y heréticas de los hijos de Lutero”, quienes se sumarían a sus ya conocidos enemigos: masones, liberales, espiritistas, autonomistas, separatistas, socialistas y rameras; y éstas últimas, confeccionando una bandera norteamericana –sin referencias claras en cuanto al número de franjas o estrellas – para recibir a los nuevos clientes; en su lugar, don José Luis nos presenta una novela histórica, irreverente, polifónica, paródica y abierta a la discusión.

Pero, ¿quién puede dialogar con esta visión acerca del arribo norteamericano?  ¿Es el pasado únicamente una expresión de los hechos tal cual pudieron suceder, apegados lo más posible a la verdad histórica?  ¿Dónde queda el espacio del anhelo?

Luis López Nieves publica en el diario Claridad un texto con un titular verdaderamente provocador Seva “historia de la primera invasión norteamericana de la isla de Puerto Rico ocurrida en mayo de 1898”, (1983), anticipando en dos meses el hecho histórico y contando un versión épica del ayer puertorriqueño.  Tal como lo señala María Julia Daroqui, lo importante es la recepción del cuento por la gran mayoría de los lectores, no como un relato ficcional sino como un reportaje, cuyos efectos sobre la opinión pública no se hicieron esperar, y se inició una protesta contra la Administración norteamericana; y ello por el efecto  de verosimilitud que le daba a la falsa investigación el montaje de una documentación engañosa5.  Ahora bien, obsérvese la capacidad de mimesis del relato, que le permite al texto llegar envuelto de un halo de verosimilitud al lector; ya no hablamos de verdad o falsedad del testimonio sino de la capacidad de hacerse pasar por cierto, porque de alguna manera su función es suplir nuestra necesidad de un pasado como quisimos que hubiera sido.

Esta última treta de “inventar” lo que el otro quiere leer está encubierta por una serie de “engaños” que un ojo avezado puede leer entre líneas. El autor anticipa que está en capacidad de rescribir la historia de Puerto Rico…6

Más aún,

Este conjunto de “engaños” no tiene la intención de llenar vacíos historiográficos; en “Seva” los juegos de escritura descansan en la trama y su principal objetivo está centrado en “inventar” aquello que es posible recordar a partir del relato mismo.7

Seva responde a la necesidad de Luis López Nieves de construirse un pasado que supliera su carencia de un ayer épico, y se deja colar como una sombra hasta la psiquis colectiva, también huérfana de episodios valerosos frente a la invasión yanqui.  El autor se desdobla y ficcionaliza a sí mismo dentro de la narración como el detonante de una denuncia histórica verdaderamente explosiva: los americanos fallaron en su primer intento de invasión; vencieron a los valeroso habitantes de Seva sólo a traición; hubo una masacre en dicho pueblo, pero la verdad nunca podrá ser borrada de la memoria y; finalmente, quieren acallar los resultados de la investigación del desaparecido Víctor Cabañas.  Veamos la postdata de Luis López Nieves:

¿Dónde está mi amigo Víctor Cabañas? He esperado más de dos años antes de sacar estos documentos a luz pública porque no he querido ponerlo en peligro.  Pero ya no tengo paciencia.  Víctor ha cumplido su misión heroicamente.  ¡Hoy, al leer estas páginas, el pueblo de Puerto Rico se ha enterado, al fin, de los sucesos que culminaron en la MASACRE DE SEVA! Ahora le corresponde al gobierno explicar: ¿Dónde está el doctor Víctor Cabañas?8

Él ha creado (para el lector ingenuo)  un sistema argumental que se sustenta en el entramado de evidencias que confirman la historia deseada.  La carta dirigida al director de Claridad, anexando las cartas que le enviara Víctor Cabañas y donde iba adjuntando los documentos probatorios: páginas del diario del general Miles, mapas, 18 cintas magnetofónicas con el testimonio del único sobreviviente, la declaración jurada del mismo, y las fotos; todas fueron intercaladas adecuadamente con documentos verdaderos de la época: fotografías del general y de la invasión, mapas, y la proclama original de los norteamericanos. ¿A quién le correspondía explicar?  ¿Al gobierno o a la historia?  Tal como lo señala Myrna García Calderón:

Su escritura polémica y subversiva de la historia puertorriqueña intenta romper con los viejos mitos que la literatura y la historia oficial puertorriqueña de distintos momentos han propulsado: la falta de rumbo, el pesimismo, la docilidad y la derrota.9

Los engranajes de esta narración se corresponden a la referencialidad de unos materiales sobre otros, el soporte solidario entre la verdad y lo imaginario, el suceso y el deseo, la necesidad y la memoria.

Si confrontamos este relato con la crónica de José Luis González, nos encontraremos con el hecho significativo de que ésta tenía una función de reconocimiento de un ayer muy similar al de la realidad histórica; mientras que el cuento de López Nieves transita más bien la historia deseada, la que puede volverse alucinantemente posible y permite la expresión del inconsciente colectivo.  Si contrastamos el arribo de los norteamenricanos en una y otra ficción nos encontramos con posiciones enfrentadas: en La Llegada el arribo es un sometimiento –en apariencia – ante el inevitable acontecer de la historia; en cambio en Seva el arribo norteamericano es la posibilidad de demostrar que no hay sumisión sino más bien subversión, una fuerza tan contundente que es capaz de inventarse una versión alterna del ayer.  Escuchemos la voz del general Nelson Miles en los labios del deseo alterno:

Una vez organizados, iniciamos la marcha triunfal hacia el pueblo y fue entonces que nos sorprendió una formidable fuerza enemiga (a formidable enemy force), sobre la cual aún no sé absolutamente nada.10

O bien esta otra página de su diario:

Estoy en el barco.  Intentamos abastecer a las tropas con los botes pero el enemigo se dio cuenta y nos ha imposibilitado todo movimiento.  Es asombrosa la puntería de estos hijos de puta (“sons of bitches”) Malditos sean.11

Para hacerle honor a la verdad, hay que establecer otro vínculo entre La Llegada y Seva.  Tampoco es totalmente cierto que la historia de José Luis González sea tan complaciente con el ayer oficial.  En la estructura profunda de la narración existen elementos que develan el significado trascendental del relato: quien traicionó a Puerto Rico no fue el pueblo, sino la élite blanca, que nunca se pudo configurar como una base para la identidad nacional.  Sin embargo, el mundo mulato, en su aparente sumisión, generó procesos de resistencia cultural ante las diferentes contingencias de los blancos, incluyendo ahora a los norteamericanos. Con respecto al mulato Quintín en La Llegada el narrador nos afirma:

…nadie tenía ya el derecho de venderlo como si fuera un animal; pero él no era elector porque era analfabeto, carecía de propiedades y no pagaba impuestos.  Se sentía puertorriqueño, claro más puertorriqueño desde luego que los cachacos, los corsos y mallorquines que despreciaban a los “hijos del país”12

He aquí el punto central del diálogo entre las dos narraciones, el pueblo puertorriqueño sí resistió el embate de la cultura norteamericana, pero lo hizo desde la cultura popular del mulato. Una página del general Miles nos confirma desde Seva esta apreciación.

La gente fina del pueblo nos ha recibido muy bien.  La chusma (“the rabble”) ni una cosa ni otra: parece indiferente.13

A partir de estas observaciones podemos concluir diciendo que, aunque los dos textos parecieran tener valoraciones diferentes del pasado histórico, en realidad establecen un diálogo.  Ciertamente, abordan el ayer de diferente manera, pero dejan ver claramente que el interlocutor en la discusión de la identidad nacional es la cultura popular mestiza, y sobre todo desde el discurso de El país de cuatro pisos.

Recordemos, para finalizar, las palabras de la prostituta Engracia, quien no podía creer lo que sus ojos estaban viendo: la hija y la esposa del Dr. Martínez Coss se les habían adelantado en cuanto a ofrendarle a los invasores un pabellón de los Estados Unidos de Norteamérica bellamente bordado, hecho al cual el público que observaba el arribo de la columna militar norteamericana respondió con una ovación general.

No todos, la verdad sea dicha, participaron en la intempestiva manifestación de júbilo.  La niña Engracia, aquien la sorprendente acción de la señora del médico y su hija había dejado como si repentinamente hubiese echado raíces, estupefacta y al borde de un vahído, apenas sintió los tirones que le daba Casiana por un brazo para obligarla a moverse, al tiempo que le decía con voz atropellada: “¡Vámonos, niña, vámonos, que de ahora en adelante habrá que ver quienes semos las putas de este pueblo!”14

Por tanto, develar estas páginas que reivindican una historia desde quienes no pudieron contarla también es una manera de revertir el proceso que Wofgang Bader denominara: el laboratorio colonialista que es el Caribe .

FIN


Bibliografía y Notas (entre paréntesis)

– GONZÁLEZ, José Luis: La Llegada. (Crónica con “ficción) Edit. Contrapunto, S.L, S.D. (2, 4, 12, 14)
-___________________: El país de cuatro pisos.  (3ra edic) Edic. Huracán, San Juan, 1982.
– LÓPEZ NIEVES, Luis: Seva (historia de la primera invasión norteamericana de la isla de Puerto Rico ocurrida en mayo de 1898) (10ma edic.) Editorial Cordillera, Hato Rey, 1998. (8, 10, 11, 13)
– BAJTÍN, Mijaíl: Problemas de la poética de Dostoievski.  Fondo de Cultura económica, México, 1988. (3)
– DAROQUI, María Julia: Las pesadillas de la historia en la narrativa puertorriqueña. Monte Ávila Editores/ CELARG, Caracas, 1990. (5, 6, 7)
– GARCÍA CALDERÓN, Myrna: “Seva o la reinvención de la identidad nacional puertorriqueña”, en: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. Año XX, Nº 39. Lima, 1er semestre de 1994. (9)
– WHITE, Hayden: El contenido de la forma. (Narrativa, discurso y representación). Piados, Barcelona,1992. (1)

Ponencia: “La llegada y Seva: el diálogo de la ficción histórica y la identidad nacional puertorriqueña”, profesor Rubén Darío Jaimes, 22-24 mayo 2000, VI Coloquio de la Literatura Caribeña, AVECA, Caracas, Venezuela.

Ponencia publicada en: La otredad en la mirada – VI Coloquio de Literatura Caribeña, Caracas, 22 al 24 de mayo de 2002, Fondo Editorial de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2002, pp-159-166.


Volver a Bibliografía crítica sobre la obra de Luis López Nieves