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López Nieves, Luis. La verdadera muerte de Juan Ponce de León.
Hato Rey: Editorial Cordillera, 2000,122 pp.

Dra. Estelle Irizarry
Georgetown University, Wáshington, D.C.


Luis López Nieves, autor de la originalísima novela Seva (1984), revela de nuevo su gran inventiva de historiador apócrifo extraordinaire en estos cinco cuentos ubicados en el siglo XVI. Estas versiones de hechos históricos revelan un secreto o resuelven alguna incógnita, si bien crean otras, por los documentos difícilmente descifrables que emplean lenguas extrañas o tinta invisible. Por el modo de contar, el sabio manejo de la cronología, la ambigüedad y la información no revelada, cada cuento es un exquisito rompecabezas que pone al lector en una posición parecida a la del historiador de oficio.

El secreto es a la vez tema y técnica en estos cuentos, y con razón. Ante la documentación escasa, desaparecida, de difícil acceso y a veces hasta falsificada, el historiador ha de ser, por fuerza, un detective. El lector del libro de López Nieves asimismo ha de basar sus conclusiones en los documentos que el autor presenta, que si no son verdaderos, por lo menos son verídicos y tampoco se pueden refutar.

En “El gran secreto de Cristóbal Colón,” López Nieves resuelve de modo impactante en cuatro páginas el secreto que desarrolla el historiador Juan Manzano Manzano en 743 páginas en su libro Colón y su secreto (Madrid: Ediciones de Cultura Hispánica, 1976). Al mismo tiempo, el cuento plantea más preguntas de las que contesta.

“El Conde de Ovando” es una especie de “leyenda urbana” sobre el gobernador Francisco Obando Messías o Mexía. La autenticidad geográfica de edificios y calles de San Juan da credibilidad a los hechos. Si la descripción de la hija de Ovando evoca momentáneamente a la elegante y delicada “Dama a caballo” pintada por José Campeche, pronto se desvanece la imagen en la amazona criolla del cuento que va montada sobre el recio semental favorito de su padre y cae al lodo, detalles simbólicos que apuntan a su extraña relación con su padre. Con gran pericia, hilvana el autor, en “tomas” alternadas, los eventos en torno al gobernador y su hija: la lucha por el poder entre el Obispo y Ovando, los experimentos científicos de éste y su uso de sujetos humanos, la resistencia de la vizcondesa ante la Inquisición y cómo se castiga la osadía intelectual de Ovando y la moral de su hija. Los libros de historia dicen que en 1579, regresando de Hispaniola, Ovando fue capturado por los franceses y murió en cautiverio, pero no sería extraño que los detalles escabrosos revelados en el cuento fuesen sepultados en el silencio en la historia oficial de un período inquisitorial.

“La verdadera muerte de Juan Ponce de León,” llena otra laguna histórica. Frente a la noticia escueta del cronista Gonzalo Fernández de Oviedo en 1535 de que el primer gobernador de Puerto Rico fue herido de una flecha y murió en Cuba, el cuento aporta detalles omitidos, desconocidos o tal vez olvidados. La memoria histórica es pobre y su evidencia física frágil: “cuando tomamos un mueble que lleva 300 años en un rincón, y lo movemos a otro rincón, en cierto modo estamos alterando o reescribiendo la historia” (51). López Nieves, moviendo las palabras, logra deshacer más de cuatro siglos de historia y la figura de Ponce de León sale menos halagadora que en Isla cerrera de Manuel Menéndez Ballester (1937). El uso de múltiples narradores y el desorden cronológico contribuyen a la mixtificación. Hay razones para dudar ante un documento escrito en vascuence, custodiado por distintas personas y oculto por 300 años; la transcripción al español contemporáneo preparada por un vasco que lleva un apellido moro (Boabdil, el rey vencido en Granada, donde había luchado Ponce de León) y editada por el narrador Eugenio, y los recuerdos del confesor a medio siglo de distancia y una confesión sobre hechos acaecidos otro medio siglo antes. El hecho de que Ponce de León está traicionado por su propia credulidad (según el indígena del cuento, los españoles “creen cualquier cosa” [64]), se hace extensivo al lector.

“La última noche de Rodrigo de las Nieves” trae revelaciones en torno al fallido ataque del temible corsario inglés Drake (“el Draque”) contra San Juan en 1595. El héroe desconocido lleva el segundo apellido del propio autor. sugiriendo una participación vicaria de éste en el heroísmo de su “antepasado,” quien adquiere una dimensión humana, intrahistórica, como “marido de doña Pilar de Adornio.”

En “El suplicio caribeño de Fray Juan de Bordón,” las indagaciones genealógicas de un francés de apellido Bourdoin conducen a un laberinto histórico. Contribuyen al misterio una carta enviada “sin leer a la península,” una transcripción parcial de un informe oficial, archivos secretos del Santo Oficio y el mutismo del propio fraile Bordón acusado de ser impostor. Intervienen en la ficción dos personas “reales” y vivas–el propio autor y una profesora de la UPR-Bayamón, Elsa Gelpí Baíz, estudiosa del siglo XVI puertorriqueño. La historia se vuelve un rompecabezas cuyas piezas están dispersas, y aun encubiertas, aun más para el historiador puertorriqueño, que no tiene a su disposición los documentos de su patrimonio. Callada por la censura, el saqueo y el fuego, la historia guarda secretos que son la frustración del historiador pero la inspiración del novelista.

En su ensayo “La historia como fuente de inspiración literaria” (Hispania 81.1 [1998], 60-63), López Nieves menciona sus propias investigaciones en el Archivo General de Indias de Sevilla y el Arzobispado de San Juan. En la creación de estos cuentos de tema histórico–como así también en su lectura–la ficción y la historia guardan una relación simbiótica, enriqueciéndose mutuamente. Los cuentos nos remiten implícitamente a los libros de historia, y si no encontramos las claves, será por las razones que se deducen en estos cuentos. El contrastar las ficciones con las versiones oficiales permite apreciar el arte de invención, o de subversión, del autor. Si el historiador dice: “sucedió así,” el escritor de ficciones dice: “pudo haber sucedido así.” “El único deber del escritor,” dice López Nieves en el citado ensayo, “es ser verosímil y entretenido… y tener algo que decir.” Esto lo hace de modo excelso en La verdadera muerte de Ponce de León.

FIN


* Publicado en Hispania, Universidad de Georgetown, Wáshington, D.C., Volumen 83, Número 3, sep 2000, pp.483-84.


La Dra. Estelle Irizarry es catedrática de literatura hispánica de la Universidad de Georgetown, en Washington, D.C., EE.UU; autora de 29 libros sobre literatura (9 de ellos sobre literatura puertorriqueña); miembro de número de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y correspondiente de la Real Academia Española; dirigió Hispania, la revista de la Asociación Americana de Profesores de Español y  Portugués, durante los años 1993-2000.


“López Nieves, Luis: La verdadera muerte de Juan Ponce de León”, Estelle Irizarry, Hispania, Universidad de Georgetown, Wáshington, D.C., Estados Unidos, Volumen 83, Número 3, sep 2000, pp.483-84.


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