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Luis López Nieves:
la convicción del escritor puertorriqueño indócil

Rubén Darío Jaimes
Universidad Simón Bolívar, Venezuela


Cuando René Marqués pensó en su teoría del puertorriqueño dócil tal vez pudo prever que en el fondo de su discurso estaba implícita la réplica a tal explicación de la sociedad puertorriqueña.  Ese carácter pasivo, sumiso, obediente, manso, con el cual trataba de explicar una especie de designio histórico insular exigía implícitamente respuestas que bien llegarían en el fecundo diálogo con las generaciones posteriores.  El autor de La carreta, indudable bastión de la puertorriqueñidad, participaba de una necesidad colectiva de interpretar la compleja situación de la sociedad boricua, una pasión para innumerables escritores que, con diversos tonos y estrategias discursivas, han consolidado una extraordinaria literatura nacional.  Los autores son expresiones de su tiempo y sus discursos son legatarios de su momento, pero el diálogo que establecen siempre salta las barreras cronológicas para instaurarse en el alma de los pueblos.

Uno de los interlocutores más interesantes y originales sobre la puertorriqueñidad es, sin duda alguna, Luis López Nieves, quien con una escritura limpia y atrevida irrumpe en el panorama literario insular con una propuesta desenfadada, retadora, embriagante y contundente.  Y digo irrumpe por la manera como logra abrirse un espacio dentro del campo cultural boricua en 1983 con su relato Seva: Historia de la primera invasión norteamericana de la isla de Puerto Rico ocurrida en mayo de 1898, un texto que se instala en el lugar de los grandes mitos nacionales de la modernidad.

La recepción de Seva como un impacto noble en la memoria histórica colocó en tela de juicio la veracidad del discurso histórico para declarar a viva voz que la verosimilitud de la ficción también tiene su dimensión en la realidad.  Ante un discurso que hablaba de docilidad del puertorriqueño, envuelto en la tristeza por la ausencia de una épica nacional, en la distancia de unos estudios que realizaba para su Doctorado en Literatura Comparada en la Universidad de Stony Brook en Nueva York,  Luis López Nieves decide construirse una epopeya boricua a su gusto y deseo, que permitiera encontrar en un momento cardinal de la historia de la isla las metáforas del complejo presente colonial.

Aquella pulsión escritural que lo conmovió en su fibra narrativa sembró el germen de un relato (cuento, novela corta, en definitiva texto, para no entrar en discusiones sobre el género literario) que iniciaría lo que él denomina “historia trocada”.  El pasado es rescrito con la maquiavélica precisión de un escritor que ha invertido su vocación noctámbula en apropiarse de las historias contadas por los más disímiles autores de todos los tiempos.  Se percibe en la construcción de Seva la pericia del amanuense que conoce el oficio de la palabra, la meticulosidad del relojero que calibra los engranajes para que el artefacto cumpla su cometido, la sagacidad del cazador que encuentra el lugar y el momento exactos para actuar, y la travesura del infante que no se conforma con las explicaciones superficiales y que decide hacerse sentir.

La investigación en torno a los crímenes del Cerro Maravilla y el libro sobre las revueltas de esclavos en Puerto Rico.  Una fuerte intuición me dijo que éste era el momento para publicar Seva, porque es obvio que los puertorriqueños ya no nos creemos lo que nos han dicho oficialmente toda la vida.  Ahora sabemos que no somos dóciles e impotentes y es obvio, por tanto, que necesitamos una literatura que evidencie esta nueva forma de vernos a nosotros mismos. (López Nieves 73)

 

De tal manera que no debe extrañarnos que la publicación del texto en el suplemento En rojo del periódico Claridad en diciembre de 1983 haya conmocionado de tal manera la sociedad puertorriqueña.  Leer un cuento como si fuera un reportaje, con el perfecto engranaje de todos los elementos del género periodístico, con un tema tan trascendental para la identidad nacional, bien explica las reacciones del colectivo: desde las más variadas manifestaciones públicas (incluyendo los graffiti que pedían que el personaje de ficción, el Dr. Víctor Cabañas, apareciera; o las cruces que colocaron en la base militar norteamericana con la inscripción “Seva vive”) hasta la indignación individual de intelectuales y artistas nos confirman que el hechizo de la maestría en el arte de contar surtió su efecto y le ganó de entrada  a López Nieves un lugar privilegiado en la literatura boricua.

Con Seva se confirma la creencia de que los libros una vez publicados adquieren vida propia y ya no dependen de su autor.  Tanto los productos culturales que nacieron a raíz de este texto como la propia transformación de la narración en un libro son una muestra de ello.  Encontrarse con Seva resulta ser una experiencia lúdica, envolvente, fascinante, y hay que tener muchísimo cuidado porque en algún momento bien que pudiéramos quedar atrapados por el efecto de verosimilitud, y es que la carta al editor, la correspondencia entre el Luis López Nieves ficcional y el Dr. Víctor Cabañas, los mapas, las páginas del Diario del General Miles, la declaración jurada, las fotografías… nos dejan a merced de un pasado ciertamente posible desde el anhelo.

Como Seva ya tiene vida propia, la vocación y la disciplina literaria retan al escritor para producir una segunda obra: Escribir para Rafa, un libro de cuentos donde el autor hace gala de su experiencia y pasión por la narrativa breve. Escribir para Rafa es  la expresión clara de que el oficio del escritor debe abordar las diferentes dimensiones de su realidad cultural.  En esta obra encontramos una variedad de texturas y tonalidades que no se amedrenta ante las exigencias de una imaginación desbordada, impenitente, jocosa, irónica y tan tramposa como su primera obra.

En Escribir para Rafa la cotidianidad adquiere un nuevo perfil, ya no es trocar la historia sino escribir las historias pequeñas del día a día desde la otra mirada, la mirada lúdica del escritor.  La riqueza de esta obra merecería un espacio aparte que, por las limitaciones de una presentación de este tipo, me limitaré a esbozar algunos trazos de su estilística en dos de sus cuentos. Comencemos por escuchar una de las voces dentro del texto para darnos una idea de la versatilidad del discurso, ella nos dará una imagen de lo que lo que es apropiarse de las voces del colectivo:

Para ser linda hay que sufrir.

Eso lo sé yo hace un reguerete de siglos, aunque en esta cárcel parece que nadie, repito, na-die, lo sabe. Ay, miren, yo me voy a poner ma-al.  Está bien, está bien, yo sólo tengo trece años, como dicen e-llos.  Pero yo sé de sicología y de los problemas de la mente, de los horripilantes traumas espantosos que le dan a una cuando el marido te deja por una mujer más joven o una amiga te da la puñalada traicionera por la espalda o cuando… cuando le llega a una la menopausia y el esposo no comprende.  Yo sé de eso porque yo leo y contesto to-dos los cuestionarios que salen en las revistas que saben de estas cosas.  Por eso yo sé que debo estar al borde de la neu-ro-sis, porque hace semanas, meses o tal vez años que no puedo sonreírme con nadie.  Ya no me divierto con el entusiasmo de los tiempos de antes.  Como que me canso. (López Nieves 55)

La voz de la adolescente alienada por una cultura de masas en una sociedad consumista convive con las voces de un filósofo incomunicado, un vendedor de pistolas que con su humor encuentra la muerte y le devuelve las ganas de vivir a un potencial suicida, la actriz envejecida que sólo sobre las tablas recobra la juventud y la belleza, o un hombre que se presta para la tarea de escribirle las cartas eróticas a un amigo que luego se las enviará a la novia como si fueran propias.

En este último relato vale destacar un recurso discursivo que López Nieves maneja de manera magistral: el género epistolar, el cartearse, el tránsito de las cartas (públicas o privadas).  Este recurso lo emplea desde su primera obra y logra desarrollarlo a tal grado de sofisticación que, en el momento de dar el salto para la escritura de su primera novela, El corazón de Voltaire, lo hace aprovechando la inmediatez y fluidez de su versión neomilenaria: el correo electrónico.  Y es que utilizar el género epistolar (tradicional o digital) lleva consigo el gesto confidencial-infidencial, la complicidad, el develamiento, el chisme, la historia pequeña, la intimidad.  Pero, López Nieves es tramposo por convicción, motivo por el cual nos quedan múltiples hipótesis sobre lo sucedido entre Rafa, Luis Miranda y su novia.  Escribir para Rafa es, en definitiva, una provocación al lector, una experiencia que rescata en su esencia primigenia la literatura como diversión, entretenimiento, disfrute y, tal vez, vacilón.

Una pregunta absolutamente pertinente en este momento está referida a identificar algunos de los responsables de haber forjado en nuestro escritor esta vocación escritural tan irreverente, porque hay que decir que en alguna oportunidad él mismo nos confió que las generaciones de escritores tienen dos opciones: matar a sus patriarcas o sentarse al lado de ellos.  Pues en el caso de López Nieves hay que nombrar a tres pilares de la literatura puertorriqueña: en primer lugar, a René Marqués y a Pedro Juan Soto, por haber participado en sus talleres literarios; y en segundo lugar, a José Luis González, con quien tuvo contacto en México.  La decisión de nuestro escritor fue sentarse al lado de quienes se habían ganado un lugar de honor en las letras nacionales por la calidad de sus obras.  Vale la pena acotar que José Luis González desmonta el discurso del puertorriqueño dócil  a partir de la publicación de El país de cuatro pisos, donde ubica los fermentos de la identidad nacional puertorriqueña en el mundo mestizo del siglo XVIII.  Por otra parte, es conveniente recordar que su obra La llegada dialoga con Seva al tener una visión diferente del momento del arribo norteamericano a finales del siglo XIX.  Luis López Nieves supo sentarse al lado de sus maestros con una voz y una mirada propias.

La publicación de su tercera obra, La verdadera muerte de Juan Ponce de León, que le valió el Premio Nacional de Literatura en el año 2000, además de ser una picardía al involucrar en la historia a uno de sus dos ascendentes más destacados, el otro es Cristóbal Colón (véase el árbol genealógico del autor en ciudadseva.com), representa un salto conceptual en la reescritura de la historia insular.  En la generación de los setenta la novelística histórica puertorriqueña se centra en el siglo XVIII como cronotopo en la configuración de la identidad nacional, en la misma perspectiva adonde apunta José Luis González.  Pues López Nieves decide desplazarse nuevamente en el tiempo para develar los personajes arquetipales del siglo XVI que, además de parecer estrafalarios, también formaron parte del proceso de configuración de lo puertorriqueño.

En La verdadera muerte de Juan Ponce de León encontramos una serie de cinco cuentos que nos brinda otra mirada del tiempo colonial.  El mundo mulato, el bullicio y las revueltas que la novelística asignaba a los relatos del siglo XVIII, ceden su espacio a un San Juan Bautista con tensiones de diverso signo.  Nuevamente los manuscritos, las cartas, los diarios son los percutores de unas narraciones que permiten reconocer como puertorriqueños a esos personajes que parecían tan distantes de la identidad nacional.  En el epílogo de la obra resalta claramente la pulsión escritural de un narrador obsesionado por encontrar desde su irreverencia el pasado.  Luego de una conferencia sobre genealogía de la doctora Elsa Gelpí Báez en 1990 sobre unos documentos del siglo XVI el autor nos dice que:

Esa noche comencé una serie de reflexiones que aún no terminan, y gracias a las cuales he llegado a importantes conclusiones.  He descubierto, por ejemplo, que la época de la conquista es el siglo literario por excelencia del Caribe.  Como la Grecia del Siglo de Oro, la Arabia de Las mil y una noches o el París del siglo XIX, no requiere introducción.  Cualquier lector culto se ubica de inmediato: ya tiene una imagen general de cómo estos personajes visten, hablan, rezan y viven.  El siglo XVI es nuestro período histórico más universal. (López Nieves 135)

 

“El gran secreto de Cristóbal Colón” tiene la magistralidad de contar una historia archiconocida y darle una viraje en las últimas cuatro líneas para hacernos repensar el ayer; “El Conde de Ovando” nos deja ver la llegada de posturas heterodoxas a las tierras recién descubiertas, contrario a la creencia de que quienes llegaron a la América fueron monolíticamente creyentes del modelo propuesto por las Santas Majestades; “La verdadera muerte de Juan Ponce de León” nos advierte que los españoles también fueron presa muchas veces del ingenio y el espíritu indómito de los amerindios, por lo cual éstos también participaron en la construcción de nuestro pasado y nuestro presente; “La última noche de Rodrigo de las Nieves” devela las ironías de la historia, al contarnos cómo los juegos de la vida pueden condenar a un valiente a ser recordado como un traidor, negándonos de esta forma la presencia de héroes en nuestra historia; y finalmente, “El suplicio caribeño de fray Juan de Bordón” nos muestra desde la ficción uno de esos pasajes extraordinarios que conforman nuestra memoria colectiva, pero que han sido olvidados o han permanecido ocultos por la historia oficial.

Como hemos podido observar hasta el momento, Luis López Nieves es un cultor de la narrativa breve, del cuento.  Tal aspecto se puede rastrear a lo largo de su trayectoria no solamente como cuentista sino también como promotor de la escritura creativa.  Han alcanzado reconocimiento sus talleres literarios así como la Maestría de Creación Literaria de la Universidad del Sagrado Corazón de la cual es Director, institución que le otorgó el merecido puesto de Escritor Residente. Hoy en día solamente existen dos escritores con esta distinción: Edgardo Rodríguez Juliá y Luis López Nieves, quienes ostentan un privilegio que en la isla únicamente tiene como antecedentes a Juan Ramón Jiménez y a Francisco Matos Paoli.

Pues bien, ya madurado el arte de narrar a tal grado de magistralidad el salto natural, no por ello fácil o exento de peligros, puesto que muchos narradores han fracasado en el intento, Luis López Nieves nos ofrece su primera novela, El corazón de Voltaire, publicada por la Editorial Norma, obra que le hace acreedor nuevamente el Premio Nacional de Literatura en el año 2006.

Firme en su convicción de que el mejor aporte a la puertorriqueñidad es producir una obra de alta factura literaria, nuestro escritor lleva al papel otra versión inquietante del ayer, forjada con el arte desarrollado hasta el momento y apropiándose de un lenguaje absolutamente contemporáneo.  El corazón de Voltaire está escrito en su totalidad con correos electrónicos, develando un episodio desconocido del pasado, donde una figura de primer orden en los acontecimientos de la Europa del XVIII es tomado como un ente ficcional para poner nuevamente en tela de juicio nuestro conocimiento del pasado.

Esta novela adquiere el vertiginoso ritmo de los correos electrónicos, ya no existe la mediación dilatada del correo postal, ahora el elemento tecnológico obliga a que los hechos sucedan de manera inmediata y por demás avasallante, lo que logra atrapar al lector en un ritmo de lectura que nos hace olvidar que estamos en presencia de una novela y no de uno de los cuentos que hay que leer de una sola sentada.  Podemos decir con propiedad, sin temor a equivocarnos, que con López Nieves uno nunca sabe dónde viene la trampa de su escritura.

“Ahora le toca al gobierno explicar: ¿Dónde está el doctor Víctor Cabañas?” son las últimas líneas de Seva. ¿Es auténtico el corazón de Voltaire que guarda la Biblioteca Nacional? ¿Dónde están los restos de monsieur Voltaire? Estas son las dos preguntas que impregnan a la novela con ese aire de desconfianza ante los emblemas y los discursos de la nacionalidad.

Un episodio fortuito, un elemento accidental, un dato dejado al aire, una curiosidad por un detalle, y Luis López Nieves no pierde la oportunidad para detonar los cimientos de esas verdades que son repetidas ritualísticamente por las voces oficiales para convencernos de que el pasado fue de tal o cual manera.

En El corazón de Voltaire los silencios se transforman en susurros y silbidos para que estemos atentos ante la rapidez de los acontecimientos, ante los episodios que pudieron ser y que desconocemos, pero que podemos rescatar a través de la alucinante experiencia de la lectura de estas otras versiones del pasado y de la cotidianidad.

No debemos asombrarnos ante el formidable suceso editorial que ha sido en toda nuestra América la publicación de El corazón de Voltaire por la Editorial Norma, puesto que la convicción literaria de un escritor puertorriqueño indócil, como es Luis López Nieves, le ha conferido en su trabajo a favor de una literatura boricua sólida y de alta calidad la experticia en ese arte de narrar esas páginas que la historia nunca quiso incluir, pero que los lectores agradecemos porque la ficción tiene ese poder de atrapar, conmover, divertir y hacernos repensar los diferentes componentes de nuestra realidad cotidiana.

FIN


“Luis López Nieves: la convicción del escritor puertorriqueño indócil”, Rubén Darío Jaimes, Universidad Simón Bolívar, Venezuela. Presentación de “Charla con el escritor Luis López Nieves”, realizada en el Auditorio Úslar del IESA, Caracas, Venezuela, 15 noviembre 2007.


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