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Luis López Nieves: Una presentación sin título

Mario R. Cancel


Luis López Nieves nació en 1950. Es doctor en Literatura Comparada de la Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook, título que obtuvo en 1980. Como buena parte de los episodios de su vida, aquel se constituyó en un emblema. Luis fue el primer candidato en entregar una novela como tesis doctoral. Se trataba de La felicidad excesiva de Alejandro Príncipe, inédita al día de hoy. Se trata de un precedente de singular importancia para comprender su carrera literaria

En 1980 convergían en su personalidad una variedad de tradiciones. Desde el niño genio al bohemio aventurero del Greenwich Village, la distancia fue corta. Dos procesos modelaron al escritor y sintetizaron la peculiar vida pícara del joven Luis. A principios de la década del 1970 había participado de los talleres de creación de René Marqués y Pedro Juan Soto, dos maestros acrimoniosos asociados a la Generación del 1950. Por otro lado, el joven mantuvo un intenso contacto con el periodismo y el activismo político en el momento de giro sociocultural más importante de todo el siglo 20. La revolución de los medios y la crisis general del 1970, interpretaría un historiador cultural, fueron apropiadas de modo original por este escritor. Con el texto “Ese maldito hielo” debuta como narrador en Claridad en 1973. Su contacto en México con José Luis González en 1974 lo marcará de manera decisiva.

De allí a esta parte Luis ha sido profesor de estudios hispánicos, de ética, de comunicaciones y escritura para los medios y de escritura creativa. La tarea docente ha sido combinada con el trabajo de traductor, editor de libros para hispanos y de revistas como Cupey y Talleres. Luis también ha sido guionista, comentarista literario en televisión y sobre todo, un comprometido animador de la tradición de los talleres de narrativa. Todo ello lo divorció de la noción tradicional del literato que la intelectualidad heredó de la Generación del 1930.

El significado de Luis para un sector de los escritores más recientes tiene mucha relación con ese hecho. Luis no es un hispanista en el sentido estricto de la palabra. Es un universalista en el sentido europeo e ilustrado del término. Su afición por la historia y por la genealogía, la constante afirmación del valor de la lectura de los clásicos, y su mirada del trabajo creativo como una disciplina, ofrecen una pista interesante sobre su labor. Entiendo a Luis como un escritor para la praxis, para quien la obra escrita o el texto es un monumento. El cuento o la novela son el producto de un trabajo escrupuloso rayano en la compulsión. La minuciosidad es un asunto que compete a la perfección formal de la obra. Pero también está relacionada con la imaginación de intrigas absorbentes y relatos redondos en donde nada esté de más ni de menos. Eso fue lo que Seymour Menton designó como perfección en El corazón de Voltaire en una conversación pública el pasado año.

Cuando en 1995 Luis creó el portal electrónico Ciudad Seva y su biblioteca digital, estableció otra pauta que se ha impuesto en la escritura reciente: la literatura penetró la virtualidad y viceversa.. Por si eso fuera poco, en el 2000 fundó una Maestría en Redacción para los Medios en la Universidad del Sagrado Corazón. Y en 2004 culminó un sueño inventando una Maestría en Creación Literaria para la misma institución. En ambos casos se trataba de proyectos inéditos y originales. Su nombramiento como Escritor Residente de la Universidad del Sagrado Corazón, es un reconocimiento de la labor cumplida.

La revolución de la escritura que se manufacturó en el país a mediados de la década del 1980, tiene en Luis una piedra angular. La narrativa del 1970 caminó hacia la frontera del anticlasiscismo por medio del juego con una variedad de sociolectos populares. Un rasgo dominante de aquella escritura fue la parodia y la carnavalización de un presente de crisis por medio de la agresión althusseriana a los medios masivos de comunicación en el momento de maduración de la era de la información. El espíritu paródico dependió de la confianza de los escritores en la posibilidad de recuperar una historia verdadera que suponían robada a la nación y desvirtuada por el capitalismo y el mundo mediático.

Luis trabajó el problema de un modo distinto. El recurso a la “historia trocada” o la “ucronía” no fue menos paródico, pero la recuperación de una historia verdadera perdió parte de su atractivo. Bastaba con una historia falsa que sustituyera la otra. El ejercicio le puso en la frontera de la narrativa histórica y la ficcionalización pasatista. Si hubiese un subgénero contrapuesto a la ciencia ficción futurista, algunas narraciones de Luis serían el mejor modelo.

El conjunto de su obra puede servir de índice para comprender el vuelco que ha dado la narrativa nacional en los últimos 26 años. El cuento Seva, aparecido en Claridad en 1983 y en forma de libro en 1984, jugó con la performatividad metodológica y discursiva de los historiadores modernos. La revisión irónica de la tristemente trágica fisura del 1898 fue un acto genial que confundió y molestó a mucha gente.

Escribir para Rafa, publicado en 1987 fue, por mucho su colección más arraigada en la tradición discursiva de la generación del 1970. Igual que “El telefónico” puede ser leído como una curiosa parodia de la incomunicación en la postmodernidad; “Las confesiones de Miñi” elaboraba una serie de ficciones identitarias cimentadas en las poderosas imágenes de la economía de mercado en la frontera del hiperconsumo.

La verdadera muerte de Juan Ponce de León (2000) le consagró como narrador de ucronías. La mirada elaborada sobre ciertos momentos y conflictos emblemáticos del siglo 16, uno de los monumentos de la identidad nacional, domina la colección. El libro también puede leerse como un comentario de las tensiones entre la Iglesia y el Estado, o como una diatriba directa contra el Obispo Agustino Diego de Salamanca (1577-1587). El relato “El conde de Ovando,” que le ganó el primer Premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña es el mejor modelo de ello. El clásico “La verdadera muerte de Juan Ponce de León,” por otro lado, es un texto mediador en el debate epistolar que sostuvieron Alejandro Tapia y Rivera y Ramón E. Betances en torno al indigenismo decimonónico en la década de 1850. Luis estudió en un colegio católico y la imagen que queda en esta colección de esa institución que pulula entre la civilización y la barbarie, es devastadora.

Por fin, El corazón de Voltaire (2005), publicado por editorial Norma en su colección “Literatura o Muerte,” representa su debut público como novelista. La promesa de una novela titulada Recordante la memoria nunca se cumplió. La estructura de El corazón de Voltaire ya estaba prefigurada en textos como Seva, “El suplicio caribeño de Fray Juan de Bordón” y en el relato epistolar “Escribir para Rafa.” El recurso a la sincronía y la combinación de la progresión y la regresión en “El Conde de Ovando” también pueden ser un taller para comprender la complejidad de trabajo más reciente. Una lectura sociológica de esta novela deja al lector con el sabor de que es una apuesta por la fragilidad de los símbolos nacionales y recuerda algún comentario del pensador francés Ernest Renan quien sostenía que el olvido y el engaño también es un componente de la nacionalidad. La novela recibió otro Premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña.

La difusión internacional de la obra de Luis augura una nueva situación para la literatura puertorriqueña en la era global. Al menos eso espero. Sus textos han sido incluidos en Cuentos para ahuyentar el turismo de Vitalina Alfonso y Emilio Jorge Rodríguez, 1991; en El muro y la intemperie de Julio Ortega, en 1989; en El cuento hispanoamericano en el siglo XX preparada por Fernando Burgos en 1997; y en El cuento hispanoamericano de Seymour Menton en el 2003. La traducción de sus obras al neerlandés, alemán, inglés, islandés, italiano y francés, garantizan su consolidación como la voz literaria más importante del país en la era global.

Una postdata que no voy a leer en público

La posdata tiene que ver con mi encuentro personal con Luis. la primera memoria tiene que ver con el encuentro simbólico. El viernes 23 de diciembre de 1983 en horas de la noche leí la versión periodística de Seva en Claridad. Yo era un estudiante de historia expulsado a perpetuidad del sistema universitario tras la violenta huelga de 1981. El escándalo que produjo el cuento me conmovió mucho. Su socio en el affaire Seva, Luis Fernando Coss, había sido un compañero de armas en la resistencia estudiantil. Durante mucho tiempo guardé aquella versión que había anotado hasta que se perdió en algún rincón de la vida bohemia que llevaba por aquel entonces.

Cuando regresé a la universidad en agosto de 1985, un catedrático de historia lanzó una diatriba en torno a aquel relato y a la peligrosidad que aquel juego desacralizador imponía. De un modo u otro, aquel fue el encuentro contencioso. Entonces volví a leer Seva y, como diría dios en el caos, vi que era bueno. Cerca de la navidad de aquel año 1985 leí y anoté “El lado oscuro de la luna” que Luis publicó en la revista Cupey de enero a junio de 1984 que por aquel entonces era dirigida por Emilio Díaz Valcárcel. Tengo la edición dedicada por el Maestro Emilio con quien siempre quise cruzar unas cuantas palabras. El encuentro se convirtió en trasiego de signos dispersos. No conocía personalmente a Luis. Mucho después de eso vi a Luis otra vez en el año 2000 cuando presenté la antología El límite volcado de poesía que preparé con Alberto Martínez-Márquez.

El tiempo no pasa en vano. De la crisis del 1980 al siglo 21 muchas cosas cambiaron. Un encuentro casual en la Universidad del Sagrado Corazón en el 2002 nos puso en contacto otra vez. Luis tuvo la sensibilidad de invitarme a hablar de narrativa en la Escuela Graduada de Creación Literaria de la Universidad del Sagrado Corazón. Se trataba de otra pauta original, emblemática y riesgosa, como todas las de su vida, que para mí significó la consecución de una meta.

Desde entonces he aprendido que, en Luis, el escritor y el ser humano no se compiten ni se cancelan mutuamente. Conviven con la fragilidad y la tensión con que coexisten todas las identidades frágiles del presente. Eso son buenas noticias, sin duda. Son buenas noticias…

FIN


“Luis López Nieves: Una presentación sin título”, Mario R. Cancel, Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, Puerto Rico, 18 octubre 2007.


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