Casa digital del escritor Luis López Nieves


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Para trocar un corazón

Milton Quero Arévalo
Premio Adriano González León 2004, Caracas, Venezuela


Si por un momento nos dijeran que Voltaire no murió en 1778 y que abandonó el “ser” en 1775 para ser el otro, el doble -la alegría de ninguno, pluralidad del embozo que se repite infinitamente como el rostro en un espejo- y que gracias a esta inversión vivió hasta 1790 bajo el nombre de Gustave de Tamerville, no tendríamos ninguna duda en afirmar la insensatez de tal teoría. Pero he aquí que, por maravilla de la ficción, Luis López Nieves nos “troca” la historia, nos revierte los hechos para darle paso a una ficción histórica que nos convence de aquellos sucesos, como si de la historia misma se tratara. Y una vez “trocada”, la historia adquiere infinitos significados. Porque la “historia trocada” es la posibilidad cierta de imaginar otros hechos, o de invertir la tradición, ya que la historia siempre termina siendo una posibilidad de encuentros, o mejor aún, como dijera Roland de Luziers: “La historia no es una ciencia exacta”. Por lo tanto, podemos imaginar con ella cualquier encuentro inexacto, como es el cruce de vidas entre el histórico Voltaire y el ficticio Gustave de Tamerville, lo cual sólo puede ser viable por la limpia ejecución de un escritor de genio, en el único espacio posible, el espacio que delimita su ficción. La “historia trocada” posee una debilidad al igual que toda ficción: Convencer, pero este es uno de los mayores logros de esta inquietante novela. Tal es su poder de persuasión, que una vez cerrado el libro uno comienza a sentir aquella historia como la única posible, y a dudar de la oficial.

El corazón de Voltaire es una de las primeras novelas epistolares concebida por medio de correos electrónicos. La manera de anunciarnos los capítulos viene dada por el asunto. Cuando se abre el correo, allí esta el capítulo, y el mismo dura el tiempo que los personajes se tomen en cartearse. Su estructura se bifurca en microhistorias que van engranando y enriqueciendo la historia cardinal. El lector desciende por una corriente de sucesos que como delta va irrigando toda la historia principal: demostrar que el corazón expuesto en la Biblioteca Nacional es el corazón de Voltaire. Fascinante es la novedosa manera que maneja el autor para construir personajes a través de correos electrónicos. Allí están los caracteres vivos y palpitantes, sus perfiles psicológicos, y con ellos sus circunstancias, a medida que escriben en el ordenador. Recordemos que todo viene dado por e-mail, de modo que cada uno de los personajes que conforman esta novela se desgrana a medida que escribe en su computadora.

El viaje es un elemento que conforma la trama; se viaja virtualmente y se cruzan grandes distancias en el transcurso de la obra. También se viaja al pasado, a los hechos de la historia que son cambiados en beneficio de la ficción novelesca que nos va tejiendo el autor. Los planos de tiempo y espacio se van dando con tal naturalidad, que el lector sonríe ante la simultaneidad de planos que dan forma a la novela. Lo vertiginoso de la trama nos lleva de pronto a Buenos Aires en casa de Cecilia Costa, y de allí a la calle Victoria 495 en San Juan de Puerto Rico, para terminar en Zacatecas, México, presenciando una exhumación.

La simple pregunta del presidente de Brasil sobre una verdad histórica: ¿dónde se encuentran los restos de Voltaire? El hecho de que los miembros de la embajada francesa acreditados en ese país sudamericano parezcan ignorar la respuesta. Estos dos incidentes desatan el arranque de una historia vertiginosa, fascinante y difícil de soltar, donde se cruzan constantemente la verdad histórica y la ficción. Esta novela posee el difícil encanto del equilibrio, ese que permite que sea disfrutada por un lector con pocas “lecturas” y otro informado y con grandes referentes literarios. Esto que parece sencillo, sólo es logrado por grandes maestros; es por ello que esta novela está destinada invariablemente a crecer con cada lectura; no importa de dónde provenga, su destino será un referente de eternidad. La inserción de lo novelesco en la verdad histórica es algo que Luis López Nieves hace con tal maestría que en su ejecución va implícita su modalidad literaria: “historia trocada”.

Veamos por un momento la cartografía de los hechos. La historia inicial es saber si el gobierno francés ha podido dar con los restos del gran filósofo François Marie Arouet, Voltaire. Recordemos que su tumba fue profanada en 1814 por fanáticos nacionalistas, ironías del destino, él que siempre combatió todo tipo de fanatismo. Pues bien, lo que sigue es una sucesión de historias, personajes, ambientes, subtramas, que se desglosan cual Matriuska, llevándonos de una peripecia a otra, sin perder de vista la historia principal. Así vamos de los restos de Voltaire a su corazón, y de allí a la búsqueda de Gabriel Daumart, único descendiente del filosofo por vía materna, para terminar con el cambio de vidas entre el conde de Vire y Voltaire. A lo largo de la novela se irán descubriendo nuevos hechos que enriquecerán la trama, como lo es la introducción del personaje Claude Durieu, quien sostenía que el Voltaire de los últimos años no era Voltaire. No quiero aturdirlos con la cartografía de hechos, pero sí afirmar que lo que sigue es el triunfo de la imaginación y el talento. Van convergiendo historias que, articuladas a la historia madre, van enriqueciendo esta, destilando un efecto multiplicador en toda la novela.

El llamado género novela negra no operó como camisa de fuerza en Luis López Nieves, antes bien, fue un punto de partida para enriquecerlo y dar sus aportes al género, como es el fino humor que destila la novela alrededor de todas sus páginas. Este es un aporte incuestionable de nuestro novelista al género. Recordemos que el mismo suele ser definido como un tipo de narración policíaca en la que la resolución del misterio no es el objetivo principal. Los aportes de López Nieves amplían el género; deliciosas son las intervenciones de Cecilia Costa, la esposa abandonada de Gabriel Daumart, y los toques de ingenuidad de  Frederic Sarre: toda una fina comicidad que es digna del mayor encomio.

Una variedad de temas se entrelazan en esta magnífica novela. Expresados con inteligencia y mesura a los ojos de un lector muy atento, traspasan sin duda el estatuto de novela negra con que la crítica especializada suele rotular este tipo de narraciones. Este es un hallazgo fascinante, que el lector irá descubriendo poco a poco; maravilloso el tema del doble, la duplicidad de la máscara, el juego vertiginoso de ser otro y contemplarse a sí mismo desde el artificio del doble que ejecuta en nuestros dominios nuestras imputaciones, la inversión de la personalidad y de sus múltiples significados, dejar de “ser” para ser ficción, es decir, buscar que la otredad resulte tranquilizadora.
Hoy, 5 de junio de 1775, a los ochenta años de edad, abandono para siempre mi vida como Voltaire y me convierto en conde de Vire. Mi nueva identidad es un regalo de mi amigo Gustave  de Tamerville, a quien dejo en Ferney transformado en Voltaire. Hoy abandono la pluma para siempre. Nací Arouet, fui Voltaire, moriré Tamerville. Soy tan feliz que me da vergüenza.

Voltaire, que siempre anheló ser otro (su anagrama así lo indica), ve realizado este sueño. Lo fascinante es cómo nuestro autor hace coincidir la historia personal con su mecanismo ficcional.

Pero esta mentira “trocada”, este artilugio ficcional que opera con sincopados golpecitos en la psique del lector, encubre una profunda verdad. Una verdad que viene del pasado y se instala en nuestro presente inmediato con la sola mención del nombre de Voltaire: ¿Qué otra cosa se “lee” en esta novela? Además, del acto novelesco per se, también hay que decir que El corazón de Voltaire es un canto a la defensa de la libertad intelectual, a la diversidad ideológica y a la tolerancia religiosa. En resumidas cuentas, esta novela es un alegato en contra del racismo, la xenofobia, la homofobia, el integrismo, el totalitarismo y el fundamentalismo ideológico y religioso, que son algunas manifestaciones de cómo se vulnera la condición humana. Porque llevándonos al pasado López Nieves nos cuenta una verdad absoluta de nuestro tiempo, que está acabando con nuestro futuro y colapsando nuestra relación con él, ya que la tolerancia entendida por Voltaire consistía en que los gobiernos no proscribieran ni prescribieran ningún tipo de religión concreta a sus súbditos, incluso que les permitieran no tener ninguna. Es decir, alcanzar el logro político consistente en un estado laico, bajo cuya tutela imparcial cada ciudadano puede buscar la salvación de su alma como mejor le parezca, todo esto es posible gracias a la bondad literaria de una ficción que se teje en el siglo XXI y que nos lleva a una verdad histórica vivida en el siglo XVIII

Por último, decir que esta novela es entretenida, divertida, imaginativa, es cierto, pero cuidado, ya que la misma tiene el encanto de lo permanente, ese que sólo poseen las grandes novelas destinadas a permanecer. Esa pulsión entre el libro bien escrito, destinado a entretener, y la literatura reservada a perdurar, la posee El corazón de Voltaire, especie de rara avis en el concierto de la literatura latinoamericana que recién inaugura el siglo.

Esta novela perdurará como el viejo corazón de Voltaire.  Al examinarlo después de 200 años, Roland de Luziers pudo admitir que se conservaba en un estado de preservación inaudito. Así se mantendrá esta hermosa novela, cuando el gesto taxonómico de la crítica y del tiempo, que en su tránsito todo lo revela, lo confirme 200 años después.

FIN


“Para trocar un corazón”, Milton Quero Arévalo. Presentación de la novela El corazón de Voltaire, de Luis López Nieves, en la Universidad de Zulia, Maracaibo, Venezuela, 13 de octubre de 2006.


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