Casa digital del escritor Luis López Nieves


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Presentación de la obra de Luis López Nieves

Carmen Dolores Hernández


Siempre he pensado que en el vasto mundo de la literatura se habla de ‘escritores’ un tanto genéricamente, sin mayor cualificación ni distinción. Da lo mismo, aparentemente, que hayan escrito un libro o decenas de ellos: es escritor, se suele decir, y basta. Pero no es lo mismo. Escritores son todos los que escriben, los que han publicado alguna obra con mayor o menor éxito, incluso con gran éxito. Pero de quien tiene uno o dos libros no se puede decir que haya creado un universo literario con espacios de resonancias en que sus obras conversen las unas con las otras o con las de otros escritores.

En la trayectoria de algunos escritores, sin embargo, llega un momento en que se puede hablar de un “autor”, tomando prestado el término de la teoría cinematográfica francesa de los años sesenta. Los críticos de la prestigiosa revista “Cahiers du Cinema” hablaban del “auteur” como de alguien responsable de un universo creativo, alguien que le imponía su sello a las películas que hacía, alguien que transmitía -a través de ellas- una visión particular del mundo.

Luis López Nieves no es meramente un escritor: es un autor. No se trata ya de que haya acertado con su primera obra, Seva, que fue, como todos sabemos, un evento literario de grandes proporciones. El que historiadores serios y gente conocedora haya tomado su ficción sobre un pueblo rebelde ante la invasión norteamericana, un pueblo aniquilado por los invasores, es ya una prueba de su extraordinario poder de persuasión con la escritura, de su pericia en el manejo de estrategias que convencen, de su acierto en identificar un aspecto muy sensible de la siquis puertorriqueña. En otras palabras, él supo poner el dedo en la llaga sangrante de una frustración largamente sustentada y de unas apetencias de heroísmo tan fuertes que hubo un “reconocimiento” general de la validez o conveniencia del planteamiento que hacía allí el autor. (Y uso la palabra “reconocimiento” en el sentido clásico que le dio Aristóteles en su “Poética” al hablar de la ‘anagnorisis’ o toma de conciencia de una identidad o de una verdad y del sentimiento que parte de ese cambio en el pensamiento, tan fuerte que altera el curso de los acontecimientos.) Seva tocó esa fibra irredenta, llevando a los lectores a identificarse con los reclamos reivindicativos del texto al presentar una heroicidad que no existió documentadamente (y que, por cierto, no tenía por qué existir dadas las condiciones sociopolíticas del momento y el desafecto con España, provocado por las propias acciones tiránicas de aquella metrópoli).

Aún así, si Luis López Nieves se hubiera quedado con ese solo relato, hubiera sido siempre un escritor interesante, pero no un autor. Afortunadamente para todos aquéllos que nos definimos como lectores, siguió escribiendo, siguió poblando nuestro mundo literario con sus visiones retantes, alternas, novedosas. Y publicó en 1987 los cuentos de Escribir para Rafa; en 2000 los de La verdadera muerte de Juan Ponce de León; en el 2005 su primera novela, El corazón de Voltaire y ahora El silencio de Galileo (por el camino editó también, en 1997, Te traigo un cuento que reúne varios de los gestados en el taller de cuento que dirigía en la Universidad del Sagrado Corazón, y que hoy es una Maestría en Creación Literaria).

Situados ante esta obra, nos situamos ante un universo literario repleto de personajes, muchos históricos, que se imponen sobre lo que conocemos de ellos por otras vías. La hazaña es extraordinaria. El que la muerte de Juan Ponce de León, por ejemplo, haya sido tan diferente a la anunciada por los historiadores y el que Luis López Nieves logre persuadirnos de la plausibilidad de tal visión alterna respecto a la figura que conocemos desde la escuela no es algo que suceda al azar. Es el fruto del talento conjugado con una visión muy personal de los acontecimientos y su encadenamiento, y con unas investigaciones y lecturas históricas extensas en las que López Nieves ha sabido buscar no sólo los datos escuetos y las fechas, sino también las pasiones que subyacen a los hechos, los múltiples caminos posibles mediante los cuales se ha llegado a los acontecimientos, muchos de los cuales han permanecido inexplorados.

Siempre hay, debajo de los hechos históricos y al margen de éstos, toda una red de relaciones, interconexiones, causalidades y proximidades que ignoran –o descartan- los historiadores. Ese sustrato es la materia prima para López Nieves, que sabe usarla para sus propósitos literarios, conectando, de paso, con toda una corriente de posibilidades truncadas que constituye –desde hace muy poco tiempo- una vertiente fascinante de la disciplina histórica. En un libro reciente editado por un historiador reputado, Andrew Roberts: What Might Have Been: Imaginary History from Twelve Leading Historians, Robert Cowley se pregunta qué hubiera pasado si Benedict Arnold no hubiera sido juzgado como espía y hubiera podido conseguir que Inglaterra sofocara la revolución americana; Adam Zamoyski se pregunta qué hubiera pasado si Napoleón no hubiera sido derrotado en Rusia; Norman Stone se pregunta qué hubiera pasado si el Archiduque Francisco Fernando no hubiera muerto asesinado en Sarajevo y Conrad Black se pregunta qué hubiera pasado si los japoneses no hubieran atacado a Pearl Harbor. El ejercicio es útil, incluso desde un punto de vista puramente histórico, porque estudiar las coyunturas de los hechos y las causalidades que los generan ayuda a entender cuán intrincado, vasto e impredecible es el tejido histórico en sí y sirve también para subrayar la importancia de ciertos personajes o hechos que hubieran podido alterar la andadura del ser humano sobre la tierra. Existe, de hecho, un nombre para tales ejercicios: “counterfactual history” o historia virtual.

Aparte de entrar en ese universo fascinante con su literatura, labrándose un lugar singular en nuestra historia literaria, Luis López Nieves ha ido expandiendo su alcance temático. Desde El corazón de Voltaire ha enfocado en Europa, cuya historia –al igual que la del Medio Oriente y la del Asia Menor- conoce muy bien este novelista, como pudimos comprobar por sus columnas de “Mirador”, en El Nuevo Día, las divertidas –y analíticas- “Cartas Bizantinas”.

Resulta pues, interesante que López Nieves, desde Puerto Rico, no sólo haya recogido la corriente virtual de la novísima historia, sino también los amplios horizontes de la novísima literatura. Reclamando para su temática el mundo entero y sus diferentes edades, se ha independizado de la servidumbre a los intereses puramente locales en sus dos novelas, situadas ambas en Europa, aunque siempre con apoyos caribeños. ¿No es esto lo que han reclamado también los del ‘crack’ mexicano y los del ‘McOndo’ chileno? Si nuestro país tuviera medios menos limitados de difusión de su producción cultural, esta obra seguramente sería ampliamente reconocida por la originalidad de sus planteamientos. Ahora, con la Editorial Norma y su gran capacidad de difusión, posiblemente consiga ese reconocimiento extra-isleño, como ha conseguido difusión mundial el Volpi que exploró la Alemania de Hitler en En busca de Klingsor; el Pedro Ángel Palou que se adentró por los archivos secretos del Vaticano de Pío XI en El dinero del diablo o el Padilla que se trasladó al Himalaya, extrañamente asociado a una obra maestra prerrenacentista, en La gruta del toscano. López Nieves es nuestra respuesta boricua a tales creadores. Como ellos, y aún antes que ellos, rompió el cerco temático que ha enmarcado a nuestra literatura, anclándola en lo local, para darle una amplitud sugerente.

Por último, si consideramos la función del escritor en la sociedad, su papel como intérprete de la realidad, el de López Nieves ha resultado fundamental para la nuestra. El novelista, ha dicho Vargas Llosa, cuenta la verdad de las mentiras, aquello que no figura en los documentos pero que está allí, escondido, latente, listo para ser expuesto. “Sólo la literatura dispone de las técnicas y poderes para destilar ese delicado elíxir de la vida: la verdad escondida en el corazón de las mentiras humanas”, escribió el peruano en el prólogo del libro que lleva ese título, en el que analiza 25 novelas de importancia extraordinaria. La verdad que expresan, dice Vargas Llosa, depende “de su propia capacidad de persuasión, de la fuerza comunicativa de su fantasía, de la habilidad de su magia”.

El novelista nos hace ver el mundo no como es, sino como podría ser. Su poder no depende de la fuerza ni del dinero, sino de la imaginación. Es el poder de los sueños que se hace real en la escritura. Su mirada (lo ha dicho también Vargas Llosa), resulta subversiva porque engendra la insatisfacción con el status quo, con lo prescrito y con lo consabido. Nos impele a buscar lo que está más allá de lo establecido, de lo factual. La realidad entonces se tambalea, no puede ser ya el rasero único de nuestra experiencia. En ese sentido un buen escritor -este escritor- es un provocador que nos mueve a buscar alternativas y nos salva de la chatura de la vida sin horizontes. También nos salva, como lo ha hecho una y otra vez López Nieves, del aburrimiento, el más letal de todos los estados del hombre. El humor, siempre presente en su escritura, garantiza su vitalidad. Enhorabuena, pues, Luis, por esta nueva adición a un universo literario que, después del Big Bang de Seva, no ha hecho sino crecer y expandirse.

FIN


“Presentación de la obra de Luis López Nieves”, Carmen Dolores Hernández, El Nuevo Día, San Juan de Puerto Rico. Ponencia leída durante el “Conversatorio con Luis López Nieves sobre El silencio de Galileo”, en la Universidad del Sagrado Corazón, 28 agosto 2009.


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