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20 Dec 2013

“Seva” treinta años después

Seva” treinta años después
Por Miguel A. Ayala
sevavive
“Seva” Historia de la primera invasión norteamericana de la isla de Puerto Rico en mayo de 1898

Hace casi treinta años, el 23 de diciembre de 1983, se publicó en el suplemento En Rojo del semanario Claridad el relato “Seva” de Luis López Nieves. La entrega provocó una conmoción de grandes proporciones; para ser precisos, digamos, que fue una hecatombe lo que esta causó. Este tipo de evento es la excepción a la regla. Cuántas veces un libro o un cuento ha logrado captar la atención de la prensa escrita, la radio y la televisión y, se dice que hubo quienes intentaron entrevistar a la dulce nieta del general Miles. Me parece, si la memoria no me falla, que nunca sucedió.
 
Los fenómenos de esa magnitud no se dan de la nada ni así porque así, Seva no fue la excepción y contó con una serie de elementos que propiciaron su formación. El primero de estos es la calidad del escrito; otro factor determinante lo fue nuestra condición política. Otro, que sin duda fue medular para que se produjera el fenómeno fue el momento histórico en que se publicó. Centroamérica ardía en llamas, se rumoraba que el gobierno estadounidense planeaba enviar a la Guardia Nacional de Puerto Rico a Honduras para apoyar a los Contras y en octubre se había consumado la invasión a Granada. También, jugó un rol trascendental la escasa cantidad de héroes y modelos con que cuenta nuestro imaginario sicosocial. Y no es que carezcamos de héroes y personajes históricos dignos de emular; digamos, por el momento, que aún no hemos podido conocerlos. Además, hubo otro elemento que sirvió como argamasa y que facilitó que todas las piezas encajaran en su sitio: el desconocimiento craso que tenemos sobre nuestra historia.
 
Como seguramente el lector habrá advertido, discutir detalladamente los factores que incidieron en la conformación del fenómeno Seva requiere un esfuerzo monumental que excede, por mucho, nuestros recursos. Mas, lo que sí podemos hacer es discutir someramente algunos factores y verter algo de luz sobre las coordenadas de otros. Nos parece que, después de todo, lo importante, es no dejar escapar esta coyuntura histórica y celebrar que al cabo de treinta años… ¡Seva vive!
 
Démosle una mirada al relato. Este comienza con una carta de Luis López Nieves dirigida al Director de Claridad. En esta, le informa sobre un primer intento (que no rindió frutos) de la Armada estadounidense de invadir la Isla por la costa este del país, en mayo de 1898. También le expresa a los directivos del periódico su preocupación por la suerte que pueda haber corrido su amigo Víctor Cabañas; este fue quién descubrió el suceso que, hasta ese entonces, había sido borrado de la historia.
 
Esa carta deja al descubierto un gran misterio y le sirve al narrador como un excelente gancho con el que se adueña de la atención del lector. Esto es posible gracias a la forma en que se nos da por enterados sobre qué trata el cuento. De esta manera comienza a conformarse el huracán que nos azotó en diciembre de 1983. Y esto aconteció sin que una gran cantidad de lectores notaran que Seva, en efecto, se publicó en En Rojo, cuando un descubrimiento de esa magnitud debió publicarse en la primera plana.
 
La próxima pieza de evidencia que el narrador nos presenta es una carta escrita a modo de diario en la que el Dr. Víctor Cabañas le revela a López Nieves varios datos relevantes al misterio. El primero, es la manera en que se va a desarrollar la trama: “Te enviaré por correo, pues, resúmenes esporádicos de mis actividades y descubrimientos”1. El segundo, tiene que ver con la forma en que comienza a sospechar que algo no concuerda con la historia que conocemos y para esto utiliza el nombre de un intelectual de primer orden, el Dr. Marcelino Canino, y una de sus publicaciones: El cantar folklórico de Puerto Rico2. Además, se nos presenta a Jaime Rodríguez para crear una buena mezcla de hechos y nombres reales y ficticios que le sirven para mantenernos alelados mientras prepara la escena para abrirle espacio a la nieta del General Miles y lo que esta puede ofrecernos: el documento que habrá de cambiar la historia. También vale destacar la selección de palabras que utiliza el narrador; estas le sirven para darle un sentido de urgencia al asunto y a la vez le son útiles para contagiarnos con el tempo del escrito y así evitar que nos vaya a dar con salirnos de la lectura para consultar las fuentes que bien podrían corroborar o, en este caso, desmentir lo que se nos está contando.
 
Podemos decir que el narrador ha preparado la mesa para servirnos el plato principal: el diario del General Miles. Y, al igual que la misiva de Cabañas, este va al grano en las primeras dos oraciones. Primero, confirma que hubo un intento para invadir Seva o Ceiba el 5 de mayo de 1898. E inmediatamente nos indica: “Pero sufrimos un revés”3. Me parece que con estos datos el narrador, que en esta ocasión es el Comandante de las fuerzas invasoras por medio de su diario, nos da un empujoncito hacia el centro de un torbellino del que pocos, muy pocos, lograron escapar.
 
Imagínese usted a 721 hombres, mujeres y niños defendiéndose y defendiendo a Seva con garras y dientes como queriendo evocar la batalla de Termópilas. Poco más de setecientos seres humanos que lograron repeler y mantener acorraladas, durante poco más de un mes, a cerca de mil tropas estadounidenses. Esta es la imagen perfecta que falta para rellenar el blanco que, a nuestro entender, hay en nuestro imaginario entre el Grito de Lares de 1868 y la Revolución Nacionalista de octubre de 1950. También, es la imagen precisa con la que el narrador se adueñó de nuestros sentidos.
 
Así Seva se apoderó de nuestros sentidos arrastrándonos entre giros y vueltas hasta dejarnos frente a la entrada en el diario del General, correspondiente al 11 de julio de 1898; en esta se nos presenta a Luis M. Rivera dispuesto a cooperar con las fuerzas invasoras. Luego, una vez más, hace referencia a esta persona diciéndonos… “Por otro lado, no es difícil adivinar quién es Luis M. Rivera ya que los norteamericanos nunca han podido entender que nuestro segundo apellido es el materno”4. Una de las virtudes de este relato es que el narrador, una vez más, ha sabido elegir el momento preciso; esta vez para echarle sal a la herida. Se sabe que uno de los principales proyectos de política pública de Luis Muñoz Marín fue primero, rescatar y luego ensalzar la imagen de su padre. Y el texto insinúa o da cabida a interpretar que se está haciendo referencia a Luis Muñoz Rivera o a cualquier otro Luis M. Rivera. Este es otro de los signos que identifican un texto de calidad como bien señalan críticos del calibre de Umberto Ecco.
 
La importancia de este recurso es que de la misma manera que abre las puertas a varias interpretaciones, también abre las puertas a una gran polémica, ya que la interpretación que parece ser obvia da al traste con todo el esfuerzo que puso Muñoz Marín para rescatar la imagen de su padre. Mas si miramos los personajes y las personas a las que alude la narración encontraremos una buena combinación de nombres ficticios y seudo reales. Esto, a mi entender, sirve de evidencia preliminar para comenzar a descartar la teoría de que el narrador quiso enlodar la imagen de Muñoz Rivera (aunque hay quienes proponen que eso ya lo había logrado el propio Muñoz padre sin ayuda de López Nieves o del narrador). Me parece que utilizó uno de los dos nombres que podía utilizar sin restarle credibilidad al relato: el del Dr. José Celso Barbosa o el de Luis M. Rivera. A todas luces el primero suena muy obvio y el segundo le sirve al narrador para provocar e insinuar. Esto es así, porque su función es hacer lo que estime necesario para que la historia quede bien lograda. Veamos lo que nos dice al respecto Mario Vargas Llosa: “Por eso la literatura es el reino por excelencia de la ambigüedad. Sus verdades son siempre subjetivas, verdades a medias, relativas, verdades literarias que con frecuencia constituyen inexactitudes flagrantes o mentiras históricas”5.
 
Hemos visto, a grandes rasgos, cómo el narrador ha medido y calibrado los recursos que utilizó para lograr un relato creíble y de excelente calidad. Pero… bien podríamos preguntarnos ¿cuántos otros relatos y obras de igual calidad no se han escrito desde entonces y nadie los conoce o los recuerda? No me atrevo a tan siquiera estimar la cantidad. Lo que sí puedo asegurar es que la diferencia entre Seva y los demás trabajos es que lo hicimos nuestro, fuimos parte de la historia por unas cuantas semanas y para algunos esta se convirtió en objeto de culto. Una de las causas medulares para que esto sucediera es, como mencioné anteriormente, el desconocimiento craso que tenemos de nuestra historia. Porque si le damos un vistazo al Muñoz Rivera histórico encontraremos que este no podía estar muy contento, que digamos, durante esos días. Y es así porque lo que se temía, eventualmente, sucedió y lo que tanto trabajo le costó conseguir, las concesiones que ofrecía la Carta Autonómica de 1897, (producto del pacto con Sagasta) fueron anuladas. También la moneda corriente fue devaluada en un sesenta por ciento al cambio y esto llevó a la ruina a muchos hacendados y, para colmar la copa, se instauró un régimen militar. No hemos logrado, hasta el momento, ubicar dónde se encontraba Muñoz Rivera durante y luego de la invasión estadounidense, si sabemos que fue uno de los firmantes de una carta que instaba a los puertorriqueños a defender la isla ante la inminencia de la invasión. Mas lo que es verdaderamente triste, es que hoy a treinta años de Seva si hubiera hilvanado una historia más o menos coherente en vez de consultar las fuentes, el producto de mi imaginación seguramente hubiera pasado como bueno y verídico.
 
Esto también tiene una explicación, digamos que varias y no, no somos menos inteligentes ni más vagos que otros; ese es el discurso de los colonizadores y de sus intermediarios. Eso dijeron, primero, de los taínos, luego de los españoles pobres, después de los negros y luego de los criollos y también lo dijeron de todos a los que deseaban sacarle provecho. Tanto es así, que los ingleses llegaron a esclavizar hombres blancos pobres en América para cubrir la necesidad de manos de obra. El desconocimiento generalizado que, como pueblo, tenemos de nuestra historia tampoco es una situación que se da de la nada. Me parece, que en El retrato del colonizado de Albert Memi encontraremos algunas explicaciones y coordenadas sobre las que podemos verter algo de luz sobre lo que hay bajo la alfombra.

 

El colonizado no se siente ni responsable, ni culpable, ni escéptico; simplemente está fuera del juego. Pero en modo alguno deja de verse sometido a la historia; por supuesto, cargando su peso, a menudo más cruelmente que los demás, pero siempre como un objeto. Acaba por perder el hábito de cualquier participación activa en la historia, y ya ni siquiera la reclama. Es clarísimo que se trata de una carencia nacida de una situación y de la voluntad del colonizador y de nada más que eso6.
De ningún modo proviene de alguna impotencia congénita para asumir la historia.
 
Para redondear el tema, debemos añadir que nos parece que Luis M. Rivera es un carácter o una representación de la postura de los hacendados de la época. Esta postura explica por qué las tropas estadounidenses no encontraron resistencia en muchas áreas del país, especialmente en el centro, con excepción de Aibonito; los hacendados favorecieron la invasión7Esta postura eventualmente le costó gran parte y en algunos casos toda su fortuna y, además, los privó de los privilegios y el estilo de vida que habían llevado hasta 1898.

La historia continúa con todo y las hechuras de Luis M. Rivera, que como ya hemos visto, sí son ciertas, pero solo en el mundo imaginario de Seva. Entonces, nos topamos con la entrada en el diario de Miles que corresponde al 10 de agosto en la que nos enteramos de la suerte que corrieron los habitantes de Seva. Lo que les sucedió a los que sobrevivieron y sobre cómo un niño negro logró escapar antes de que comenzaran los fusilamientos. Además, para darle credibilidad al relato se nos presenta un fotoduplicado de una página del diario del General y una caricatura de la época que fue publicada por un periódico de Minneapolis.
 
Ahora, nos resta comprobar que Seva existió y qué lugar mejor para seguir su rastro que España. Una vez más la trama toma un giro inesperado cuando Cabañas logra dar con un mapa en el que aparece el ya casi mítico poblado. Y para colmar la copa, una vez mas, nos enteramos que estaba localizada en los predios de lo que una vez fue la base naval Roosevelt Roads. De este segmento del relato vale la pena destacar el tono casi obsesivo de las cartas de Cabañas que me parece que bien pudo haber surtido un efecto similar sobre muchos lectores que inadvertidamente lo pasaron por alto ese 23 de diciembre, hace casi treinta años. Nos parece que el tono que utilizó el narrador fue el elemento que logró mantener cautivos a los lectores, que se enfrentaron a varias coincidencias muy afortunadas, sin que cayeran cuenta que estaban leyendo un cuento. También, en este punto se hace patente la influencia de la novela negra en Seva.
 
La saga continúa y Cabañas se adentra en la Sierra de Luquillo para ver si logra dar con el paradero del niño que sobrevivió la Masacre de Seva. Gracias al azar se topa con don Ignacio Martínez que para entonces tenía noventa y dos años. Luego se nos presenta una declaración jurada en la el único sobreviviente de la masacre confirma lo que sucedió en mayo de 1898. Ya en esta etapa de la historia el tono de las cartas de Víctor Cabañas raya en la locura y le avisa a López Nieves que habrá de adentrarse en la base naval para escarbar hasta dar con las ruinas de Seva: “Debo excavar, excavar hasta encontrar las ruinas de Seva”8. La obra concluye con una postdata de López Nieves en la que pide a las autoridades que den cuenta del paradero y la suerte que ha corrido Cabañas.
 
Este es un resumen somero de la historia que hace treinta años sacudió nuestro mundo y lo dejó patas arriba. Entendemos que es pertinente traer a Seva al ruedo tanto por su relevancia literaria como por el revuelo que causó. También me parece imprescindible cuestionarnos si es posible que el fenómeno pueda repetirse hoy, tomando en cuenta el giro que ha tomado nuestra cotidianidad. Y esto no como un mero ejercicio sociológico o literario, sino para medir cómo anda nuestra capacidad para tomar una historia, maravillarnos y hacerla nuestra. Aunque, también nos parece que el relato se presta para estudiarlo, desarmarlo y armarlo, cuantas veces sea necesario, ya que su estructura de cajas chinas vargasllosianas lo hace ideal para llevar a cabo ese tipo de ejercicio.
 
En cuanto a “Seva”, el cuento, puedo asegurar que vive y que vivirá a pesar de ustedes, de nosotros y de aquellos. Es mi opinión que este se convertido en un objeto de culto y siempre habrá quien de una forma u otra nos recuerde que ¡Seva vive! y que lo demás son cuentos.

FIN


Versión original


“‘Seva’ treinta años después”, Miguel A. Ayala, Panaceas y placebos, Puerto Rico, 20 diciembre 2013, panaceasyplacebos.blogspot.com.

 


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