Ya es secreto el calor, ya es un retiro de gozosa penumbra compartida. Ondea la penumbra. No hay suspiro flotante. Lo mejor soñado es vida.
El vaivén de un silencio luminoso frunce entre las persianas una fibra palpitante querencia del reposo: una ilusión en el polvillo vibra.
Desde la sombra inmóvil, la almohada brinda a los dos, felices, el verano de una blancura tan afortunada que se convierte en sumo acorde humano.
Los dos felices, en las soledades del propio clima, salvo del invierno, buscan en claroscuros sin edades la refulgencia de un estío eterno.
Hay tanta plenitud en esta hora, tranquila entre las palmas de algún hado, que el curso del instante se demora lentísimo, cortés, enamorado.
¡Gozo de gozos: el alma en la piel, ante los dos el jardín inmortal, el paraíso que es ella con él, óptimo el árbol sin sombra de mal!
Luz nada más. He ahí los amantes. Una armonía de montes y ríos, amaneciendo en lejanos levantes, vuelve inocentes los dos albedríos.
¿Dónde estará la apariencia sabida? ¿Quién es quien surge? Salud, inmediato siempre, palpable misterio: presida forma tan clara a un candor de arrebato.
¿Es la hermosura quien tanto arrebata, o en la terrible alegría se anega todo el impulso estival? (¡Oh beata furia del mar, esa ola no es ciega!)
Aun retozando se afanan las bocas, inexorables a fuerza de ruego. (Risas de Junio, por entre unas rocas, turban el límpido azul con su juego.)
¿Yace en los brazos un ansia agresiva ? Calladamente resiste el acorde. (¡Cuánto silencio de mar allá arriba! Nunca hay fragor que el cantil no me asorde.)
Y se encarnizan los dos violentos en la ternura que los encadena. (El regocijo de los elementos torna y retorna a la última arena.)
Ya las rodillas, humildes aposta, saben de un sol que al espíritu asalta. (El horizonte en alturas de costa llega a la sal de una brisa más alta.)
¡Felicidad! El alud de un favor corre hasta el pie, que retuerce su celo. (Cruje el azul. Sinuoso calor va alabeando la curva del cielo.)
Gozo de ser: el amante se pasma. ¡Oh derrochado presente inaudito, Oh realidad en raudal sin fantasma! Todo es potencia de atónito grito.
Alrededor se consuma el verano. Es un anillo la tarde amarilla. Sin una nube desciende el cercano cielo a este ardor. ¡Sobrehumana, la arcilla!
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