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Calila y Dimna VII-IX

[Cuento - Texto completo.]

Anónimo: Calila y Dimna

Capítulo VII

Del galápago e del simio; e es capítulo del que demanda la cosa antes que la recabde e después la desampara

Dijo el rey al filósofo: “Ya oí este ejemplo. Dame agora ejemplo del que alcanza la cosa en grant trabajo e grant lacería, e desque la ha desampárala e déjala perder”. Dijo el filósofo: “Más ligera cosa es recabdar la cosa que guardar la. Et quien esto face acontescer le ha lo que acaesció al galápago que quiso matar al simio, e desque lo tovo en su poder desamparólo”. Dijo el rey: ¿E cómo fue eso?”

Dijo el filósofo: “Dicen que una compaña de simios había un rey que decían que había nombre Tadis, e envejeció e enflaqueció. Et alzóse en el reino otro simio que era mancebo, et dijo a los simios: “Este es ya muy viejo, e non hay en él pro ninguna, e non puede mantener el regno, nin es para ello. Echad lo del reino, et faced a mí reinar, ca yo manterné bien a vos e a vuestros pueblos”. Et los simios acordáronse con él en esto, e echaron al viejo, e ficieron reinar al mancebo. Et fuese el viejo a la ribera de la mar, e llegó a una figuera que y estaba, e comenzó a coger de los figos, e cayéronsele de las manos uno empos de otro, así que un día acaesció que se le cayó un figo de la mano, e tomólo un galápago que ende estaba, e comióselo. Et el simio, como es desvergonzado, hubo sabor de echar le los figos en el agua, e comenzó el galápago de comer los, e non dubdaba que el simio gelos echaba a sabiendas.

Et salió a él et abrazáronse uno con otro, e solazáronse e fablaron en uno e posieron su amor, e estovieron amos desta guisa un tiempo, que el galápago non tornó a su compaña nin otrosí el simio se partía dél. Desí la muger del galápago fue muy triste por la tardanza de su marido, e quejóse a una su comadre e díjole la comadre: “Non te acuites, que me dijeron que tu marido está en la ribera de la mar, e que ha por amigo un simio e están ambos comiendo e solazándose, et por esto tardó tanto que non veno, e non te pese dello, et olvídalo tú así como él te olvida a ti. Pero si pudieres guisar como mates al simio faz lo, ca si el simio muere, luego se verná tu marido para ti e fincará contigo”. Et la muger del galápago estaba triste, e lloraba, e non comía, et dejó se mal caer, atanto que enflaquesció de mala manera.

Desí dijo el galápago al simio: “Yo me quiero ir a mi casa a mi compaña, que he mucho tardado, e he morado aquí mucho”. Et fuese para su posada, et falló a su muger en mal estado, et díjole: “Hermana, ¿cómo te va, e por qué eres tan desfecha?” E ella non le recudió. E desí preguntóle de cabo, e respondióle su comadre por ella: “Tu muger está muy mal, e la melecina que la podría prestar non la puede haber, e su enfermedad es muy grave, e non ha cosa más fuerte que la enfermedat e non haber melecina”. Et dijo el galápago: “Pues dime tú qué melecina es, e por aventura fallarla he”. Et dijo la comadre: “Nos conoscemos esta enfermedat, e non ha otra melecina si non corazón de simio”. Et dijo el galápago: “Esta es muy cara cosa de haber; ¿et dónde podría yo haber corazón de simio, si non fuese el corazón de mi amigo? ¿Et en facer traición a mi amigo por amor de mi muger non he ninguna escusación? Ca el debdo quel homne ha con la muger es muy grande, e aprovéchase el homne della en muchas guisas. Et yo débola más amar e non dejarla perder”.

Desí madrugó et fuese allá con grant pesar, e comenzó de pensar e de decir en su corazón: “Querer matar los amigos por amor de una muger non es de las obras que a Dios place”. Et fuese con este ardid fasta que llegó al simio e saludóle. Et dijo el simio: “¿Qué te tovo de me non ver toda esta sazón?” Dijo el galápago: “Non se me tovo de te venir ver, con cuanto deseo he de ti, si non por vergüenza de ti, que tan poco te galardoné el bien que me feciste, ca maguer que yo sé que tú non quieres galardón del bien que me feciste, tengo me por adebdado de te lo galardonar; ca la tu costumbre es de los buenos, que facen bien a sus amigos, e que muestran en ello su bien facer”. Dijo el simio: “Non digas así, que tú has fecho amas estas cosas a mí, que tú comenzaste a facer por que só adebdado de te lo galardonar, porque me consolaste cuando llegué aquí de mío lugar, echado con muy grant deshonra, et me consolaste con tus buenas palabras e alegre rostro e franco corazón, e fuísteme amigo e buen compañero, e contigo me tollió Dios cuita e pesar”.

Dijo el galápago: “Tres cosas son por que acaesce el amor entre los amigos: la una es fiarse unos de otros, la otra es comer en uno, la otra es conoscer sus parientes e su lugar, e desto non hubo entre nos nada, e quería que fuese”. Dijo el simio al galápago: “El homne debe solamente trabajarse por haber algo por sí mesmo; que en conoscer la compaña del otro non le ha pro; ca el que juega en somo del mástel cata e vee muchas cosas más que los ojos non verían en los parientes. Otrosí del comer que dices, las bestias se ayuntan a comer en los establos e a beber, e non han amor en uno. Otrosí ir ver las posadas; los ladrones se entran en las posadas, e non han amor por ende”.

Dijo el galápago: “Por buena fe dices verdad, que el amigo non quiere ál de su amigo si non su salud e su amor. Ca el que quiere amor de los homnes por su pro, con derecha nescesidat se habrá de enojar dellos; así como el becerro, que si acuita la vaca mamándola, fácele ella mal e ha lo de ferir con su cuerno, e sangriéntalo. Et lo que yo dije non lo dije si non por ser sabidor de tu bondad e de tus buenas costumbres. Et más quiero que me vayas ver en mi posada, que es en una isla donde hay muchos frutales e muchos buenos árboles e saben muy bien, et rescibe mi ruego”. Et el simio, en que oyó decir de la fruta, hubo sabor della, e priso le grant cobdicia, et dijo: “¿Cómo podré yo pasar esta mar tan grande?” Et dijo el galápago: “Cabalga sobre mi espinazo e levar te he allá”. Et saltó él en somo del galápago, et nadó el galápago con él fasta que fue bien dentro.

Et comenzó de pensar en su corazón la traición e la desconocencia que quería facer et dijo: “Muy fea cosa es esta, e non merescen las mugeres que por ellas sea fecha traición, ca debe homne fiar muy poco por ellas. Et dicen que el oro non se prueba si non en el fuego, et la fieldad del homne en dar e en tomar, e la fuerza de la bestia con la carga, e las mugeres non hay cosa por que se conoscan”. Et cuando vio el simio que el galápago se detenía, sospechó et dijo: “Non só seguro que el galápago non se ha mudado del amor et de la amistad que me había, e quiere me mal facer; ca non es ninguna cosa que más liviana nin más mudable sea que el corazón del homne. Et dicen que el homne entendido non se le encubre lo que tienen en su corazón su compañía e sus fijos e sus amigos, en toda cosa e en toda catadura e en cada palabra, e al levantar e al asentar, e en cada estado; ca todas estas cosas testiguan lo que yace en los corazones”.

Et comenzó a decir al galápago: “Amigo, ¿qué has que estás triste, e qué te tiene de andar?” Dijo el galápago: “Estó triste por que irás a mi posada e no la fallarás así como yo querría; ca mi muger está doliente”. Dijo el simio: “Non estés triste; mas busca físicos para ella, ca guarescerá e sanará”. Dijo el galápago: “Dicen me los físicos que non ha otra melecina por que se pueda melecinar si non corazón de simio”.

Et peso mucho al simio desto, e pensó en sí diciendo: “¡Cómo me ha metido la cobdicia en mal lugar, seyendo yo tan viejo! ¡Oh, qué tamaña verdad dijo el que dijo: “El que se tiene por pagado e por abondado con lo que le viene, vive salvo e seguro, e el goloso cobdicioso siempre vive en cuita e en tristeza e en lacerio!”; mas agora me es a mí menester mío seso, et buscar carrera cómo salga deste lazo en que caí”. Et dijo al galápago: “Amigo, debes saber que el leal amigo non debe encubrir a su amigo su buen castigo nin su pro, maguer que le faga daño. Et si yo esto hobiera sabido, trajera comigo mi corazón, ca lo dejé allá do estaba, e diera telo por que melecinaras tu muger con él”. Et dijo el galápago: “¿E non lo traes contigo? ¿E cómo lo dejaste allá?” Dijo el simio: “Habemos por ley todos los simios, que cuando alguno sale de su posada, que deje y su corazón; empero si tú quisieres, traer te lo he yo del lugar do es, si me tornares allá”. Et fue alegre el galápago, por que tan de grado le daba su corazón, et tornóse con él a la ribera, e saltó el simio en tierra, e subióse luego en el árbol, e esperólo el galápago. Cuando vido que se tardaba llamólo e díjole: “Toma tu corazón e vente para mí, ca mucho nos detardamos”. Dijo el simio: “Veo que cuidas que só tal como el asno que decía el lobo cerval que non tenía corazón nin orejas”. Et dijo el galápago: “¿E cómo fue eso?”

El asno sin corazón y sin orejas

Dijo el simio: “Dicen que un león criaba en un lugar, e estaba en él un lobo cerval que comía su relieve. Et ensarneció el león tanto que fue muy flaco e muy atribulado, e non podía venar. Et dijo el lobo cerval: “Señor, tu estado es ya mudado, et non puedes ya venar. Esto, ¿por qué es?” Dijo el león: “Por esta sarna que vees, e non ha otra melecina si non orejas e corazón de asno”. Dijo el lobo cerval: “Yo sé un lugar do hay un asno de un curador que trae sobre él los lienzos a un plado aquí cerca de nos, et desque lo descarga déjale en el plado, et fío por Dios que lo traeré, e tomarás sus orejas e su corazón”. Dijo el león: “Fazlo si pudieres, ca mi melecina e mi salud es eso”. Et fuese el lobo cerval, e llegó al asno e díjole: “¿De qué estás tan magro, e de qué tienes estas mataduras en las cuestas?” Dijo el asno: “Este curador falso me lo face, que se sirve de mí continuamente, e me mengua la cebada”. “Dijo el lobo cerval: “Yo te enseñaré un lugar muy vicioso e muy apartado do nunca andovo homne, et hay unas asnas las más fermosas que nunca homne vido, e han menester maslos”. Dijo el asno: “Pues vayamos allá, que si por ál yo non lo ficiere si non por la cobdicia del tu amor, esto me faría allá ir contigo”. Et fueron se amos al león, et adelantóse el cerval e fízogelo saber, et saltó el león en el asno detrás por lo tener. Mas non lo pudo tener con la flaqueza que había, e salióse el asno de entre las manos e fuese e tornóse a su lugar.

Dijo el lobo cerval al león: “Si a sabiendas dejaste el asno, ¿por qué me feciste trabajar en lo buscar? Et si la flaqueza te lo fizo dejar, que lo non pudiste tener, esto es aún peor”. Et sopo el león que si dijese que a sabiendas lo dejara que sería tenido por nescio, et si dijese que lo non pudiera tener que lo ternían por flaco e por cansado, et dijo al lobo: “Si me tú tornares acá el asno, decir te he esto que me preguntas”. Dijo el lobo: “Tengo que el asno está escarmentado e non querrá venir otra vez, en pero iré a él de cabo, si lo pudiere engañar para lo traer acá”.

“Et fuese para el asno. Et el asno cuando lo vido díjole: “¿Qué fue la traición que me quesiste facer?” Dijo el lobo cerval: “Quísete bien facer, e non fueste para ello. Et lo que saltó en ti non era si non una de las asnas que te dije. Et como vido asno non sopo en qué manera jugar contigo; et si tú quedo estovieras un poco, diuso se te metiera”. Cuan el asno oyó decir de las asnas moviósele su sabor, e fuese con el lobo cerval al león, et saltó el león en él e prísolo e matólo. Desí dijo el león al lobo cerval: “Yo quiero me bañar, desí comeré las orejas e el corazón, e de lo ál faré sacreficio, que así me dijeron los físicos; pues guarda tú el asno e desí venir me he para ti”. “Et después que se fue el león, tomó el lobo cerval las orejas e el corazón del asno e comió lo, a fucia que cuando el león esto viese, que non comería nada de lo que fincaba, por que lo temía por agüero. Et desque fue tornado el león díjole: “¿Dó es el corazón e las orejas del asno?” Dijo el cerval: “¿Non entendiste tú que el asno non tenía corazón nin orejas?” Dijo él: “Nunca mayor maravilla vi que esta que tú dices”. Dijo el lobo cerval: “Señor, non te maravilles, mas piensa que si el corazón e las orejas hobiera, non tornara a ti la segunda vez, habiendo le fecho lo que le feciste”. “Et yo dije este ejemplo por que sepas que non só yo tal como el asno; mas engañaste me con tu traición por me matar e yo fícete otro tal, et estorcí por mi seso de la locura en que era caído”. Dijo el galápago: “Verdad dices, ca el sesudo es de poca palabra e de grant fecho, e conosce las obras antes que se meta a ellas, e estuerce de las cuitas por su seso e por su arte, así como el homne que cae en tierra con su fuerza, e con ella mesma se levanta”. Este es el ejemplo del homne que busca la cosa, e desque la ha recabdado, dale de mano e déjala perder”.

Capítulo VIII

Del religioso e del can; es el capítulo del home que face las cosas rabiosamente, e a que torna su facienda

Dijo el rey al filósofo: “Ya oí este ejemplo e entendí lo; pues dame agora ejemplo del homne que face las cosas sin albedrío e sin pensamiento e a qué torna su facienda e cima”. Dijo el filósofo: “El que non face sus cosas de vagar, siempre se arrepiente, et esto semeja al ejemplo del religioso e del can e del culebro”. Dijo el rey: “¿E cómo fue eso?”

Dijo el filósofo: “Dicen que en tierra de Jorgen, había un religioso que había su muger, e estovo ella que se non empreñó un tiempo, desí empreñóse, e fue su marido muy gozoso, et díjole: “Alégrate, ca fío por Dios que parirás fijo varón, complido de sus miembros, con que nos alegremos e de que nos aprovechemos; et quiero le buscar ama que lo críe, e buen nombre que le ponga”. Et dijo la muger: “¿Quién te pone en fablar en lo que non sabes si será o non? Calla e sei pagado con lo que Dios te diere; que el homne entendido non asma las cosas non ciertas, nin judga las aventuras, ca el querer e el asmar en solo Dios es, et sepas que quien quiere contrastar las aventuras e judgar las cosas antes que sean, acaescer le ha lo que acaesció al religioso que vertió la miel e la manteca sobre su cabeza”. Dijo el marido: “¿Cómo fue eso?”

El religioso que vertió la miel y manteca sobre su cabeza

Dijo la muger: “Dicen que un religioso había cada día limosna de casa de un mercador rico, pan e miel e manteca e otras cosas de comer. Et comía el pan e los otros comeres, e guardaba la miel e la manteca en una jarra, e colgóla a la cabecera de su cama, fasta que se finchó la jarra. Et acaesció que encaresció la miel e la manteca, et estando una vegada asentado en su cama, comenzó a fablar entre sí et dijo así: “Venderé lo que está en esta jarra por tantos maravedís, e compraré por ellos diez cabras, e empreñar se han, e parirán a cabo de cinco meses”. Et fizo cuenta desta guisa, e falló que fasta cinco años montaban bien cuatrocientas cabras. Desí dijo: “Vender las he e compraré por lo que valieren cient vacas, por cada cuatro cabras una vaca, et habré simiente, e sembraré con los bueyes, et aprovechar me he de los becerros e de las fembras e de la leche, et antes de los cinco años pasados habré dellas e de la leche e de las mieses algo grande, et labraré muy nobles casas, e compraré esclavos e esclavas; et esto fecho, casarme he con una muger muy fermosa e de grant linaje e noble, e empreñar se ha de un fijo varón complido de sus miembros, e poner lo he muy buen nombre, e enseñar le he buenas costumbres, e castigar lo he de los castigos de los reyes e de los sabios, et si el castigo e el enseñamiento non rescibiere, ferir lo he con esta vara que tengo en la mano muy mal”. Et alzó la mano e la vara, en diciendo esto, e dio con ella en la jarra que tenía a la cabecera de la cama, e quebróse, e derramóse, la miel e la manteca sobre su cabeza.

Et tú, homne bueno, non quieras fablar nin asmar lo que non sabes que será”. Desí parió la muger un fijo complido de sus miembros, e fueron muy gozosos con él. Et acaesció un día que se fue la madre a recabdar lo que había menester, e dijo al marido: “Guarda tu fijo fasta que yo torne”, e fuese ella. Et estovo él y un poco, e antojóse le de ir a alguna cosa que hubo menester, que non podía escusar, e fuese dende, e non dejó quien guardase el niño, si non un can que había criado en su casa. Et el can guardó lo cuanto pudo, ca era bien nodrido. Et había en la casa una cueva de un culebro muy grande negro. Et salió e veno para matar al niño. Et el can cuando lo vido saltó en él e matólo, e ensangrentó se todo dél.

Et tornóse el religioso de su mandado. Et en llegando a la puerta, salió lo a recibir el can con grant gozo, mostrando le lo que ficiera. Et él, cuando vido el can todo ensangrentado, perdió el seso pensando que había muerto a su fijo, et non se sufrió fasta que lo viese, et dio tal golpe al can fasta que lo mató e lo aquedó, e non lo debiera facer. Et después entró e falló al niño vivo e sano, e al culebro muerto e despedazado, e entendió cómo acaeciera, et comenzóse a mesar e a llorar e a carpirse e a decir: “Mandase Dios que este niño non fuese nascido, e yo non hobiese fecho este pecado e esta traición”. Et estando en esto entró su muger et falló lo llorando. Et díjole: “¿Por qué lloras et qué es este culebro que veo despedazado e este can muerto?” Et él fizo gelo saber todo como acaesciera, et dijo la muger: “Éste es el fruto del apresuramiento, e del que non comide la cosa antes que la faga, e que sea bien cierto della: arrepentir se cuando non le tiene pro”.

Capítulo IX

Del gato e del mur

Dijo el rey al filósofo: “Ya oí este ejemplo del homne rabinoso, qué es su cima. Pues dame agora ejemplo de los dos enemigos, cómo se ayudan el uno del otro a la hora de la cuita, e cómo se guardan”. Dijo el filósofo: “Conviene al homne, cuando cayere en manos de sus enemigos, que pugne de haber amor con alguno dellos, e tomarlo por amigo, para vencer con él los otros enemigos; ca non puede ser que el amigo sea todavía amigo, nin el enemigo, enemigo. El amigo, cuando le facen pesar, tórnase enemigo, et el enemigo, cuando vee que le yace pro en su amigo, non finca en su enemistad, e tórnase amigo leal. Et el homne sabio, a la hora de la cuita, face amistad con sus enemigos, e al nescio ciérranse le todas las carreras, así que non sabe razón nin manera por do estuerza, fasta que peresce en nescedat.

Et este es el ejemplo del mur e del gato, los cuales se libraron uno a otro”. Dijo el rey: “¿Cómo fue eso?” Dijo el filósofo: “Dicen que en una tierra había un árbol muy grande, que llamaban vairod, et había al pie dél muchos vestíblos, e en sus ramas muchos nidos de aves. Et había a raíz deste árbol una cueva de un mur, que había nombre Vendo, et allí cerca del árbol había un gato, que había nombre Rabí. Et solían allí venir a menudo los venadores e venar aquellos venados et cazar las aves de cerca de aquel árbol. Así que un cazador armó sus lazos, e cayó y el gato. Et en esto el mur salió de su cueva, e andovo buscando qué comiese; e en reguardándose con todo esto, et catando a todas partes muy apercebido, vido al gato estar en los lazos, et fue muy alegre. Desí paró mientes empós desí, e vido un lirón que le vacía en celada, et cató a suso e vido un búho en un ramo del árbol que lo estaba aguardando por lo matar. Et temióse que si se tornase atrás que saltaría en él el lirón, et si se fuese a diestro o a siniestro que lo levaría el búho, et que si fuese adelante que lo prendería el gato; et dijo en su corazón: Debo me ayudar del seso e de las artes de guisa que estuerza deste peligro; ca los corazones de los sabios, mares son profundos, e con ellos saben qué ha entre desamparar se homne a muerte e entre trabajar se de escapar; et cuando son en el vicio non se aseguran de los durar la vida nin se desamparan en la tribulación e en la cuita. Et yo he pensado, e non fallo otra arte por que estuerza deste mal, si non pedir tregua al gato e ganar su amor. Ca él está en grant cuita, que lo non puede otro librar si non yo, et por ventura dar me ha el gato tregua por su pro, e yo otrosí escaparé por él deste mal a que só llegado”.

Desí llamó al gato e díjol: “¿Cómo estás?” Dijo el gato: “Ya vees tú cómo estó; pues ¿por qué preguntas?” Dijo el mur: “Non te mentiré, ca el mentir es cosa aborrescida; et por ventura bien querría yo que fueses en mayor estrechura, et que llegase el tiempo de la tu muerte. Mas es acaescido tanto de mal, que me non place por que estás así, et non es ninguno que mejor me pueda librar desto en que estó, e deste tan grant peligro en que estó, salvo tú; et tú otrosí, non hay ninguno que mejor te pueda librar desto en que estás, que yo. Ca yo estó en reguardo del lirón e del búho que me están aguardando, et yo estó flaco que me les non podré amparar. Et si tú me segurares de ti mesmo, e me fueres fiador de me librar de los otros que me tienen cercado, librar te he yo desto en que estás e estorcerás desta prisión. Et plégate desto, et ayúdame a librar a mí e a ti; ca así como yo quiero tu vida por razón de la mía, otrosí tú debes amar mi vida por razón de la tuya, así como escapan los homnes de la mar por las naves, e las naves escapan por los homnes, e así fío por Dios que escaparemos desta tribulación amos, ayudando nos”.

Et después que esto oyó decir el gato al mur, sopo que decía verdad, et díjole: “Verdad dices, e yo te guardaré esta merced por siempre, e habré de te lo galardonar”. Et dijo el mur: “Déjame llegar a ti, ca el búho e el lirón, cuando nos vieren atreguados, tornar se han. Et cuando yo fuere seguro dellos, tajaré estos lazos en que yaces”. Et fízolo así el gato, e asegurólo, e el mur llegóse a él.

Et cuando el búho e el lirón vieron esto, tornáronse de aquel lugar. Et comenzó el mur a tajar la red nudo a nudo; et en veyendo el gato que non era acucioso en lo tajar, dubdó dél et díjole: “Amigo, ¿por qué non te apresuras en tajar la red? Por ventura que acabaste ya lo tuyo e eres seguro, por esto lo faces. Et si así es, non es fecho de homne justo. Et así como me yo apresuré en te librar, tú otrosí debes te femenciar en librar a mí. Et si te miembras de la enemistad antigua non lo debes facer; ca me has ya probado por bueno, que otro o mejor debe ser loado. E non debes parar mientes a la antigua malquerencia; ca los buenos non tienen mala voluntad, mas son gradescedores del bien fecho; e la merced, segunt ellos creen, amata los muchos pecados”. Dijo el mur: “Los amigos son en dos maneras: el uno es amigo puro, e el otro es el que face amistad de otro en hora de cuita e de nescesidad. Onde el puro amigo debe amar al amigo más que a sí mesmo, e a sus parientes e a su haber; ca es leal por naturaleza. Et el otro, que se toma por hora de cuita, a las veces dura su amor e a las veces desfácese. Et por ende conviene al homne cuerdo que se guarde; ca el que pone amor con su enemigo e fía por él e non se guarda dél, será tal como el homne que come más de lo que debe e non lo sufre su estómago nin lo puede moler, e lazra con ello. Et yo he compartido mi obra, e fíncame un poco por facer; ca toda obra ha sazón e tiempo, et el que face la obra sin sazón e sin tiempo non se aprovecha de su fruto. Et yo tajar te he esta red un nudo empós otro, e dejaré un nudo por ser seguro de ti en guisa que le quiebres tú en tiempo que me non puedes alcanzar cuando salieres de la red”. Et cuando amanesció veno y el cazador a aquel lugar; et el mur, cuando lo vido, comenzóse a esforzar a cortar lo que quedaba de la red, e cortólo; e subió el gato en el árbol, e entró el mur en su forado, e el cazador tomó su rede e fuese su carrera.

Desí quiso el mur salir del forado e vido al gato e non se llegó a él. Et llamó lo el gato et díjole: “¿Por qué non te llegas a mí, el mi amigo que tan grand merced me feciste? Ca yo he grant sabor de facer galardonar el bien que me has fecho, et dar te he yo a comer el fruto de tu obra. Pues llégate a mí e non temas, ca non amo más a mí que a ti”. Et juróle que le non buscaría mal. Dijo el mur: “El que non sabe traer su fecho con sus enemigos e con los amigos, face mal a sí e mátase. Et la enemistad e la amistad han lugar, do debe el entendido usar dellas segunt debe. Et el homne entendido non debe poner su amor con el homne que era su enemigo, si non fuere en hora de cuita; ca los fijos de las bestias siguen a sus madres mientre han de mamar dellas, et cuando las pueden escusar fuyen dellas, et el enemigo cuando se torna amigo por esperanza de algunt pro, después que lo acaba tórnase a su enemistad, así como face el agua cuando la escalienta el fuego, que si se parte del fuego tórnase a su friura. Et tú eres mi enemigo natural e tú a mí otro tal. Pues ¿cómo se endereszará amor entre nos? Et yo non sé para qué me hayas tú menester si non para comer me”. Desí comenzó el mur a se reguardar del gato e a ser muy apercebido.



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