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Doña Bóreas y don Favonio

[Minicuento - Texto completo.]

Anónimo: Occidente

Una vez, doña Bóreas andaba con ganas de casarse. Fue a casa de don Favonio y le dijo:

—Don Favonio, ¿quieres ser mi marido?

Favonio era un tipo apegado a su dinero y las mujeres no le caían bien. De manera que, sin muchas vueltas, le contestó:

—No, doña Bóreas, porque no tienes ni un céntimo para la dote.

Doña Bóreas, tocada en su punto flaco, se puso a soplar con todas sus fuerzas sin detenerse un minuto, aun a riesgo de que le estallaran los pulmones. Sopló tres días y tres noches consecutivas, y durante tres días y tres noches cayó una intensa nevada: campos, montes y aldeas se cubrieron de blanco.

—Ahí tienes mi dote —le dijo a Favonio—. Y tú que decías que no tengo nada. ¿Te basta?

Y se fue a descansar de la fatiga producida por tres días de soplar sin interrupción.

Favonio no dijo ni que sí ni que no; se encogió de hombros y se puso a soplar. Sopló tres días y tres noches, y durante tres días y tres noches, los campos, montes y aldeas sufrieron una vaharada de calor que derritió hasta el último copo de nieve.

Doña Bóreas, después de un sueño reparador, se despertó y vio que no quedaba nada de su dote.

—¿A dónde ha ido a parar tu dote, doña Bóreas? —se mofó Favonio—. ¿Todavía quieres que me case contigo?

Doña Bóreas le dio la espalda.

—No, don Favonio, nunca querría ser tu mujer, porque en un día eres capaz de convertir en humo mi dote.

FIN


Anónimo italiano


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