Casa digital del escritor Luis López Nieves


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El cuento de olis olis catrín y el cañonazo

[Minicuento - Texto completo.]

Salarrué

Puesiesque un gutute mirichenambre cornoritotingo quera un animalito con nombre centífrico y que en el monte le dicen zorriyo, por fregar, levantó una pata y ¡tas! echó un chorrito de gedentina espantis diablis, que se regó a cuatro leguas a la cuadrada y dijo riéndose con dientitos delgaditos: “¡Vaya, para quianden diciendo que la Primavera, que no sé qué, que las esencias de las jlores, y el maroma de las yerbas quembalsaman la natura!” Y tiró tierra paratrás con las uñas y siguió caminando contento. Y era bien bonito el infeliz, con pelitos de blancura, catrincito, que quién hubiera dicho que les saliera aqueya chabacanada de tufo. Y un tecolote que ya se estaba desmayando lo vio pasar y se tapó las narices. Y el teco le dijo hablando ñango: “¡A la puerca con las niñas bien vestidas de la jijelife! Que no les da pena, ¡ufa!” Y todo totoreco salió volando. Y el zorriyo sólo se paró y se rascó un sobaquito y se sonriyó con dientes delgaditos y siguió caminando. Y pasó por un zopiletero questaba cabeciando y diciendo “¡Qué güele, qué güele!” “¿Qué les gusta mi olor?, les preguntó. Y un zope bajito hizo así con el dedo gordo y le dijo: “¡Miolor, miolor…; qué pretencioso el cipotío; ese olor lo tiran los ángeles de la putrufacción para quedar bien con nosotros!” Entonces el zorriyo jué pensativo de la nuca y dijo: “¡A la chucha, asaber si soy ángel y no sabía!” Y yegó onde estaba un torogós echadito en su nidito quera bien chiquitito y le dijo el zorriyo. “Torogós que te ponés el sombrero al contrario, porque en vez den la cabeza te lo ponés en el chunchucuyo, ¿soy un ángel de la putrufacción o no?” Y el torogós le dijo: “¡Te vuá contestar, pero mucho jiede: no sos ángel de nadita!” “Por qué” le dijo el zorriyo ya bravo. “Porque no tenés tirantes”, le dijo el torogós. Pero como había tragado mucho tufo al hablar se desmayó. Y el zorriyo dijo “¡Buenostá, y ya me voy a verme en un espejo, a ver si es cierto ques verdá”!. Y se jué y yegó a un pozo projundis de, y projundis y se inclinó para mirar y ¡ayá bien abajo! vio un colón de cielo y en el centro la carita diun animar y dijo: “Ayá está un pobre ratón mirando pararriba a ver quién lo saca parir a comer, pero yo no lo saco”. Y miró otragüelta y dijo: “¡Ratón, ratón! ¿soy ángel o no?” Y como había eco chueco, le contestó: “¡Oh no!… “¿Por qué?” le gritó el zorriyo tonto: “Qué” le contesto el echo chueco. “¿Qué por qué no?” le volvió a preguntar el zorriyo. “¡Porque no!” le contestó el pozo. Entonces ya jurioso el zorriyo le tiraba unas piegradas y siasomaba y siempre miraba la carita y dijo “Este animalito no se muere nunca, lo guá chorriar” y se sentó en el borde y ¡chuí! Se mió en el pozo y el pozo no aguantó y dijo con su eco chueco: “¡Ufa!”… Y pegó un destornudo macanudo y se paso yevando al zorriyo que voló por los aigres, los vientos y las nubes hasta que pegó en la mera luna llena y despertó asustado onde estaba durmiendo y se restregó las pizuñas con las pestañas y dijo: “¡Qué giede por aquí!” y siacabuche.

FIN


Cuentos de cipote, 1945 / 1961




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