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La canción del múcaro

[Poema - Texto completo.]

José de Diego

Múcaro, múcaro, múcaro
tu carcajada profunda
va resonando en la noche
como un rosario de angustia.
órgano de los crepúsculos
que en el follaje te ocultas,
te estoy oyendo sin verte,
pero estás en la penumbra,
sobre. un cafeto posado,
bajo la bóveda oscura
del retorcido ramaje
donde tus ojos relumbran,
donde en la sombra retumba,
con su escala de amargura,
con su rumor de liturgia,
Múcaro, múcaro, múcaro,
tu carcajada profunda.

Suspenso a veces te quedas,
suspenso a veces te inmutas,
y tus pupilas redondas,
Cual dos topacios translúcidos
fíjanse como en un éxtasis
escudriñando la hondura,
donde el “aguaje” aparece,
donde al clamor de la luna
pasa vestido de blanco
la Ánima Sola errabunda…

La densidad del silencio
ni un leve soplo perturba
hasta que otra vez resuena
tu doliente cornamusa
y se hunde en las espesuras
con la desgarrada música
de su responso de tumba,
Múcaro, múcaro, múcaro,
tu carcajada profunda.

Tú eres el buho de Palas,
tú eres el ave que estudia
la navidad de la aurora
bajo la noche fecunda,
el origen de la vida
en remembranzas confusas
de tinieblas y místenos
Y de tránsitos y luchas.
Tú eres del sagrado bosque
el ave cogitabunda
y tienes el rostro humano,
y en tus pupilas perduran
afinidades extrañas,
reminiscencias absurdas;
y tal vez, cuando tus ojos
pensativos nos escrutan,
tienen y evocan visiones
de pretéritas figuras;
y es, quizás, vago remedo
de una tragedia de gruta,
ese clamor de socorro,
ritmo de vientos y lluvias,
esa invocación de ayuda,
ese treno de pavura
con que en las noches ulula
Múcaro, múcaro, múcaro,
tu carcajada profunda.

En la frondosa arboleda,
que mis jardines circunda,
tras el estrépito urbano
cayendo las noches mudas,
sorprendió tu canto el alba
de cincuenta plenilunas;
y hora, aquí en los cafetales,
que esconden la casa rústica,
vuelvo a oir en mis insomnios
tu cadencia gemebunda
desgranarse entre las sombras
como un rosario de angustia.

¿Qué me dices? ¿Qué me quieres?
¿Qué me avisas? ¿Qué me buscas?
Nueva, no puede advenirme
ya ninguna desventura,
y es vieja ya la esperanza,
en mi ocaso firme y última,
de que un día mi bandera
florezca en mi sepultura.
si de esa esperanza sabes
de esa esperanza me anuncia
y alza el vuelo indicativo
del rumbo de la fortuna
que así tus alas trazaron
a Julio César la ruta
de sus águilas triunfantes
sobre la ciudad augusta

Mas ¿qué triunfo augurar puedes,
si no hay victoria sin pugna
y en inercia y desaliento
dóblanse las almas mustias
al favor que las deshonra
y al poder que las subyuga?
canta, buho solitario,
que tu canción es la única
buena y amable a la noche
que nos envuelve en sus brumas;
y hasta que el Señor encienda
las alboradas futuras.
desgránese entre las sombras
como un rosario de angustia,
ruede por valles y alturas
y se prolongue y difunda
en la soledad nocturna,
Múcaro, múcaro, múcaro,
tu carcajada profunda.



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