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La muerte de san Narciso

[Poema - Texto completo.]

T. S. Eliot

Ven bajo la sombra de esta roca gris
Entra bajo la sombra de esta roca gris,
Y te mostraré algo distinto, lo mismo de
Tu sombra extendiéndose sobre la arena al alba, o
Tu sombra saltando tras el fuego contra la piedra carmesí:
Te mostraré su ropa y miembros manchados de sangre
Y la sombra gris sobre sus labios.

Una vez caminaba entre el mar y los acantilados
Cuando el viento le hizo consciente dé sus miembros
sucediéndose suavemente
Y de sus brazos cruzados sobre el pecho.
Al caminar por la pradera
Estaba ahogado y sosegado por su propio ritmo.
En el río
Sus ojos se percataron de los ángulos agudos de sus ojos
Y sus manos, de las puntas agudas de sus dedos.
Sobrecogido por tal conocimiento
No pudo vivir al modo de los hombres, y se convirtió
en un danzante ante Dios
Si caminaba en las calles citadinas
Parecía pisotear los rostros, convulsos muslos y rodillas.
Así que surgió del fondo de la roca.

Al principio estaba seguro que había sido un árbol,
Entreverando sus ramas una con otra
Y trenzando sus raíces una con otra.

Luego supo que había sido un pez
Con el vientre blanco y resbaladizo atrapado entre sus dedos,
Retorciéndose en su propio puño, su antigua belleza
Fija por un instante en las puntas rosáceas de su nueva belleza.

Después había sido una muchacha
Acorralada en los bosques por un viejo borracho
Y así conoció al final el sabor de su propia blancura
El horror de su propia tersura,
Y se sintió borracho y viejo.

Se convirtió entonces en un danzante ante Dios.
Como su carne estaba enamorada de las flechas en llamas
Danzó en la arena ardiente
Hasta que las flechas llegaron.
Mientras las abrazaba, su carne blanca se rindió a lo rojo
de su sangre, y halló satisfacción.
Ahora él es verde, seco y manchado
Con la sombra en los labios.



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