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La palomita de la patita de cera

[Cuento - Texto completo.]

Anónimo: Occidente

A una palomita se le quebró y cayó la patita y un ángel del cielo le puso otra de cera, pero, cuando se apoyó sobre una piedra recalentada por el sol, a la palomita se le derritió la patita.

-Piedra, ¿tan valiente eres que derrites mi patita?

Y la piedra respondió:

-Más valiente es el sol que me calienta a mí.

Entonces la palomita se fue donde el sol para preguntarle:

-Sol, ¿tan valiente eres que calientas la piedra, la piedra que derritió mi patita?

Y el sol respondió:

-Más valiente es la nube que me tapa a mí.

Voló la palomita a preguntarle a la nube:

-Nube, ¿tan valiente eres que tapas el sol, el sol que calienta la piedra, la piedra que derritió mi patita?

Y la nube dijo:

-Más valiente es el viento que me aventa a mí.

Por lo que se fue la palomita a preguntarle al viento:

-Viento, ¿tan valiente eres que aventáis la nube, la nube que tapa el sol, el sol que calienta la piedra, la piedra que derritió mi patita?

Y el viento respondió:

-Más valiente es la pared que se resiste a mí.

A la pared la palomita le preguntó:

-Pared, ¿tan valiente eres que resistes al viento, al viento que aventa la nube, la nube que tapa el sol, el sol que calienta la piedra, la piedra que derritió mi patita?

Y la pared respondió:

-Más valiente es el ratón que me hace hoyos a mí.

Y la palomita buscó al ratón para hacerle la correspondiente pregunta; el ratón respondió que era más valiente el gato que se lo comía a él; el gato, que era más valiente el perro que lo hacía huir; el perro, que era más valiente el hombre que lo sometía a su dominio; y el hombre dijo que el más valiente era Dios que dominaba todas las criaturas del universo.

Y cuando esto oyó la palomita, se fue a buscar a Dios para alabarlo y bendecirlo; y Dios, que ama a todas sus criaturas, hasta a la más chiquita, acarició a la palomita, y con sólo quererlo le puso una patita nueva con huesecito, pellejito, uñitas y todo. Y se acabó, pon, pon.

FIN


Anónimo nicaragüense

Agradecemos a Miguel Díez R. su aportación de este cuento a la Biblioteca Digital Ciudad Seva.




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