Casa digital del escritor Luis López Nieves


Recibe gratis un cuento clásico semanal por correo electrónico

Los ángeles en la Tierra…

[Poema - Texto completo.]

Rosalía de Castro

Los ángeles en la Tierra
no están bien y se van presto.

Regina, entre las donosas
la más donosa doncella,
la más hermosa y más bella
entre las bellas y hermosas;
la más fresca entre las rosas,
la más pura entre las puras,
y estrella de las alturas
que brilla en sereno cielo,
era fuente de consuelo
en abismo de amarguras.

Era a un tiempo, cual la brisa,
breve y ligero su paso;
como sol en el ocaso
era triste su sonrisa;
inspirada pitonisa,
su mirar lleno y profundo,
y en el fulgor sin segundo
que en su pupila brillaba
llamas de amores guardaba
para aniquilar el mundo.

Era el color de su frente
rayo de pálida luna;
como ella no hubo ninguna
tan serena y transparente.

Al par que altiva, imponente;
al par que dulce, severa;
larga y blonda cabellera
la adornaba con decoro,
apiñando conchas de oro
sobre su busto de cera.

Su voz, toda melodía,
daba músicas al viento:
todo perfumes su aliento,
al aura los repartía.
Y cuando al morir del día
luz y tinieblas luchaban
y a su paso levantaban
del miedo torvas visiones,
al rumor de sus canciones
temerosas se ocultaban.

Aun más blanca que la nieve,
envidia al cisne causara,
y un ángel se conturbara
al notar su sombra leve.
Y así, cual del cielo llueve
rocío para las flores,
tal de sus ojos, de amores
tibias lágrimas llovían
y en el corazón caían,
lenitivo de dolores.

Cual hija del mar, salada,
nacida entre las espumas,
se ocultaba entre las brumas
de una ribera ignorada.
Y allí, cual ninfa encantada,
suelta la melena undosa,
tan liviana como hermosa,
tras de las ondas corría
y en ellas humedecía
sus pies de color de rosa.

Fatigada de tal suerte,
viéndola en calma dormida,
creyérase que a tal vida
no se atreviera la muerte;
mas como a brazo tan fuerte
todo se dobla y se inclina,
también la pobre Regina
pagó su amargo tributo,
lirio vestido de luto,
rayo de sol que declina.

Cubriola el ángel sombrío
bajo sus gigantes alas
y arrebataron sus alas
aguas del eterno río;
de la tumba el viento frío
se agitó sobre su seno,
y lo que fuera sereno
astro de radiante lumbre,
convirtiose en podredumbre,
foco inmundo de veneno.

Gimió la tierra de espanto
al contemplar tanto duelo,
mas brilló radiante el cielo
tras del azulado manto;
eco de armonioso canto
resonó por las alturas,
que allá a las regiones puras
un ángel llegó por suerte,
despojado por la muerte
de terrenas ligaduras.



Más Poemas de Rosalía de Castro