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Magos envidiosos

[Minicuento - Texto completo.]

Voltaire

Zoroastro vino del paraíso a predicar su religión en los dominios de Gustaf, rey de Persia, y este le dijo:

-Demuéstrame algo para que te crea.

El profeta hizo crecer ante la puerta del palacio un cedro tan corpulento y tan alto que ninguna cuerda podía rodearlo ni alcanzar el remate de su copa, y en su cima puso una hermosa habitación a la que ningún hombre podía subir. El rey quedó tan asombrado de este milagro que creyó en Zoroastro.

Pero, entonces, cuatro magos envidiosos pidieron al portero real la llave de la habitación del profeta, mientras este se hallaba ausente. Pusieron entre sus libros huesecillos de perros y gatos, y uñas y cabellos de muertos. Acto seguido, se presentaron ante el rey y lo acusaron de ser hechicero y envenenador. El rey mandó al portero que le abriera la habitación y, encontrando lo dicho, sentenció a la horca al enviado del cielo.

Cuando iban a ahorcarlo, el caballo más hermoso del rey sufrió un percance extraño: se le metieron en el cuerpo las cuatro patas. El profeta prometió solemnemente curar al caballo a cambio del perdón. Aceptada su propuesta, hizo salir una pata del vientre del corcel, diciendo:

-Señor, no sacaré la segunda pata si no prometéis abrazar mi religión.

-Te lo prometo -contestó el rey.

El profeta hizo aparecer la segunda pata del animal y luego exigió que los hijos del monarca también se convirtieran. Finalmente, la aparición de las dos patas restantes consiguió hacer numerosos prosélitos en la corte.

Ahorcaron a los cuatro perversos magos en vez del profeta y toda Persia abrazó la religión de Zoroastro.

FIN


Diccionario filosófico, 1764


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