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Milagros de Nuestra Señora IX: El clérigo simple

[Poema - Texto completo.]

Gonzalo de Berceo

220 Era un simple clérigo, pobre de clerecía
dicié cutiano missa de la Sancta María;
non sabié decir otra, diciéla cada día,
más la sabié por uso que por sabiduría.

221 Fo est missacantano al bispo acusado,
que era idïota, mal clérigo provado;
«Salve Sancta Parens» sólo tenié usado,
non sabié otra missa el torpe embargado.

222 Fo durament movido el obispo a sanna,
dicié: «Nunqua de preste oí atal hazanna.»
Disso: «Diçit al fijo de la mala putanna
que venga ante mí, no lo pare por manna.»

223 Vino ante el obispo el preste peccador,
avié con el grand miedo perdida la color,
non podíe de vergüenza catar contra’l sennor,
nunqua fo el mesquino en tan mala sudor.

224 Díssoli el obispo: «Preste, dime la verdat,
si es tal como dizen la tu necïedat.»
Díssoli el buen omne, «Sennor, por caridat,
si disiesse que non, dizría falsedat».

225 Díssoli el obispo: «Quando non as cïencia
de cantar otra missa nin as sen nin potencia,
viédote que non cantes, métote en sentencia,
vivi como merezes por otra agudencia.»

226 Fo el preste su vía triste e dessarrado,
avié muy grand vergüenza, el danno muy granado;
tornó en la Gloriosa, ploroso e quesado,
que li diesse consejo ca era aterrado.

227 La madre pïadosa que nunqua falleció
a qui de corazón a piedes li cadió,
el ruego del su clérigo luego gelo udió:
no lo metió por plazo, luego li acorrió.

228 La Virgo glorïosa, madre sin dicïón,
apareció’l al obispo luego en visïon;
díxoli fuertes dichos, un brabiello sermón,
descubrióli en ello todo su corazón.

229 Díxoli brabamientre: «Don obispo lozano,
¿contra mí por qué fust tan fuert e tan villano?
Yo nunqua te tollí valía de un grano,
e tú ásme tollido a mí un capellano.

230 El que a mí cantava la missa cada día,
tú tovist que facié yerro de eresía;
judguéstilo por bestia e por cosa radía,
tollisteli la orden de la capellanía.

231 Si tú no li mandares decir la missa mía
como solié decirla, grand querella avría,
e tú serás finado hasta el trenteno día,
¡Desend verás qué vale la sanna de María!»

232 Fo con estas menazas el bispo espantado,
mandó envïar luego por el preste vedado;
rogó’l que’l perdonasse lo que avié errado,
ca fo él en su pleito durament engannado.

233 Mandólo que cantasse como solié cantar,
fuesse de la Gloriosa siervo del su altar;
si algo li menguasse en vestir o calzar,
él gelo mandarié del suyo mismo dar.

234 Tornó el omne bueno en su capellanía,
sirvió a la Gloriosa, madre Sancta María;
finó en su oficio de fin qual yo querría,
fue la alma a gloria a la dulz cofradría.

235 Non podriemos nos tanto escrivir nin rezar,
aun porque podiéssemos muchos annos durar,
que los diezmos miraclos podiéssemos contar,
los que por la Gloriosa denna Dios demostrar.



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