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Por decir “amén”

[Minicuento - Texto completo.]

Anónimo: Occidente

La Muerte bautizó al recién nacido de un hombre pobre. En el banquete, algo borracha y alegre, dotó a su compadre de la facultad de curar a los enfermos, aunque estuviesen agonizando. Solo debía tocarlos con su mano o plantarse junto al lecho, y se reponían al instante. Aunque el médico mismo debería morir en cuanto dijera “¡Amén!”.

El antiguo pobre se hizo médico y, muy pronto, se convirtió en un hombre adinerado. Pasaron algunos años y se le ocurrió ir a visitar a la Muerte. Nada más ponerse en camino, encontró a un niño llorando.

—¿Por qué lloras? —le preguntó.

—¡Ay! —contestó el niño—. Mi padre me ha pegado porque no sé unas de las palabras de la oración.

—¿Qué palabra es esa? ¿“Padre nuestro”?

—No, no es esa.

El médico recitó toda la oración hasta el final, pero la respuesta era siempre la misma:

—No, no es esa.

—Pues debe ser “¡Amén!”.

—Sí —dijo la Muerte. Había sido ella la que se había presentado bajo la apariencia de niño—. ¡Sí, “amén”! ¡Y también amén para ti!

Y el médico murió en aquel mismo instante. Sus hijos se repartieron todos sus bienes y, si no han muerto, andarán sanos y salvos hasta ahora.

FIN


Anónimo ruso


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