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Siguiendo a Luis López Nieves

25 marzo 2019

En mi cuarto año, la Sra. Díaz de la escuela Rafaelina E. Lebrón Flores de Patillas nos repartió un libro a todos los estudiantes del 12-1. Era un ejemplar nuevo, con un número escrito con marcador que decía (si no mal recuerdo) “19”. Ese fue mi número de estudiante. El libro se titulaba El corazón de Voltaire, era la novela del escritor Luis López Nieves. En ese momento era un autor desconocido para mí. Leí el libro en apenas un día. Increíble, quedé prendado por la historia. Mientras discutíamos la obra, levanté la mano para discutir todas las preguntas que nos hacía la maestra. Al terminar el análisis, ella explicó que el autor impartía clases en la Universidad del Sagrado Corazón.

La palabra que define ese momento de mi vida fue: Decisión. Desde pequeño había soñado con la idea de ser escritor. Recuerdo haber conectado una computadora vieja y haberla usado para escribir cuentos. Algunos tan complicados que al escribir la segunda página olvidaba la primera. Fue difícil para mí. Sin guía literario, me rendí. No obstante, el vívido recuerdo se mantuvo durante años, y aunque escribía novelas trilladas sobre libretas de argolla, jamás creí que tendría el placer de acercarme a un escritor real. Al saber que Luis López Nieves enseñaba en la Universidad del Sagrado Corazón, y que esa semana la reclutadora de esa misma universidad iría a mi escuela, orquesté el plan de mi vida.

Pocos meses después me gradué. Mi carrera universitaria inició en el periodismo, donde conocí a varios de los profesionales que me inspiran. Uno de ellos fue Carlos Vázquez Otero, un periodista español con un acento que encantaba a todas las chicas de la oficina. Aprendí de él que la palabra profesional no significa un título, sino, sacrificio y trabajo duro. Carlos era empleado de María Eugenia Madrid, y laboraba con el afán que todos deberíamos tener en la vida. El producto que realizaba, bueno… les diré que siempre enorgulleció. En la oficina en la que me desempeñé, grababa y editaba videos de actividades para un programa llamado Esta semana en Sagrado, y esta experiencia me llevó a dos sucesos importantes en mi vida.

El primero fue el conocer a mi prometida. El primer día de clases de mi segundo año tuve la tarea de tomarle fotos a los estudiantes de nuevo ingreso, y una de las que tomé era de mi prometida. Lo olvidé, pero mi novia tiene memoria de elefante y recordó hasta el detalle más nimio de ese día. El otro evento ocurrió en la presentación de la novela No habrá más primavera en abril del escritor Luis Alejandro Polanco. Esa noche caminé hasta un salón de actividades que ya no existe, y cuyo nombre no recuerdo, y la primera figura que reconocí entre el público fue la de Luis López Nieves. Si no lo has conocido, debes saber que él es un hombre alto, ligeramente calvo, de mirada penetrante y sonrisa amable. Tiene dos tonos: uno es familiar, como el de un padre que aconseja a su hijo, el otro es el de un progenitor que está decepcionado de su retoño. Esa noche el escritor se colocó tras del podio, arregló su corbata y esperó a que le dieran la señal de inicio. Contó un chiste para romper el hielo, imagino que interno, pues los únicos que rieron con sinceridad fueron Luis Alejandro Polanco y él. Por mi parte, borré mi sonrisa y pensé: Es humano”.

Abandoné el salón después de grabar lo que necesitaba para el video. Pensé en él, y me pregunté si un escritor estaba separado del resto de la comunidad. Mi respuesta fue un rotundo no. Una vez más decidí que me pararía a su lado y levantaría mi rostro con orgullo. ¡Quería ser escritor! Aproveché mis beneficios como proctor de la residencia de varones de la universidad y tomé un taller de escritura creativa. La profesora fue la talentosa escritora Rubis M. Camacho. Les diré algo… amo como Rubis habla. Es un poema andante. No pude terminar el taller, pero esa oportunidad sentó las bases para una amistad muy linda. Luego hablé con otro queridísimo colega, Emilio del Carril, y me invitó a uno de sus talleres. Si Rubis era un poema, Emilio era una obra teatral griega. Tomé solo un curso, y él mencionó el dato que me acercaría a mi objetivo. Emilio del Carril es el primer egresado de la maestría en Creación Literaria que Luis López Nieves fundó. Quería graduarme de la misma maestría.

Cuando me matricule estaba tarde para mi primera clase. Al llegar a la segunda, encontré al profesor vestido con su típico traje y corbata. Nos reunimos en un salón con aire acondicionado para discutir lo que era un personaje redondo. El profesor era como lo imaginé. Todo un profesional. Antes de terminar la clase, regañó a una compañera por hablar mucho (cosa que lamentablemente la compañera corrigió) y por primera vez me sentí intimidado por un maestro. Salí de la clase con el rabo entre las piernas. Creí que Luis López Nieves era un gruñón. Dios sabe que me equivocaba, y el profesor me lo demostró en las próximas clases.

Llegó María. El huracán destrozó la moral de todos los miembros de la maestría. Éramos muchos cuando iniciamos, pero la mayoría se esfumó después del desastre. Algunos tuvieron asuntos personales, otros fueron llamados por la Guardia Nacional y unos pocos se rindieron. Les atemorizó la catástrofe de María y marcharon a Estados Unidos. Sería un mentiroso si dijera que no pensé en abandonarlo todo y marcharme, pero me quedé. Había seguido a Luis López Nieves durante tantos años y no podía darme por vencido.

El profesor regresó a enseñar con un tono huraño. Como dije, habíamos sido golpeados en la moral. Los estudiantes pasamos las de Caín para realizar todos los trabajos. Unos tenían luz, otros parecíamos sanguijuelas tratando de succionar carga de cualquier enchufe. Vi más peleas en Burger King que cualquier otra persona, y algunas de ellas me inspiraron para crear personajes. Al terminar el primer curso, teníamos una vaga idea de quién era el escritor Luis López Nieves. Tendría que superar dos talleres más para volver a enfrentarme con él.

El reencuentro fue magnifico. Estábamos alegres de poder enseñarles lo que habíamos aprendido en los cursos anteriores y él, parecía interesado en conocer a la nueva cepa. Aproveché ese curso para hacerle preguntas personales relacionadas a la carrera de escritor. Debía, como buen curioso, aprender de la vida que tenía un escritor para inspirarme cuando decidiera el tipo de escritor que quería ser. Él fue muy gentil, contestó todas mis dudas. Al finalizar el segundo taller que tomé con él, hice la pregunta que quería hacerle desde que escuché los rumores: “¿Es cierto que la maestría está en moratoria?”. Emilio del Carril ya había respondido esa pregunta, pero Luis López Nieves era el padre de esa carrera y debía saber más que cualquier otra persona. Él explicó que estaba ignorante de toda decisión. Sentí pena por él, pues su hijo había contraído una enfermedad llamada “Decisión Administrativa” y no podía hacer nada para curarlo.


La última clase con el profesor Luis López Nieves

Hace pocas semanas terminé el último taller. La clase la tomamos en un salón auditorio, alejado totalmente del salón BN-… (he estado tantas veces ahí que olvidé el número). El profesor ofreció un discurso acerca de la maestría y el significado que tenía para él. Hizo llorar a algunos estudiantes. Por mi parte, no dejaba de pensar en que gracias a su novela yo había recorrido los senderos de la vida.

Siguiendo a Luis López Nieves salí de Patillas para estudiar en la Universidad del Sagrado Corazón. Viví en una residencia estudiantil donde encontré colegas, amigos y hermanos. Fui un líder, y descubrí que el poder puede corromperme. Me mudé a Río Piedras con dos de mis mejores amigos, conocí a un tercero y superé un corazón roto. Trabajé en una cafetería, en una heladería, en una pizzería, en una escuela de un residencial público, en un colegio católico y hasta de periodista. Siguiendo a Luis López Nieves conocí a una mujer increíble, mi prometida, con quien quiero compartir hasta el último de mis días. Ella lee mis historias y me regaña cuando me vuelvo loco y escribo todo lo que pienso. Conocí a Luis López Nieves como estudiante, me hice maestro siguiéndolo y hoy soy escritor. He vivido admirando a un autor al que llamé señor López, luego profesor y hoy le dijo Luis cuando tengo el valor.

FIN


Versión original


“Siguiendo a Luis López Nieves”, Gerardo Serrano, La Cartilla, 25 marzo 2019, lacartilla.org.


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