| Lo primero, sin duda, es este ensanchamientode la respiración, casi angustioso.
 y la especial sonoridad del aire,
 como una gran campana en el vacío,
 acercándome olores
 de jara de la sierra,
 más perfumados por la lejanía,
 y de tantos veranos juntos
 de mi niñez.
 Luego está la glorietapreliminar, con su pequeño intento de jardín,
 mundo abreviado, renovado y puro
 sin demasiada convicción, y al fondo
 la previsible estatua y el pórtico de acceso
 a la magnífica avenida,
 a la famosa capital.
 Y la vida, que adquierecarácter panorámico,
 inmensidad de instante también casi angustioso
 -como de amanecer en campamento
 o portal de belén-, la vida va espaciándose
 otra vez bajo el cielo enrarecido
 mientras que aceleramos.
 Porque hay siempre algo más, algo espectralcomo invisiblemente sustraído,
 y sin embargo verdadero.
 Yo pienso en zonas lívidas, en calles
 o en caminos perdidos hacia pueblos
 a lo lejos, igual que en un belén,
 y vuelvo a ver esquinas de ladrillo injuriado
 y pasos a nivel solitarios, y miradas
 asomándose a vernos, figuras diminutas
 que se quedan atrás para siempre, en la memoria
 como peones camineros.
 Y esto es todo, quizás. Alrededorse ciernen las fachadas, y hay gentes en la acera
 frente al primer semáforo.
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