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 Hermano, amaneció. Mirá. 
Ahora podemos ver ya el volcán Masaya 
y su humo 
saliendo del cráter, y la laguna, verde, de Masaya, 
más allá la laguna de Apoyo, muy azul, 
las Sierras, y serranías de color cielo 
hasta la lejanía, la verdad es 
que nuestra tierra es de color de cielo, 
más lejos, ¿lo ves? el Pacífico, 
casi puro cielo bajo el cielo, la verdad es 
que estamos en el cielo y no lo sabemos, 
mirá, del otro lado el lago de Managua y el Momotombo 
junto al agua como 
un triángulo de lago levantado o 
una pirámide de cielo. 
Todo esto desde antes estaba allí 
pero una oscura noche lo cubría, 
y no se veía. La noche de las tentaciones. 
Cada uno tenía su tentación. 
La tentación del falso amanecer que aún no podía ser. 
El yacer en una cama en plena noche soñando que es el amanecer. 
Ahora sí fue el amanecer, Pancho Nicaragua, 
todo está iluminado 
alrededor de este rancho. 
La tierra y el agua. Lo podés ver. 
Y en aquella casita oigo cantar: 
“Qué alegre y fresca 
la mañanita”. 
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