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 ¿Acaso fue en un marco de ilusión, 
En el profundo espejo del deseo, 
O fue divina y simplemente en vida 
Que yo te vi velar mi sueño la otra noche? 
En mi alcoba agrandada de soledad y miedo, 
Taciturno a mi lado apareciste 
Como un hongo gigante, muerto y vivo, 
Brotado en los rincones de las noches 
Húmedos de silencio, 
Y engrasados de sombra y soledad. 
Te inclinabas a mí supremamente, 
Como a la copa de cristal de un lago 
Sobre el mantel de fuego del desierto; 
Te inclinabas a mí, como un enfermo 
De la vida a los opios infalibles 
Y a las vendas de piedra de la Muerte; 
Te inclinabas a mí como el creyente 
A la oblea de cielo de la hostia… 
Gota de nieve con sabor de estrellas 
Que alimenta los lirios de la Carne, 
Chispa de Dios que estrella los espíritus. 
Te inclinabas a mí como el gran sauce 
De la Melancolía 
A las hondas lagunas del silencio; 
Te inclinabas a mí como la torre 
De mármol del Orgullo, 
Minada por un monstruo de tristeza, 
A la hermana solemne de su sombra… 
Te inclinabas a mí como si fuera 
Mi cuerpo la inicial de tu destino 
En la página oscura de mi lecho; 
Te inclinabas a mí como al milagro 
De una ventana abierta al más allá. 
¡Y te inclinabas más que todo eso! 
Y era mi mirada una culebra 
Apuntada entre zarzas de pestañas, 
Al cisne reverente de tu cuerpo. 
Y era mi deseo una culebra 
Glisando entre los riscos de la sombra 
A la estatua de lirios de tu cuerpo! 
Tú te inclinabas más y más… y tanto, 
Y tanto te inclinaste, 
Que mis flores eróticas son dobles, 
Y mi estrella es más grande desde entonces. 
Toda tu vida se imprimió en mi vida… 
Yo esperaba suspensa el aletazo 
Del abrazo magnífico; un abrazo 
De cuatro brazos que la gloria viste 
De fiebre y de milagro, será un vuelo! 
Y pueden ser los hechizados brazos 
Cuatro raíces de una raza nueva: 
Y esperaba suspensa el aletazo 
Del abrazo magnífico… 
¡Y cuando, 
te abrí los ojos como un alma, vi 
Que te hacías atrás y te envolvías 
En yo no sé qué pliegue inmenso de la sombra! 
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