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 2 AM. Es la hora del Oficio Nocturno, y la iglesia 
en penumbra parece que está llena de demonios. 
Esta es la hora de las tinieblas y de las fiestas. 
La hora de mis parrandas. Y regresa mi pasado. 
‘Y mi pecado está siempre delante de mí’ 
Y mientras recitamos los salmos, mis recuerdos 
interfieren el rezo como radios y como roconolas. 
Vuelven viejas escenas de cine, pesadillas, horas 
solas en hoteles, bailes, viajes, besos, bares. 
Y surgen rostros olvidados. Cosas siniestras. 
Somoza asesinado sale de su mausoleo. (Con 
Sehón, rey de lo amorreos, y Org, rey de Basán). 
Las luces del ‘Copacabana’ rielando en el agua negra 
del malecón, que mana de las cloacas de Managua. 
Conversaciones absurdas de noches de borrachera 
que se repiten y se repiten como un disco rayado. 
Y los gritos de las ruletas, y las roconolas. 
‘Y mi pecado está siempre delante de mí’ 
Es la hora en que brillan las luces de los burdeles 
y las cantinas. La casa de Caifás está llena de gente. 
Las luces del palacio de Somoza están prendidas. 
Es la hora en que se reúnen los Consejos de Guerra 
y los técnicos en torturas bajan a las prisiones. 
La hora de los policías secretos y de los espías, 
cuando los ladrones y los adúlteros rondan las casas 
y se ocultan los cadáveres. Un bulto cae al agua. 
Es la hora en que los moribundos entran en agonía 
La hora del sudor en el huerto, y de las tentaciones. 
Afuera los primeros pájaros cantan tristes, 
llamando al sol. Es la hora de las tinieblas. 
Y la iglesia está helada, como llena de demonios, 
mientras seguimos en la noche recitando los salmos. 
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