Esta mano viviente, ahora tibia y capaz De agarrar firmemente, si estuviera fría Y en el silencio helado de la tumba, De tal modo hechizaría tus días y congelaría tus sueños Que desearías tu propio corazón secar de sangre Para que en mis venas roja vida corriera otra vez, Y tú aquietar tu consciencia —la ves, aquí esta— La sostengo frente a ti.