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La Autodonante

[Minicuento - Texto completo.]

Elías Canetti

Vive de los regalos que recupera. No ha olvidado ni uno. Los conoce todos, sabe dónde están uno a uno. Escudriña cualquier lugar en su busca y siempre encuentra pretextos. Le gusta ir a casas desconocidas en las que espera hallar también algún regalo suyo. Hasta las flores marchitas reverdecen para dejarse recuperar por ella.

¡Cómo pudo hacer tantos regalos y no recuperarlos antes! Ella, que todo lo olvida, no olvida nunca un regalo y solo tiene dificultades con los ya consumidos. Es triste que aparezca y se lo hayan comido todo. En esos casos se sienta, cavilosa y perdida, e intenta recordar qué podría haber en aquel sitio. Con disimulo, mira en derredor —persona fina— por si hubiera algo escondido. Siente especial predilección por las cocinas; una ojeada a la basura, una punzada al corazón: ahí están, las mondas de sus naranjas. ¿Cómo no las trajo más tarde? ¿Por qué no vendría antes a buscarlas?

“¡Mi tetera!”, dice, y se apodera de ella. “¡Mi bufanda! ¡Mis flores! ¡Mi blusa!”. Cuando la obsequiada lleva la blusa apuesta, le pide que le permita probársela y se va con ella, no sin antes haberse pavoneado un rato ante el espejo.

Y, ¿no espera que le hagan devoluciones espontáneamente? No, prefiere recogerlas ella misma. ¿No aprovecha para llevarse otras cosas? No, solo le interesan sus regalos. Se encariña con ellos, los desea, le pertenecen. Pero entonces, ¿para qué los regala? Para recuperarlos, por eso los regala.

FIN



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