¡Oh vos que estáis so tierra, oh triste gente del golpe del amor ensangrentados, y los que en llama ardéis continuamente por bien amar!, no estéis de mí olvidados; llorad mostrando el corazón ardiente, sacad vuestros cabellos a puñados; mostrad herido el corazón cuitado con la saeta de oro, y lastimado.
Con sus flechas nos hiere y ha herido amor, cada una en diferente grado; según el golpe, así será sentido, y así el dolor será también llorado. De plomo, plata y oro muy subido son estas flechas de que os he hablado; cada una de éstas causa su dolencia, según entre una y otra hay diferencia.
Gastó el amor las flechas que tenía de oro en los pasados amadores; una dejó olvidada, y a porfía con ella me causó cien mil dolores; si a muchos de este golpe muerto había, ya no hay golpe mortal en los amores, pues sólo hace señal con las de plata, de suerte que a ningún herido mata.
De las de plomo usa y hiere ahora, mas nunca saca sangre esta herida; pues viéndose tan flaco aquella hora, quebró su arco y púsose en huida; él pide paz, gritando de hora en hora, cada uno anda seguro y dél se olvida; de hoy más no cale recelar su guerra, que ya el poder de amor está so tierra.
Yo sólo quedo muerto y malherido: su paz fue para mí combate bravo; si en guerra fuera la que me ha rendido, yo fuera en paz vencido, y fuera esclavo; el mundo en paz e yo en guerra metido, porque a su guerra amor ha dado cabo; ved qué remedio a esta llaga espero, pues no se duele aquella por quien muero.
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