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A mi hermano Miguel de César Vallejo

Poema comentado por Paz Díez Taboada


A mi hermano Miguel

In memoriam

Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa,
donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: «Pero, hijos…»

Ahora yo me escondo,
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores,
después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.

Miguel, tú te escondiste
una noche de agosto, al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.

Oye, hermano, no tardes
en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.


Versión cantada por Mercedes Sosa (Argentina, 1935-2009): https://www.youtube.com/watch?v=Kb_C_o838UQ
Versión cantada por Leonardo Álvarez (Colombia, 1947): https://www.youtube.com/watch?v=chwkbt3czhs

CésarVallejo nació en 1892 en Santiago de Chuco, una pequeña localidad al norte de Perú, y fue el más pequeño de una familia de once hijos. Era mestizo («el cholo Vallejo» lo llamaban sus amigos), y su mestizaje fue curiosamente simétrico: sus dos abuelos eran sacerdotes españoles; y sus dos abuelas, indias.

En 1923 viajó a París donde vivió hasta su expulsión en 1930, acusado de hacer propaganda comunista. Tras un año en España y algunos meses en Rusia,- países que visitó varias veces- regresó de nuevo  a París donde permaneció hasta su muerte en 1938

Vallejo fue uno de los más importantes poetas del mundo hispánico por la  personalísima innovación que su poesía significó para la poesía del siglo XX. Julio Ortega (Perú, 1942), en uno de los libros más decisivos que se han escrito sobre Vallejo, (César Vallejo. La escritura del devenir, Madrid, Taurus, 2014), afirmó que la poética vallejiana  es “el proyecto más radical, riguroso y riesgoso de la poesía moderna en español”, porque se proyectó al futuro, al anticiparse  a las Vanguardias, y su renovación del lenguaje se presenta “con la agudeza y la flexibilidad de un habla a la vez dramática e irónica, tribal y mundana, oral y arcaica, regional y técnica, pronta al neologismo y lo agramatical, remota y actual”.  En definitiva, su lenguaje  literario se adelanta a autores tan preeminentes en esa renovación como fueron Vicente Huidobro (Chile,1893-1948) o James Joyce (Irlanda, 1882-1941)

Y, sin embargo, a pesar de lo que tiene la poesía del autor peruano de búsqueda e innovación creadora, nunca deben de olvidarse sus palabras: “Hay un timbre humano, un latido vital y sincero, al cual debe propender el artista, a través de no importa qué disciplinas, teorías o procesos creadores. Dese esa emoción, seca, natural, pura, es decir, prepotente y eterna, y no importan los menesteres de estilo, manera, procedimiento, etc.”

Los heraldos negros (1919), Trilce (1922), Poemas humanos (1938) y España, aparta de mí este cáliz (1939) fueron sus más destacadas obras líricas y -sigue afimando Julio Ortegauno solo de esos libros habría garantizado a su autor un lugar en la historia de la literatura. Que los cuatro salieran de las mismas entrañas sigue pareciendo un milagro.

Los Heraldos Negros (1919), es el título de la obra poética de Vallejo situada en su más temprana etapa y en el que se muestra todavía un cierto apego -aunque ya rompedor- ante unos declinantes aires modernistas. El libro consta de 69 poemas, divididos en seis secciones.

“Había pasado la primera guerra mundial cuando Vallejo se acerca al existencialismo de principios de siglo, movido, como muchos, por la barbarie de la guerra y la gran hambruna como una de las consecuencias. El poeta se aleja del colorido lenguaje modernista, rompiendo con la formalidad métrica estrictamente respetada para mostrarnos una mezcla de rimas consonantes con asonantes, logrando despertar nuestros sentidos a un nuevo ritmo.Trata con un acento muy personal sobre el destino del hombre cuestionando su existencia. Habla filosófica y poéticamente de la muerte, el dolor, la soledad, la orfandad, la frustración, el absurdo, la religión y la culpa.

El más conocido poema es el primero del libro y el que da título a todo el poemario, Los heraldos negros. Fue escrito en 1917, cuando su autor tenía veinticinco años.

Se aúnan en el poema la desesperanza, la incertidumbre constantemente remarcada por el anafórico “yo no sé”, y un sentimiento piadoso ante ese hermano “el hombre… Pobre… pobre” que no sabe exactamente qué hacer ante las tragedias imprevistas e incomprendidas  que le esperan a la vuelta de cualquier esquina. El poeta siente  una solidaridad piadosa hacia todos los hombres, expuestos por igual a los terribles golpes de la vida. Unido a este sentimiento de solidaridad, el hombre se ve inmerso en una culpa universal y primordial que viene como innata y por la que es castigado sin culpa alguna; una visión con remarcados tintes existencialistas. Esos golpes sangrientos son las crepitaciones / de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. Los golpes de la vida dejan el sinsabor de no obtener ese pan tan esperado, pan de los hambrientos, que ya no podremos comer ni compartir.  El poeta no alcanza a sentirse satisfecho de su suerte, ya que siente que no la merece y necesita compartir cualquiera de sus pertenencias con los más pobres del mundo entero A todos estos seres desafortunados siente el poeta que debe darse él mismo. (Rosa B. Ibáñez, España)


Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!


Trilce (1922) es vangardia pura “hasta las heces” y además  vanguardia “avant la letttre”, como ya se ha indicado: Verso libre, ruptura violenta con todas las formas tradicionales-conservadoras, con la logica y, desde luego, con la sintaxis y con el vocabulario, reutilizando palabras antiguas y creando incluso nuevas, como el mismo título del libro -¿unión de las palabras “triste” y “dulce” ?-.  y por todo ello está considerado como una obra capital de la poesía universal moderna y obra cumbre de la Vanguardia poética en lengua española: El poemario más hermético que se ha escrito en la lengua castellana”, “El libro imposible de la poesía hispánica”.”El más radical de los libros en lengua española”.

El poemario está compuesto por una serie ininterrumpida de 77 poemas sin título, numerados con dígitos romanos.

En Trilce balbucea una vital emoción humana, se arremolinan recuerdos e imágenes subconscientes, aparecen las huellas de estupendos fracasos, refléjanse experiencias de pobreza, prisión y soledad en una vida que no tiene sentido, donde priman el dolor y la angustia que sumen a los hombres en triste orfandad, un mundo hostil cuyo alquiler todos quieren cobrar, unidos al dulce recuerdo de la infancia y del hogar arrebatados por el tiempo y a una solidaridad esencial con los que sufren y con los que son oprimidos.”  (Jorge Basadre, Perú, 1903-1980)

Algunos poemas son experimentos difícilmente comprensibles, pero en otros tal extremismo verbal se halla al servicio del choque emotivo. Es el caso de aquellas composiciones que sirven de vehículo a un recuerdo infantil o a un sentir amoroso; también hay otra vetas de emoción: la pasión erótica, la angustia de la cárcel, la opresión del paso del tiempo o la muerte. Juzgada actualmente como una de las mejores realizaciones del vanguardismo literario, la obra tardaría algunos años en ser comprendida; en 1930 fue de nuevo publicada en España con un prólogo entusiasta de José Bergamín.

https://hjck.com/sin-categoria/cinco-poemas-para-recordar-a-cesar-vallejo

El siguiente poema de Trilce es uno de los menos  herméticos y -como se ha afirmado- “muy modesto ante la audacia formal” de la mayoría de los textos del libro  y, sin embargo, siguen estando presentes, aunque más atenuadas que en otros poemas, las innovaciones y rupturas del poeta peruano como se aprecia en su peculiar forma métrica adoptada de “semisoneto” con respeco a  la rima y el cómputo silábico,  y con expresiones tan trilcianas como regresabas parla y parla, dispuesto mi lugar, bueno lo malo, un  té lleno de tarde, tu obediencia de pechos y, en especial,  la última estrofa.

La anáfora se acabó al comienzo de cada estrofa señala con claridad suficiente  el tema del poema: una ruptura amorosa: el sentimento doloroso de la pérdida de una persona amada.


XXXIV

Se acabó el extraño, con quien, tarde
la noche, regresabas parla y parla.
Ya no habrá quien me aguarde,
dispuesto mi lugar, bueno lo malo.

Se acabó la calurosa tarde;
tu gran bahía y tu clamor; la charla
con tu madre acabada
que nos brindaba un té lleno de tarde.

Se acabó todo al fin: las vacaciones,
tu obediencia de pechos, tu manera
de pedirme que no me vaya fuera.

Y se acabó el diminutivo, para
mi mayoría en el dolor sin fin,
y nuestro haber nacido así sin causa.


Poemas humanos (1939) es el título de un conjunto de poemas escritos por César Vallejo, entre 1931 y 1937, perteneciente a su etapa de realismo socialista, y que fueron publicados póstumamente, organizados en un volumen, bajo la supervisión de Georgette Philippart, viuda del poeta, y publicados en París por Les Editions des Presses Modernes en 1939. Esta edición parisina englobaba también otros poemas de Vallejo escritos entre 1923 y 1929, conocidos después como Poemas en prosa y el poemario titulado España, aparta de mí este cáliz.

En 1968, y también bajo la coordinación de Georgette, salió a la luz la Obra poética completa, con la que quedó organizada y dividida la obra  póstuma de Vallejo de la siguiente manera:  Poemas en prosa, 19 en total, escritos entre 1923 y 1929,  Poemas humanos, 76 poemas escritos entre 1931 y 1937, y España, aparta de mí este cáliz, escrito en 1937.

Aunque han seguido planteándose problemas con las fechas y los títulos,  actualmente – que es lo que nos interesa–  Poemas humanos reune los poemas que no pertenecen a España, aparta de mí este cáliz  -único libro preparado por el propio Vallejo y con este título. Son, pues, todos los poemas en verso o prosa escritos después de Trilce y que no estaban agrupados para formar ningún libro en especial. Con los años se han encontrado más poemas de Vallejo escritos en este periodo, y se han añadido a este libro.

Estos textos vallejianos tratan muchos temas recurrentes suyos, pero evidencian notables diferencias respecto a  la obra anterior, como el retorno a ritmos conocidos,  el abandono de la experimentación del lenguaje y, en gran parte, del extremo hermetismo como sucedía en Trilce. Hay, en definitiva, un intento de facilitar el acercamiento al lector común.

Si, como en toda la obra del poeta peruano, la insatisfacción, la angustia personal, el dolor de vivir siguen patentes y preeminentes en Poemas humanos, sin embargo, se vislumbra algún rayo de esperanza cuando se alude a la unión de todos los hombres que, entrelazados por el amor y  la solidaridad, lucharán contra el mal, para crear un mundo más fraterno y armonioso.

Como ejemplo  del dolor y sufrimiento del “cholo Vallejo”,  léase el siguiente texto que no tiene desperdicio:


Voy a hablar de la esperanza

Yo no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora como artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera. Yo no sufro este dolor como católico, como mahometano ni como ateo. Hoy sufro solamente. Si no me llamase César Vallejo, también sufriría este mismo dolor. Si no fuese artista, también lo sufriría. Si no fuese hombre ni ser vivo siquiera, también lo sufriría. Si no fuese católico, ateo ni mahometano, también lo sufriría. Hoy sufro desde más abajo. Hoy sufro solamente.

[]

Yo creía hasta ahora que todas las cosas del universo eran, inevitablemente, padres o hijos. Pero he aquí que mi dolor de hoy no es padre ni es hijo. Le falta espalda para anochecer, tanto como le sobra pecho para amanecer y si lo pusiesen en la estancia oscura, no daría luz y si lo pusiesen en una estancia luminosa, no echaría sombra. Hoy sufro suceda lo que suceda. Hoy sufro solamente. 


La piedad por el dolor de todos, que desde “Los heraldos negros” era muy patente en Vallejo, llega a ser en los “Poemas humanos”, más que piedad, amor y solidaridad,   como se puede apreciar en los dos siguientes textos:


Traspié entre dos estrellas

[…]

¡Amado sea aquel que tiene chinches,
el que lleva zapato roto bajo la lluvia,
el que vela el cadáver de un pan con dos cerillas,
el que se coge un dedo en una puerta,
el que no tiene cumpleaños,
el que perdió su sombra en un incendio,
el animal, el que parece un loro,
el que parece un hombre, el pobre rico,
el puro miserable, el pobre pobre!

¡Amado sea
el que tiene hambre o sed, pero no tiene
hambre con qué saciar toda su sed,
ni sed con qué saciar todas sus hambres!
[…]


Me viene, hay días, una gana ubérrima, política

Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
y me viene de lejos un querer
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
a la que llora por el que lloraba,
al rey del vino, al esclavo del agua,
al que ocultóse en su ira,
al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.
Y quiero, por lo tanto, acomodarle
al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
su luz, al grande; su grandeza, al chico.
Quiero planchar directamente
un pañuelo al que no puede llorar
y, cuando estoy triste o me duele la dicha,
remendar a los niños y a los genios.

[…]


Pero sin duda, el más conocido poema de esta colección es el soneto “Piedra negra sobre una piedra blanca”, -el título proviene de una tradición de los habitantes de Santiago de Chuco, la patria del poeta: el colocar una piedra negra sobre una piedra blanca para señalar los entierros- donde el poeta presiente su muerte en un París con aguacero:


Piedra negra sobre una piedra blanca

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París y no me corro
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…


España, aparta de mí este cáliz (1939). En 1931 Vallejo se afilió al Partido Comunista de España, país que había visitado en varias ocasiones. En su calidad de corresponsal y articulista de diversas publicaciones, sigue muy de cerca la Guerra Civil Española, guerra que le inspirará su poemario más político, España, aparta de mí este cáliz, publicado en 1939, un año después de su muerte.

Este libro compendia los versos más intensos y hondos que escritor alguno haya llevado a cabo sobre la Guerra Civil Española. La visión de la España combatiente había conmovido a Vallejo y los 15 poemas que componen el libro, su  testamento poético, ha sido considerados como el mayor producto literario de la Guerra Civil Española”.

Aunque marxista y simpatizante declarado de la República, Vallejo no expresa en España, aparta de mi este cáliz ni ira, ni acusación, ni proselitismo político convirtiéndose así su obra en verdadero testimonio de identificación con el sufrimiento de un pueblo. Si algo pesa en el alma de César Vallejo es la incertidumbre en el futuro de España:  “¡Cuidate, España, de tu propia España!” La lucha no es fácilmente divisible en los bandos nacionalista y republicano, hay más que esto y Vallejo lo sabe. En las calles se pelea con coraje, con inigualable decisión; pero hay también quienes pelean solamente desde un escritorio: son la burocracia del conflicto en cuyos despachos se arma y desarma de mil maneras lo que sucederá en el minuto siguiente; son los  redentores verdaderos o falsos, peligrosos en su celo, en sus pasiones, en su llamado amor a la patria.

Aunque Vallejo no vivió lo suficiente para conocer lo que vendría después de la guerra, su intuición poética le permitió profundizar la serie de incontables calamidades que esperaban a España. El no veia posible el triunfo de la República; pensaba que solo un milagro podría salvarla, y ser testigo de tan triste realidad lo sumergía en una pena incontrolable. De ahí que, como Cristo invocando al Padre en el Huerto de los Olivos, su yo poético exclame ahora en un ruego final: “¡España, aparta de mi este cáliz!.

(Los últimos párrafos están tomados de “Cesar Vallejo: una respuesta poética al dolor de España, un magnífico y extenso comentario de Teobaldo A. Noriega.  https://studylib.es/doc/8459937/c%C3%A9sar-vallejo)

Como Neruda, Vallejo llevaba España en el corazón. Los dos colosos de la poesía hispana  sentían España, les dolía, como a Unamuno, España.


XIII

MASA

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar.


XIV

¡Cuídate, España…!

¡Cuídate, España, de  tu propia España!
¡Cuídate de la hoz sin el martillo,
cuídate del martillo sin la hoz!
¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,
del verdugo a pesar suyo
y del indiferente a pesar suyo!
¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,
negárate tres veces,
y del que te negó, después, tres veces!
¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,
y de las tibias sin las calaveras!
¡Cuídate de los nuevos poderosos!
¡Cuídate del que come tus cadáveres,
del que devora muertos a tus vivos!
¡Cuídate del leal ciento por ciento!
¡Cuídate del cielo más acá del aire
y cuídate del aire más allá del cielo!
¡Cuídate de los que te aman!
¡Cuídate de tus héroes!
¡Cuídate de tus muertos!
¡Cuídate de la República!
¡Cuídate del futuro!…


XV

ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ

[…]

¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra madre con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!

Si cae —digo, es un decir— si cae
España, de la tierra para abajo,
niños ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!
[…]

¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menos de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae —digo, es un decir—,
salid, niños, del mundo; id a buscarla!…


Para finalizar este apartado sobre la poesía de César Vallejo, me parece interesante reproducir el testimonio personal de Rafael Alberti (España,1902-1999) sobre la figura del poeta peruano:


A Vallejo lo recuerdo como alguien que establecía distancias entre él y las cosas. Parecía vivir alejado de ellas. Lo encontré por vez primera en París, en 1931, cuando María Teresa y yo residíamos en la capital francesa pensionados por la Junta de Ampliación de Estudios con el fin de estudiar las corrientes teatrales de Europa. En aquella época conocí a escritores iberoamericanos que gozaban de prestigio como Vallejo, Alejo Carpentier, Uslar Pietri o Miguel Ángel Asturias, que llegó a obtener el premio Nobel.

Vallejo era un indio cholo, con las características raciales bastante acentuadas; un hombre misterioso que no hablaba demasiado y cuando lo hacía empleaba un castellano muy especial. Como escritor comunista fue uno de los primeros poetas importantes en lengua española que hicieron un viaje a Rusia. Sus ideas políticas lo habían llevado al exilio, y la verdad es que vivía muy pobremente. Cuando se proclamó la República Española pensé que la vida en nuestro país le resultaría mucho más barata que en Francia, de modo que le aconsejé que se viniera para acá, ya que estaba seguro de que, al margen de la cuestión económica, encontraría amigos y un ambiente muy cordial. Convencido de que la gente lo quería y lo admiraba, se trasladó a Madrid y vivió en un barrio bajo, no recuerdo cuál, relacionándose, sobre todo, con jóvenes poetas españoles.

Cuando llegó aquí ya había publicado «Los heraldos negros», un libro que influyó poderosamente en la poesía española e iberoamericana de entonces. Sentía un profundo amor por España, un sentimiento realmente grande, que no tenía nada que ver con esa especie de literatura medio diplomática, medio de tomar un güisqui, y cosas por estilo. Cuando estalló la Guerra Civil tuvo una gran preocupación por la situación de la República y asistió al Congreso de Escritores por la Paz, que se celebró en Valencia en 1937. Por aquel tiempo comenzó a escribir un libro muy bueno, «España, aparta de mí este cáliz», que a pesar de no ser una obra larga, tiene poemas fundamentales. Su salud, muy precaria, no le permitió ver el final de la contienda.

Vallejo era un hombre más bien solitario, pero recuerdo una visita que hizo a mi casa. Fue un día en que Unamuno iba a leernos una obra de teatro larguísima, cuyas páginas traspapelaba mientras leía, de forma que de la sesenta y seis se pasaba a la doscientas, y todo por el estilo. Al terminar Unamuno se sacó un papelito del bolsillo del chaleco y me explicó que era una poesía que había escrito antes de subir a mi casa y que había dedicado a su nieto. Se trataba de «La media luna es una cuna». Vallejo me comentó que era maravilloso contemplar a un viejo tan fantástico que se sacaba del bolsillo un poema que acababa de escribir para un niño.”

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Comentario del poema A mi hermano Miguel

En la poética de César Vallejo el tema de la casa, el hogar o el padre y la madre, los tíos, los hermanos, los juegos infantiles; es decir, el mundo de lo cotidiano y doméstico bajo la mirada infantil, están diseminados a lo largo de su obra. Léase, como ejemplo, el siguiente poema de Trilce :


III

Las personas mayores
¿a qué hora volverán?
Da las seis el ciego Santiago,
y ya está muy oscuro.

Madre dijo que no demoraría.

Aguedita, Nativa, Miguel,
cuidado con ir por ahí, por donde
acaban de pasar gangueando sus memorias
dobladoras penas,
hacia el silencioso corral, y por donde
las gallinas que se están acostando todavía,
se han espantado tanto.
Mejor estemos aquí no más.
Madre dijo que no demoraría.

Ya no tengamos pena. Vamos viendo
los barcos ¡el mío es más bonito de todos!
con los cuales jugamos todo el santo día,
sin pelearnos, como debe de ser:
han quedado en el pozo de agua, listos,
fletados de dulces para mañana.

Aguardemos así, obedientes y sin más
remedio, la vuelta, el desagravio
de los mayores siempre delanteros
dejándonos en casa a los pequeños,
como si también nosotros
no pudiésemos partir.

Aguedita, Nativa, Miguel?
Llamo, busco al tanteo en la oscuridad.
No me vayan a haber dejado solo,
y el único recluso sea yo.

 

Sin embargo, todo este mundo familiar-infantil cobra especial protagonismo en la serie de poemas titulado “Canciones de hogar”, pertenecientes a Los heraldos negros.

El 22 de agosto del año 1915, a los 26 años de edad, murió Miguel, el hermano inmediatamente mayor de Vallejo quien contaba 23 años. Esta pérdida le produjo tal  dolor y pena que le impulsó a componer, tal vez, el más hermoso poema  de Los heraldos negros y uno de grandes poemas de elegía fraterna de la literatura universal, A mi hermano Miguel . Un título  directo, sin ningún  rebuscamiento literario o artificialidad artística. Pero eso sí, un título comprometido, personal y afectuoso al poner el nombre propio de la persona, con el posesivo mi, tan entrañable, delante.(Vide, Danilo Sánchez Lihón,  autor del mejor y más amplio comentaio  sobre este poema, que conozco: “La búsqueda del hermano en César Vallejo” https://www.monografias.com/trabajos911/busqueda-hermano/busqueda-hermano3.shtml)

El poeta, en el poyo de la casa familiar de Santiago de Chuco, rememora su infancia al evocar el juego infantil del escondite o “las escondidas” con su hermano Miguel. Todo un mundo de recuerdos infantiles intensamente vividos en su cotidianidad: los juegos, la presencia solícita y acariciadora de la madre, las oraciones vespertinas -el rosario-,  la casa (sala , zaguán , corredores…) se agolpan en la evocación y añoranza del poeta, pero todo ello está simbolizando en su memoria la ausencia irreparable que la muerte ha provocado.

El hogar es, en el caso de César Vallejo y de cualquier persona, la estructura y nomenclatura de los seres que lo integran ligados por el afecto y el cariño y cuando una persona de ese mundo familiar se ausenta para siempre -sea esa persona un hermano, un amigo, una amada o un amado que cavan un hueco muy hondo y un espacio muy vasto en el alma- , entonces “una falta sin fondo” se impone y se evidencia infinita. Porque una vida hace una presencia ya para siempre inacabable. (Danilo Sánchez Lihón)

En acertadas palabras de Jorge Tobías Colombo (Argentina), A mi hermano Miguel es un poema lleno de contradicciones existenciales: entre la aceptación y el rechazo de la muerte; la lucha entre la áspera realidad y la fantástica siesta de la infancia; la obstinación en prolongar la existencia del amigo-hermano en el amigo imaginario; el tenaz intento de detener el tiempo y transformarlo en un eterno presente. Crecer o no crecer… El poeta atraviesa, en fin, el texto, con dos tipos de ocultaciones, el del juego infantil “Las escondidas” y el de la muerte, ese escondite definitivo.

En cuanto al lenguaje del poema,  todo es sencillo; no predominan los adjetivos sino los verbos y sustantivos, la acción y el sentimiento. No hay una sola palabra de bisutería, que pretenda adornar, ni  una sola que represente un lujo verbal. Pero bajo su aparente cotidianeidad hay un mundo abismal, roto y fracturado, en el que  toda la expresión es sincera  y plena de expresividad par para expresar el dolor inconsolable, la pena infinita. (Danilo Sánchez Lihón)

Un desconocido peruano del reino oculto e inabarcable de Internet comentaba: Soy peruano y este poema lo aprendí cuando cursaba el 5° grado de educación primaria, me gusto tanto que lo leía con frecuencia y hasta lo aprendí de memoria, me llenaba de tanta pena el saber que César se había quedado sin compinche de aventuras y juegos que me ponía triste y melancólico, hoy al leerlo nuevamente se me vienen recuerdos a la mente que me hacen muy feliz.

A mi hermano Miguel es un  un ejemplo paradigmático de poema personal-familiar como insuperable llanto fraternal, hondamente sentido, muy original en la forma y tan contundente y expresivo en su brevedad que todo buen lector aquí o allá, ayer, hoy y mañana, pueda experimentar la misma emoción que el desconocido peruano de Internet.

Anegados por tanto ruido mediático, tanta información y  tantas imágenes que embotan nuestro pensamiento y todo lo mejor de nosotros mismos, necesitamos,  más que nunca, ser buenos lectores  para poder sentir el misterio y la maravilla de la mejor poesía como la de este poema del gran Vallejo.

****

César Vallejo fue enterrado en el cementerio Montrouge, pero el 3 de abril de 1970 su viuda decidió trasladarlo al cementerio de Montparnasse, donde reside hasta el día de hoy.

Georgette escribió en su epitafio:

He nevado tanto para que duermas..

FIN


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