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Carta abierta al escritor Luis López Nieves

Rubis Camacho


…sí, en la esquina de la última tablilla. Es una carpeta roja. Sus grandes aros metálicos, algo opacos, amenazan con enmohecer. El documento abre la sección de “Cosas Fundamentales”, una clasificación algo ambigua para quien no tenga claro los asuntos del corazón. Mi amigo, el escritor guatemalteco Armando Rivera, detesta el concepto “alma”, por manoseado. Se vuelve fiera cuando lo escucha aderezando la línea de un poema.

-¿Me podés decir qué es el alma? -me repite con ojos excesivos. Lo remito a Platón, y a un texto (Ella, maldita alma) de un autor contemporáneo por el que siento admiración: Manuel Rivas. Luego, con palabras esdrújulas trato de apaciguarle el alma; es el acuerdo.

Igual pasa con el concepto “corazón”; no obstante, este documento, todavía, me agita la sangre. Por eso, disculpe el lugar común, aunque confieso que me gusta la palabra “corazón” por su sonoridad.

¿La historia del documento? Una mañana, escrutaba las oscuras paredes grises de un cubículo en una oficina de gobierno. Llevaba un año en el puesto y aún no me acostumbraba a permanecer siete horas y media en un cuadrado de 9 pies, sin ventana. Mi desolación era evidente. Una de las compañeras de trabajo puso sobre mi escritorio la página de un periódico, y dijo:

-Mira, esto es para ti.

En el artículo se anunciaba el nuevo proyecto educativo de la Universidad del Sagrado Corazón; la Maestría en Creación Literaria. La foto que acompañaba al artículo, mostraba el rostro entusiasmado del autor y promotor del proyecto, el catedrático y escritor puertorriqueño, Luis López Nieves; autor de la famosa novela que revolcó la conciencia nacional, y que cambió para siempre la definición de “historia”: Seva.

Señalaba el escritor que, por primera vez en el Caribe, podría germinar una nueva generación de escritores, mediante un proyecto académico orientado a la lectura, la creación literaria y el pensamiento crítico.

Una alegría inusitada me levantó de la silla. Recorrí los pasillos de la oficina con cierta turbación. Traté de calmarme y seguir el orden lógico; llamar a la Oficina de Admisiones de la Universidad del Sagrado Corazón.

¿Es intuición, iluminación, destino, determinismo? No sé, pero algo me decía que había encontrado la ventana, y que aquellas libretas amarillentas (guardadas en gavetas) podrían encontrar su espacio en el mundo.

El documento de solicitud requería que el solicitante fundamentara su interés en el programa. Escribí varios ensayos y ninguno me parecía adecuado. No lograba un texto compacto. En uno de los intentos, relaté mi experiencia con el licenciado Sánchez Caso. Cursaba mi primer verano en la Facultad de Derecho. El licenciado asignó la redacción de un escrito breve sobre un aspecto del Código Civil de Puerto Rico. Investigué, repasé alguna jurisprudencia y escribí febrilmente. ¿El resultado?, unos trazos duros sobre la primera página: “Esto es Derecho Civil, no literatura. ¡Despierte!”

Finalmente, describí en un par de oraciones mi pasión por la escritura; aquella masa de emociones que se atornillaba en mi estómago cuando leía o escribía, y envié la solicitud por correo.

¡Por fin, llegó el documento! Sí, ese papel que aún guardo en una carpeta roja. Notificaba mi aceptación al Programa.

Fueron dos años exquisitos, transformadores y desafiantes. Compartir nuestros textos, examinar sus fracturas y luminosidades, escuchar con reverencia, fueron momentos entrañables. Dudo que otra Maestría haya logrado instaurar una comunidad de aprendizaje tan motivada , ni una hermandad tan sólida y duradera.

Hoy, cuando veo los frutos de este proyecto (escritores destacados, publicación de libros, colectivos literarios, premios, auge por la lectura, talleres, etc.) no oculto mi orgullo por haber conformado el primer grupo de la Maestría.

Descubrí el camino a casa; la literatura, un techo amable cuando cae la lluvia o me arropa el frío. He publicado cinco libros, tengo decenas en la cabeza, vivo con los achaques que acarrean los años; pero escribir es la actividad que me revitaliza, la fuerza que me unge el cuerpo. Esto ocurre, porque usted hizo el mapa, construyó mi ventana, nos destinó a la alegría de narrar, derrotó la muralla elitista construida alrededor de la escritura y nos dijo: ¡Tomen la palabra!

Maestro, le dedico mi novela Tu rostro en la memoria; como un signo de gratitud y admiración por el diseño de su vida.

Rubis Camacho
12 de noviembre de 2018


“Carta abierta al escritor Luis López Nieves”, Rubis Camacho, Ciudad Seva, 12 noviembre 2018, tomado de facebook.com/rubis.m.camacho.


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