Cuestionario para grandes cuentistas:
Entrevista a Luis López Nieves
Betuel Bonilla Rojas
1. Según Borges, el racionalista Platón planteó en Ion, su diálogo de juventud -lo pensó para la poesía-, que en la creación opera algo así como la inspiración, es decir, un argumento claramente romántico. El romántico Poe, por el contrario, en su “Método de la composición”, plantea la tesis de la creación como algo sumamente racional, de puro oficio. ¿Cómo opera esto en tu creación, cómo concilias los dos elementos en el momento en que decides que vas a escribir un cuento?
En la ducha, en el tren, al acostarse: la idea llega en cualquier momento o lugar, sin pedir permiso, y de golpe tenemos ante nosotros una historia que debemos escribir. Ésta, claro, es la inspiración. Pero luego viene la redacción del cuento. Al hacerlo estamos todavía bajo el influjo de esta primera idea (llamémosla “inspiración”), pero al comenzar a redactar toman control el oficio y la experiencia. Evitamos los lugares comunes, verificamos que el comienzo del texto sea llamativo, tratamos de que el personaje no sea plano, evitamos otros errores graves. Para llevar esto a cabo hay que echar mano a las herramientas del oficio porque con la inspiración no basta. Por eso los escritores de poca experiencia cometen errores graves. Escriben clichés, son maniqueos, sus personajes son planos. Cuando esto ocurre, es porque el autor utilizó su inspiración pero no conocía las herramientas del oficio. También ocurre lo contrario: si el cuento está correctamente escrito, pero le falta chispa, entonces faltó la inspiración. Por tanto, creo que se trata de una combinación de ambos: inspiración y oficio.
2. Aunque el problema de las definiciones tiene siempre sus dificultades, ¿puedes definir, aunque sea de manera provisoria, qué es para ti un cuento?
Un cuento consiste de la narración artística, breve y en prosa, de un conflicto que se resuelve.
3. Algunos escritores dicen andar libreta en mano a la caza de fragmentos de la realidad que les puedan servir como disparadores para la escritura. Otros afirman que la imagen simplemente llega y ya, está la semilla del cuento. En tu caso ¿cuál es ese momento inicial para la escritura de tus cuentos?
Los escritores naturalistas insisten en ser muy fieles a la realidad. He sabido de autores que pasan una semana buscando el nombre exacto de la calle X de Madrid antes de empezar a escribir un cuento. Por otro lado, están los escritores que no necesitan observar la supuesta “realidad”. En mi caso, me siento muy lejos de los naturalistas que insisten en retratar la realidad con exactitud. Uso lo que tengo en la memoria. A veces me documento pero sólo para precisar algún detalle. Nunca jamás ando con libretas en caza de fragmentos de la realidad. Para eso existe el periodismo.
4. En esa biblioteca de preferencias que todos tenemos, parafraseando a Borges, ¿cuáles son esos diez cuentos memorables que no podemos dejar de leer?
Qué pregunta. Llevo sobre 50 años leyendo cuentos, he leído miles y miles de cuentos. En mi portal digital, CiudadSeva.com, tengo sobre 3300 cuentos que también he leído. Por tanto, pedirme que escoja diez es muy cruel. Pero sufriré un poco y escogeré los primeros diez que me vengan a la mente. Hay muchos otros cuentos que están en la misma categoría, porque pienso que debe haber al menos cien cuentos de calidad archisuprema en el mundo. Pero los primeros diez cuentos clásicos que me vienen a la mente son:
- “La esperanza”, de Villiers de L’Isle Adam
- “La metamorfosis”, de Franz Kafka
- “Dos amigos”, de Guy de Maupassant
- “La mujer del boticario”, de Anton Chejov
- “La capa”, de Dino Buzzati
- “Encender una hoguera”, de Jack London
- “A la deriva”, de Horacio Quiroga
- “Bartleby”, de Herman Melville
- “Meter el diablo en el infierno”, de Giovanni Boccaccio
- “El cocodrilo”, de Felisberto Hernández
5. He leído en alguna parte que Roberto Arlt no era lo que se dice un buen escritor, incluso, se afirma que escribía mal; sin embargo, qué cuentos los suyos, cómo nos llegan hasta el fondo. ¿Cómo es posible eso? En tu caso ¿en qué te fijas a la hora de juzgar el mérito de un buen cuento?
Para juzgar la calidad de un cuento me pregunto si me conmovió, si me asombró, si es original y si de alguna manera cambió mi visión del mundo. La originalidad es un criterio fundamental: debo sentir que nunca antes había leído un cuento similar. Otro criterio importante, pero que se activa mucho más tarde, es el recuerdo. Si han pasado cinco años y todavía recuerdo el cuento con claridad, normalmente se debe a que es un buen cuento. Los cuentos malos se olvidan. Son como las series de televisión: quizás las disfrutamos al instante, pero a los tres días ya hemos olvidado el programa, no lo andamos analizando ni discutiendo con nadie ni se nos ocurre escribir ensayos sobre el programa. En cambio, aunque leí grandes cuentos como “La esperanza” y “La metamorfosis” cuando era adolescente, todavía los recuerdo y los sigo comentando con mis amigos.
6. La idea del libro de cuentos “redondo” es casi un espejismo, una ilusión. Leemos en algún libro un buen cuento y de repente, el siguiente, ya no nos gusta tanto. ¿Podrías indicarnos cuáles son esos diez libros de cuentos redondos, en el que ninguna pieza falla?
Realmente no se me ocurre ninguno. Siempre hay algunos cuentos que sobresalen sobre otros. ¿Un libro en que todos los cuentos están al mismo nivel? Ni siquiera recuerdo un libro de Cortázar en que todos los cuentos sean extraordinarios. Además, los cuentos de grandes monstruos como Maupassant y Chejov no los he leído como libros, sino sueltos o en colecciones variadas.
7. Un problema con los cuentos es la poca difusión, la poca circulación, como si un cuentista no fuera digno de habitar en el canon literario. ¿A qué crees que se deba esa especie de paternalismo de la novela sobre el cuento?
No creo que la premisa de la pregunta es correcta. No olvidemos que tanto Borges como Cortázar, Felisberto Hernández, Arreola y muchos otros autores son del canon y deben sus grandes famas a sus cuentos, que se siguen leyendo hoy como hace muchos años. Para responder a esta pregunta necesito mucho tiempo porque es un tema complejo. El cuento moderno tuvo su momento en los siglos XIX (y una parte del XX) porque los periódicos los publicaban con frecuencia. No había televisión ni radio ni cine. Por la noche los pequeños y grandes burgueses llegaban a sus casas y podían divertirse con la lectura de un cuento… ya que no había mucho más para hacer. Sin embargo, en gran medida esa necesidad práctica de una hora de descanso y lectura la ha sustituido hoy día la televisión e Internet. La gente llega a la casa de noche y ve televisión un rato o navega por Internet, como antes leía un cuento. Así que tal vez la gente no lea los cuentos en libros, pero yo tengo un portal de Internet, CiudadSeva.com, que contiene 3300 cuentos clásicos. Mi portal recibe hasta 30,000 visitantes diarios de todo el mundo. Por tanto, te diría que hay mucha gente leyendo cuentos pero nadie se entera porque no se refleja en las ventas de las librerías ni en las visitas a las bibliotecas de papel.
8. ¿Puedes plantear, otra vez de manera provisoria, una especie de decálogo personal del género?
Llevo sobre 30 años dirigiendo talleres de cuento, conozco el tema bastante bien, pero la verdad es que nunca me había pasado por la mente redactar un decálogo. No sé si realmente pueda resumir en diez oraciones lo que he aprendido. No soy Moisés. Pero si algún día decidiese escribir sobre el asunto, creo que sería preferible un manual. Sin embargo, creo que mi poética la puedo resumir de la siguiente manera: No contar lo obvio, lo que cualquier vecino ya sabe. La televisión y el cine existen. Los periódicos existen. El escritor no es cronista, guionista ni periodista. Tampoco es el chismoso del barrio. El escritor es un artista. Nuestro objetivo es crear arte.
9. En el momento de la escritura parece existir una especie de pulso con el tema para decidir entre el cuento y la novela. ¿Cómo sabes tú que el tema que tienes entre manos da para un cuento, por ejemplo, y no para una novela?
El cuento es breve y trata un solo incidente. Su trama es sencilla, como una raya; no es compleja, como las ramas de un árbol. Por tanto, si en mi historia hay más de un incidente (hay muchas ramas) y si veo que su redacción me exigirá, digamos, más de cien páginas, pues es claro que tengo en la cabeza una novela y no un cuento.
10. ¿Podrías sugerirnos diez pequeñas ideas para que los jóvenes narradores se ejerciten en la escritura de cuentos?
Estos ejercicios los he ido recopilando o creando a través de los últimos treinta años. Ya no recuerdo cuáles son míos, cuáles tomé de algún manual o cuáles inventamos entre todos en un taller. Hecha la aclaración de que probablemente no me los he inventado todos, enumero los siguientes:
- Una mujer con falda se baja del autobús. Tropieza, cae, se le ve la ropa interior, se levanta rápidamente. Mira a su alrededor, avergonzada, porque hay mucha gente. Capta la mirada sonriente de un hombre sentado en la parada. Narrar este incidente en varios tonos radicalmente diferentes: coraje, tristeza, humor, erotismo, sátira, etc. Objetivo: controlar el tono.
- Escribir una escena de muerte que sea sentimental, pero sin melodrama. Objetivo: evitar el sentimentalismo barato.
- Entra una mujer a la oficina de un médico y habla con la secretaria. Contar la escena de varias maneras diferentes, para caracterizar en cada ocasión a una mujer distinta: maniática, depresiva, violenta, dócil, arrogante, etc. Objetivo: practicar caracterización indirecta.
- Llega un autobús. Una mujer bella entra y se sienta. Comunicarle al lector que es bellísima, pero sin decirlo directamente ni usar palabra la palabra “bella” ni sinónimos. Objetivo: practicar subtexto.
- Redactar varias versiones de “La Cenicienta” (o cualquier cuento semejante) en primera persona: desde la perspectiva de la Cenicienta, del príncipe, de la madrastra, etc. Objetivo: practicar puntos de vista.
- Redactar varias versiones de “Caperucita Roja” (o cualquier cuento semejante) en tercera persona, pero nunca comenzar por el principio. Empezar por la escena de la cama, por el disparo del cazador, por la escena en que el lobo corre a la casa de la abuela, etc. Objetivo: experimentar con estructuras.
- Oler un perfume con los ojos cerrados. Describir a la persona que lo usaría. Objetivo: utilizar la sugestión.
- El escritor describirá en tercera persona un lugar específico en que fue muy feliz durante su niñez. Objetivo: trabajar lo íntimo con objetividad.
- Sustituir las palabras en mayúsculas con palabras concretas: “La PERSONA conducía su VEHÍCULO mientras comía (QUÉ COMÍA). De pronto vio el ANIMAL en el medio de la VÍA. Desvió el VEHÍCULO y chocó contra un OBSTÁCULO. Objetivo: evitar la narración abstracta.
- Contar la historia de un hombre armado y violento que encuentra a su mujer con otro, en un hotel. Parece que sólo hay dos opciones: que la mate o que no la mate. Buscar una tercera opción para finalizar el cuento. Objetivo: evadir lo predecible.
FIN
El arte del cuento, Betuel Bonilla Rojas, Trilce Editores, Bogotá, Colombia, 2009.