El silencio de Galileo
Andrea Balanzario
Catedral, México
Segunda novela del puertorriqueño Luis López Nieves, El silencio de Galileo es la historia “trucada” como él mismo gusta llamar al curioso (y afortunado) género, mezcla de un personaje conocido por todos pero con un tratamiento literario, en otras palabras, López Nieves hace valer las concesiones de la ficción para ajustar al inventor del telescopio según la versión literaria imaginada por él.
Andrea Balanzario. Luis, acabo de terminar de leer por segunda ocasión El silencio de Galileo, creo que va camino a ser un clásico porque esta relectura me abrió nuevas posibilidades de interpretación, pero a lo que iba… ¿cómo se te ocurre tematizar un hecho (la invención del telescopio por Galileo Galilei) y darle una nueva dimensión histórica a través de tu trabajo literario?
Luis López Nieves. Como mi novela anterior fue sobre Voltaire, a quien muchos consideran el primer intelectual moderno, luego de mucha reflexión decidí escribir mi próxima novela sobre el primer científico moderno: Galileo. Sobre este genio yo sabía más o menos lo que conoce cualquiera que haya estudiado en la universidad. Además, conocía la famosa obra de teatro Galileo Galilei de Bertolt Brecht. La obra es sobre uno de los asuntos que más se discute y conoce sobre Galileo: su forzada abjuración frente a la Inquisición, que lo obligó a retractar sus descubrimientos científicos públicamente.
Como éste es un tema conocido, decidí de inmediato que no lo trabajaría en mi novela, sino que buscaría otro asunto de interés en la vida del científico. ¿Para qué llover sobre mojado? Lo encontré con relativa rapidez… y con gran asombro de mi parte. Descubrí que los historiadores, hasta el día de hoy, todavía no tienen claro quién inventó el telescopio, a pesar de que muchas personas piensan que fue Galileo. Algunos dicen que fue el alemán Hans Lippershey, otros que fueron los holandeses Zacarías Janssen o Jacobo Metius. Pero al comenzar a indagar descubrí, con grandísimo estupor, una inmensa cantidad de contradicciones; tantas, que realmente no entiendo cómo algunos historiadores pueden ser tan ingenuos.
Fíjate, los historiadores dicen que el 2 de octubre de 1608 Lippershey, quien vivía en el sur de Holanda, pidió la patente para el telescopio. También dicen que el 13 de octubre de 1608, once días después, Zacarías Janssen, quien vivía en el mismo pueblo al sur de Holanda (Middelburg), también pidió una patente. Los historiadores, increíblemente, dicen que se trata de una “casualidad”. Pero yo me pregunto: ¿cómo es posible? ¿Cuáles son las posibilidades de que ocurra semejante casualidad? Es como si Pancho Pérez, de Acapulco, hoy alegara haber descubierto la cura para el cáncer, y que once días después Pepe Sánchez, también de Acapulco, hiciera un anuncio similar. Es demasiada “casualidad”.
Por tanto, concluí que había gato encerrado y que esta situación pedía una novela a gritos. Así nació la idea para escribir El silencio de Galileo. En la novela aclaro, de una vez y para siempre, quién fue el verdadero inventor del telescopio.
A.B. Otro de los acertados aspectos (entre muchos) de El silencio de Galileo es la forma narrativa, superas el género epistolar para ubicarte (otra vez… recordemos la primera novela, El corazón de Voltaire) en el siglo XXI con los correos electrónicos; desde “el primer correo”, creo recordar la primera línea con que reseñé ese libro, en este nuevo libro se nota un manejo más completo de tu narrativa, más apasionante y atractiva.
¿Cómo logras dar continuidad al tema a través de los correos?
L.L.N. Me gusta mucho el género epistolar, basado en cartas. De hecho, estas cartas están presentes en todos mis libros. No lo hice a propósito, no fue un plan, pero al mirar hacia atrás descubro que no sólo son epistolares mis dos novelas, sino que en mis tres libros de cuentos siempre ha habido al menos un cuento epistolar. Es un formato que me gusta porque es económico, me permite ir al grano y ahorrarme muchas transiciones o puentes que realmente prefiero eliminar. Tanto en lo que leo como en lo que escribo, detesto la literatura frondosa, hinchada de verborrea. Las cartas, en cambio, van directo al grano. Normalmente, al escribirlas, decimos “Me duele la pierna”, no decimos “Aquella noche tormentosa y lúgubre, en mi habitación de paredes oscuras y luces parpadeantes, mientras estaba sentado frente al fuego, de pronto, oh, comprendí que la pierna me dolía”. Por eso las cartas me gustan mucho.
Ahora bien: escribir una novela completa por medio de cartas evidentemente plantea muchos retos. No hay un narrador central para unir la trama o aclarar lo que no está claro. Tampoco hay narrador para decir quién es quién y cómo es cada cual. Ni para ambientar. Ni para crear atmósfera. Etcétera. Es decir, todo depende de lo que, de manera natural, digan las cartas. Y aclaro “natural” porque se puede intentar darle información al lector en una carta, pero es muy importante que sea natural. Por ejemplo, ¿cómo describir a un personaje en una carta? Nadie, a menos que tenga un serio problema de narcisismo, comienza una carta diciendo “Soy alto, bello, inteligente, rico y culto”. Y en mis novelas no hay un narrador para decirlo. Así que el reto consiste en lograr que cada personaje se caracterice a sí mismo por medio de sus cartas, y que lo haga de una manera que no muestre las costuras. Hay que darle a cada personaje una voz propia, de tal manera que llegue un momento en la novela en que el lector ya no tenga que leer las firmas de las cartas, porque en el primer párrafo ya identifica al que escribe.
Este es el reto con que he escrito estas novelas, y me alegra mucho saber que los lectores, y los críticos literarios, las han disfrutado.
A.B. Por último, me parece acertada la forma en que trasladas a la profesora Ysabeau de Vassy de El corazón de Voltaire a El silencio de Galileo en una nueva, digamos… labor detectivesca que involucra al doctor Roland de Luziers y otros tantos personajes con sus correos, ahora la pregunta es, ¿tu nueva novela (porque debes tener entre manos otra aventura histórica/cibernética) seguirá los mismos senderos de tus dos libros anteriores con Ysabeau de Vassy?
L.L.N. En este momento, no. Creo que hace falta una tercera novela para completar la trilogía basada en correos electrónicos que comencé con El corazón de Voltaire. Primero Voltaire, segundo Galileo, y he pensado que tal vez escriba una tercera novela sobre Napoleón. Lo estoy pensando seriamente, porque leí que un urólogo norteamericano compró y tiene en la sala de su casa nada menos que el pene de Napoleón. Esta noticia me impresionó mucho, durante varios días no pude dormir. ¿Para qué comprar un pene? ¿Para qué lo quiere? Yo creo que este asunto exige una novela.
Pero luego de terminar El silencio de Galileo decidí que necesitaba un descanso de ese mundo académico europeo con que he estado trabajado, así que ahora estoy escribiendo una novela nueva que no tiene nada que ver. No está escrita por medio de correos electrónicos. Los personajes no son académicos europeos. De hecho, creo que esta nueva novela no tiene prácticamente nada en común con ninguno de mis libros anteriores… aunque tengo un cuento que es una especie de ligero anticipo de lo que ahora estoy escribiendo. No puedo decir más.
No soy supersticioso (la superstición trae mala suerte), pero por alguna extraña razón la intuición me dice que no debo hablar una palabra sobre esta novela nueva hasta el día que la publique. Las razones son varias. Pero quizás la principal es que, aunque ya estoy en el camino y he andado algunos kilómetros, en realidad todavía no se adónde va la novela. Continuamente estoy tanteando, explorando, experimentando. Escribo un capítulo de una manera y luego lo cambio a otra. Y cada día se me ocurren ideas nuevas, algunas tan radicales que cambian por completo el concepto de la novela.
Está siendo muy interesante este proceso, porque en mis novelas anteriores, aunque siempre ha habido elementos sin definir, pues normalmente he comenzado con una idea bastante clara de hacia dónde voy. Así ocurrió con El silencio de Galileo, en que, entre otras cosas, me propuse probar quién era el verdadero inventor del telescopio, descubrir quiénes eran los descendientes actuales de Galileo, explorar qué haría una profesora rica, que lo tiene todo, ante la tentación de ser la autora del descubrimiento intelectual más importante del siglo, etcétera. Mi nueva novela no la tengo tan clara porque la semilla es una idea muy tenue, muy abstracta, que técnicamente es casi irrealizable. Desde hace unos veinte años la he tenido en la mente, pero no sabía cómo escribirla. Es un reto enorme. Pero al fin he dado los primeros pasos y me siento optimista. Creo que al fin me llegó la luz. Cada día la tengo más clara… y obviamente estará clarísima el día que la publique. Eso es lo que hace, o debe hacer, la literatura: tomar una idea abstracta y convertirla en una historia humana, concreta, de carne y hueso.
A.B. Gracias. Luis.
Para saber sobre este libro y su autor:
ciudadseva.com
¡Vale la pena visitarla!
FIN
“El silencio de Galileo”, Andrea Balanzario, Catedral (suplemento cultural del periódico Síntesis), Puebla, México, 12 febrero 2011, pp.2-4.