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ENTREVISTA NOTAS DESTACADAS

La breve historia del “Caimán” contada por el Diablo Díaz (I Parte)

En “El gran cuaderno”, la escritora húngara Ágota Kristof daba una lección tremendísima aplicable al periodismo: “Para decidir si algo está ´bien´ o ´mal´ tenemos una regla muy sencilla: la redacción debe ser verdadera. Debemos escribir lo que es, lo que vemos, lo que oímos, lo que hacemos”.

Nunca he visto en persona a Fidel Díaz Castro, el director de “El Caimán Barbudo”, solo había leído unas cuantas cartas de El Diablo Ilustrado, sin saber apenas que era su seudónimo. El cuestionario, con algunas interrogantes, aseguró un primer contacto somero por la frialdad que imponen las redes en estas horas de lánguidos tempos. Ahora no podría narrar el ambiente de nuestra conversación, ni cómo estaba de nublado o soleado el día, ni si habían ruidos en la habitación donde hablábamos, ni cuánto eso influyó en mi entrevistado y en la historia que me contaba.

No obstante, Fidel esboza como respuestas unas letras que van amalgamándose. Cuando leo parece que habla y el ambiente ya no tiene necesidad de ser construido porque ha ido naciendo desde su propia narración. Es un ambiente con nombres de antes y de ahora, es un homenaje a los 55 años de ese saurio con patillas, polémico, irreverente, sagaz y vanguardista que aparece inseparable de la historia de la cultura cubana: “El Caimán Barbudo”.

***

No es el azar lo que nos reúne. La Revolución no llegó a nosotros como a gente formada a su margen: trece años de nuestra vida-sin duda los más importantes-han sido los años de la Revolución combatiente y vencedora. No podemos ser, pues, gente presta o negada a adecuar su voz a la Revolución. Con ella nos hemos formado-nos estamos formando-sin ella no podríamos explicarnos.(1)

-Hace falta que asumas “El Caimán” -le dijo Fernando Rojas, entonces director de “El Caimán Barbudo”, a Fidel Díaz.

Dos años antes, en 1998, había recibido una noticia similar, cuando Iroel Sánchez, como director de la Casa Editora Abril, le propuso la dirección de la revista “Somos Jóvenes” (SJ).

¿Qué se yo de revistas?, preguntó el Diablo Díaz (2) en ese momento, pero aceptó luego de analizar las posibilidades y sobre todo la utilidad de una revista para los jóvenes, mensual y con una tirada de 100 mil ejemplares.

Pasaron “un par de años intensos” en SJ cuando a una caída de tarde salió con Fernando Rojas a una actividad de la Editora Abril y recibió la noticia. “Me inicié como director -tras un golpe de pánico-, armando la edición 300 de ´El Caimán Barbudo´”. Era el año 2000.

Nuevamente paso uno: “Si bien tenía un par de artículos publicados en sus páginas, y los años —desde su fundación, en el ambiente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS)— me daban cierto conocimiento de la atmósfera de la revista, el nivel intelectual y de polémica me rebasaba por mucho. ¿Proponerme transformar elementos con mi entrada? Ni remotamente. Mi intención era la titánica meta de ponerme a tono con lo que venían haciendo y adentrarme en el ambiente de “La gaveta” (3) que era donde se cocinaba la revista.

“Los caimaneros no pasaban por la oficina, ni siquiera iban a la Editora Abril; solo El Mandy [Armando Fernández], realizador, con Lagarde [Manuel Henríquez Lagarde], editor y Fernando acudían uno o dos días al cierre del número. Los había acompañado varias veces cuando se sentaban a dar esos toques finales, maravillado por la sutileza de algún llamado en portada, el tratamiento a una foto, o el cambiar o improvisar un breve texto para subrayar determinado tema, o matizarlo.

“La cocción del Saurio era en el miniapartamento solariego del Blado [Bladimir Zamora] tomando aguardiente y oyendo todas las músicas cubanas que existen y existirán. Ahí podía aparecer de pronto ´el más pinto de la paloma´ —digamos por ejemplo, que el mismísimo Almodóvar una vez tocó a la puerta preguntando por Bladimir Zamora pues le habían dicho en Madrid que con él podía encontrar música de ´La Lupe´. Allí se refugiaba a conversar y soñar la bohemia creadora cubana (y de allende los mares). Lo que pasaba en el delirio aquel, tras discusiones cuasi infinitas desembocaba en la idea del próximo Caimán (con paginación y todo).

“Es cierto que no me propuse cambiar nada, y mirando retrospectivamente, mi primer Caimán, ese 300, fue una mirada dirigida a la fundación de la revista, lo cual, si no contradecía lo que me antecede, sí trae un leve giro. Ese ir al génesis no estaba en la necesidad de los que, inmersos en las principales problemáticas sociales y de creación del momento, miraban al entorno, no hacia atrás. Así que, de alguna manera, algo nuevo giraba en un número que incluyó una mesa redonda con buena parte de los fundadores: Guillermo Rodríguez Rivera, Fernando Martínez Heredia, Víctor Casaus, Elsa Claro, Juan Ayús (diseñador), Aurelio Alonso, Félix Guerra y Silvia Freyre (la primera secretaria que tuvo la revista). El gallego Posada [José Luis Posada], primer ilustrador y creador del caimancito chivú que nos identifica hasta hoy, andaba por España y al siguiente número nos escribió sus opiniones”.

Ese “Caimán” -rememora Díaz- incluye una entrevista que le hiciera Luis Rogelio Nogueras a Eliseo Diego, de la que obtuvieron el manuscrito original gracias a Neyda Izquierdo, la viuda de Wichy. En las páginas finales republicaron, de la edición del número uno, “Nos pronunciamos”, “el manifiesto de los poetas del Caimán, defendiendo la poesía coloquial y el compromiso del escritor con su tiempo”. Para la contraportada, una foto increíble de Wichy Nogueras, “creo que con su hermana Ámbar”, encarnando a Bonnie and Clyde en un típico cartel de Wanted (se busca) al enemigo público No.1 y se ofrece 50 mil por su captura.

-La presentación de ese “mi primer Caimán” fue un concierto memorable, del que ni siquiera creo que hay fotos, cual si fuera un invento de mis recuerdos.

Algunos fundadores de la revista le contaron a Fidel Díaz que aquellas presentaciones, a veces, se hacían en Coppelia o en el Bar Cuba, al doblar de la Casa Editora Abril (por entonces Juventud Rebelde). Un dato útil que les sirvió para armar un concierto en el teatro Amadeo Roldán y como escenografía, mesas y sillas del bar. En la pantalla del fondo corrían imágenes de los “Caimanes” y los “caimaneros”.

“El concierto comenzó con las luces apagadas y en la pantalla una foto de Wichy Nogueras mientras se escucha su voz contando el proceso desde que Jesús Díaz (que sería el director) y Guillermo Rodríguez (editor) le hablan de la idea de hacer la revista, hasta que sale el primer ejemplar (Esto gracias a una entrevista que le hiciera Orlando Castellanos y que atesora el Centro Pablo).

“Al encenderse las luces, la escenografía es el bar y sentados tomando ron añejo (real), Víctor Casaus y Guillermo Rodríguez Rivera. Entro a escena en una semiactuación, representando al nuevo director que llega a darse un trago a la barra y se encuentra con dos fundadores.

“Le entrego un ejemplar (del número 300) a cada uno, me invitan a sentarme a tomar con ellos, el público comienza a interactuar con los “actores”. Tras bambalinas Luis Morlote (en funciones de algo así como productor-director de la “puesta”), se esmeraba en contener a la responsable (real) de la sala del teatro que quería parar aquello por estar ingiriendo bebidas alcohólicas en escena.

“Un brindis por el número 300 que ellos habían fundado, y les pido su opinión. Hojean, comentan brevemente sus “primeras” impresiones y en eso entra Vicente Feliú, (también de los que giraban en torno a la etapa fundacional), saluda a los viejos amigos, arrima una silla y comienza a cantar y recordar con ellos”.

Recordaron los primeros días de la revista. Hablaron de Jesús Díaz y de Nogueras y después de todas esas valoraciones y memorias — recuerda Fidel— fueron pasando por la escena Diego Gutiérrez, Liuba María Hevia, el grupo de “Aceituna sin hueso”, y al cierre Santiago Feliú con Elmer Ferrer.

“Mi sentido trovadoresco inclinó la balanza caimanera hacia conciertos y peñas, aunque es algo que caracteriza al Saurio desde sus inicios; legendario ya el recital “Teresita y nosotros” que se realizó el 1ro de julio de 1968 en el Museo Nacional de Bellas Artes. Teresita era la ya reconocida Teresita Fernández y “nosotros” los poetas de ´El Caimán…´, entre los que se contaba uno flacucho y de grandes entradas ya (a pesar de sus solo 21 años) con una guitarra, que se presentaba por vez primera en público, y que resultaría simple e inmensamente, Silvio”.

Hoy sabemos que el camino al comunismo es el camino al desarrollo y la autenticidad cultural. La cultura de Cuba se salvará con Cuba, el desarrollo del país es el desarrollo de su cultura

Aquellos años iniciales de la Revolución, de explosión cultural, de la eufórica fusión de los intelectuales y artistas con el proyecto que se construía fueron también de intensas polémicas en el campo de la cultura, las cuales iban delineando los límites de lo permisible, de “lo políticamente correcto”, de lo “incorregiblemente contrarrevolucionario”.

Con el año 1967 y la publicación de su número 17, concluye la primera etapa de la historia de la revista. La polémica más importante protagonizada por sus miembros a partir de la publicación de la crítica que Heberto Padilla le hiciera a la novela “La pasión de Urbino”, del entonces vicepresidente del Consejo Nacional de Cultura, Lisandro Otero, condujo a la expulsión del grupo fundador.

Durante estos años, la revista se define por “un lenguaje visual muy atrevido y que no se limita a los campos del arte, o digamos que los pone a interactuar con la sociedad y con la historia, de ahí que contara entre sus colaboradores cercanos con Fernando Martínez Heredia, Aurelio Alonso, Ricardo Jorge Machado, entre otros más de la zona ensayística, de pensamiento, aparte de poetas y escritores. Casi todos en el entorno de los 23 a 26 años de edad”.

Tras ese mismo engranaje de funcionamiento, se piensa “El Caimán” de hoy, que mantiene como otra marca raigal, la representación del pensamiento y la creación joven de la Isla y el sentido de la inmediatez. “Al mantenerse en formato tabloide, el paso desde el cierre de edición hasta la salida a la calle puede ser de horas, como quien dice de periódico, por lo que sin ser plenamente noticioso, también lo es”.

Si hubiera que definir algo en común para todos los caimaneros, eso sería el sentido de pertenencia. Fidel Díaz lo dice sin ambages: “Es como un título olímpico. Preguntemos a directores como Alex Pausides, Paquita Armas, Fernando Rojas, o aquellos fundadores que lo lanzaron al ruedo con Jesús Díaz” y aunque menciona solo a algunos directores, recalca que esos tonos identitarios también están relacionados con los editores, los equipos en general, y con lo que va pidiendo cada tiempo.

-Yo soy como un dino-saurio, llevo 21 años y 118 caimanes impresos, ¡algo desmedido! -escribe y justifica rápidamente la extensión del tiempo por el acompañamiento constante que ha tenido en la dirección de la revista, pues ha podido estar en no pocos momentos fuera del primer plano e incluso hasta “upside”.

“Creo que en una revista como ´El Caimán…´ hay un peso considerable en el editor y todos sus componentes son importantes. Cuando entré, el editor era Lagarde, y Fernando Rojas me apoyó mucho; luego entró como editora Aymara Aymerich, excelente poeta y escritora, que trajo miradas más frescas (mucho más joven que nosotros) y acercó a escritores de los más “nuevos”. Ya en el 2004 entra a la revista Rafael Grillo y poco más de un año después pasa a ser jefe de redacción; o sea que él ya cabe en mi categoría de dino-saurio”.

Del “Blado”, “Joaco” y “Paca”: los demás “dino-saurios”

En esa casa-revista hay nombres de los que no se puede prescindir. La línea de coherencia que los une con el grupo fundacional se mantiene imperturbable también por ellos.

“Al Blado lo bautizamos como “El caimanero mayor”, pues comenzó a colaborar a mediados de los 70 en la revista, y entró a su plantilla en la época de Paquita Armas en los 80, hasta el 5 de mayo de 2016, que muere en Bayamo. Poeta, de versos y vida, periodista agudo y bucólico, ser aglutinador y bohemio extremo; “El Caimán…” era para él, dicho textualmente en una discusión “un templo sagrado de la cultura cubana”, y en otra ebria ocasión cerró un confuso altercado de ideas entre nosotros, mandándonos a callar con una sentencia asumida luego como lema: ¡Aquí lo que hay es que beber ron y ser revolucionario!


“La breve historia del ‘Caimán’ contada por el Diablo Díaz (I Parte)”, Patricia María Guerra Soriano, Cubaperiodistas, Cuba, 30 mayo 2021, cubaperiodistas.cu.


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