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Luis López Nieves: fin a la borrachera de las palabras

Vianco Martínez
Hoy, Santo Domingo, República Dominicana


Con las licencias de la historia trocada, Luis López Nieves, escritor puertorriqueño nacido en la ciudad de San Juan, narró una imaginaria intervención militar norteamericana a Puerto Rico en una fecha distinta a la real. De allí surgió Seva, un relato contundente y persuasivo, realizado con un lenguaje directo y hermoso a la vez, que fue el comienzo de una carrera literaria llena de éxitos.

Luis López Nieves es hijo de un hombre de San Juan y una mujer de Bayamón que un día, bajo los vientos de la casualidad, unieron sus vidas en una esquina de la isla. Nació en 1950 y ha vivido una vida intensa entre Puerto Rico y Nueva York, parte de ella dedicada a una memorable vida bohemia entre los pintores y los poetas del Village, donde la rebeldía, como las plantaciones de helecho en la montaña, se da silvestre.

Es autor de un compendio de cuentos históricos publicados con el título La verdadera muerte de Ponce de León, y una novela inteligente y audaz –El corazón de Voltaire-, en la que revivió el espíritu de aquel hombre, en un juego de historia y de tiempo que puso a la literatura puertorriqueña en otra dimensión.

Luís López Nieves es doctor en literatura, pero aclara que su obra no está hecha para los doctores. En su corta carrera literaria ha recibido múltiples reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Literatura de Puerto Rico y el José de Diego, que otorga el Instituto de de Cultura Puertorriqueña.

López Nieves estuvo en Santo Domingo de la mano de la editora Norma, donde ofreció varias conferencias, visitó algunos amigos y recorrió de tarde en tarde los tramos de las librerías.

 

¿Qué noticias tiene Puerto Rico en el ámbito literario?

A mí se me hace muy difícil hablar de mis contemporáneos. Oscar Wilde, el escritor irlandés, dijo que a un escritor se le hacía muy difícil admirar a sus contemporáneos.

Yo siento una gran deuda con los maestros que me antecedieron y estoy muy esperanzado con lo que se está viviendo ahora. Dirijo una maestría de Creación Literaria y ahí estoy viendo que en Puerto Rico hay unos talentos jóvenes espectaculares, pero todavía estamos al nivel de la promesa. En cuanto a mis contemporáneos, muy pocos autores se han salido de la temática local. Es lo que yo más resiento. Me apena que muchos de estos autores, que fueron grandes promesas, por desgracia se han quedado en una temática tan limitante que no se conocen fuera de Puerto Rico.

¿Entonces, el tema de la independencia ha limitado el desarrollo de una visión universal en la literatura puertorriqueña?

Más que el de la independencia, el de la identidad, la obsesión con la cuestión de la identidad, que tiene que ver más con la colonia. Pero yo creo que es una cosa bastante general porque también pasa en Santo Domingo, también pasa en Nicaragua. Hay muchos escritores muy famosos en sus países, te vas a Chile, te vas a Venezuela, y hay autores muy leídos como Adriano González León, muy conocido, adorado en su país, pero no lo conocen al lado, no lo conocen en Colombia, no lo conocen en Puerto Rico. ¿Por qué? Pues mi explicación es que se debe a la temática.

A veces uno tiene que decir cosas que son inmodestas, pero la razón de que mi novela, El corazón de Voltaire, se haya leído y tenga la aceptación que ha tenido en muchos países y que ya se esté traduciendo –se tradujo al islandés y ya compraron los derechos en Polonia- es porque no es regional, porque la temática no es una cosa local que solamente entienden los puertorriqueños. Es sobre Voltaire, una figura universal. Además, el trato en la novela es universal, no regionalista, no criollista.

La evolución de la literatura se compone de ruptura y de continuidad ¿Qué ha sido ruptura y qué continuidad en la evolución de la literatura puertorriqueña?

Los grandes momentos de la literatura puertorriqueña fueron mayormente los 40 y los 50. Y esos son mis maestros. René Marqués, que es uno de los grandes escritores de los años 40, fue mi profesor. Yo estuve en un taller de cuentos con Pedro Juan Soto, que fue otro de los miembros de la Generación del 40. Yo voy directamente a ellos. A mí lo que hay entre medio no me ha interesado.

¿En ese lapso se ha producido una literatura menor?

Yo creo que su mayor defecto ha sido que es provinciana. Si eso es menor o no es menor, no sé. Quizás en Puerto Rico la obra puede ser excelente, pero tiene un problema y es que peca de provincialismo, lo cual limita su propagación fuera de las fronteras del país.

¿Cuál es la propuesta de su obra frente al hecho histórico?

Mi propuesta es que la historia no existe, que la historia es literatura. Hay cinco géneros literarios clásicos: cuento, novela, poesía, teatro y ensayo. Pues yo añado un sexto género literario: la historia.

Tú te lees una historia de Chile escrita por un allendista y después te lees una historia de Chile escrita por un pinochetista, y vas a hacer dos lecturas diferentes. Dos más dos es cuatro en China, en Moscú y en Washington. Pero cuáles son los “buenos” y cuáles son los “malos”, en Irak, en Israel, depende de en qué país tú estés parado; después eso lo escriben y le llaman “historia”. Yo lo que he visto es que cada país escribe la historia que le conviene y que le acomoda.

¿Qué significa su novela Seva en el conjunto de su obra?

He desarrollado ya tres libros en la modalidad que llamo historia trocada, que es básicamente ese juego mío con la historia que consiste en tomar un hecho y contarlo tras haber evaluado otras posibilidades.

Seva fue el primer intento y el resultado fue muy estimulante porque se convirtió en un best-seller, un libro que ya lleva veinte y pico de ediciones, y lleva veinte años vendiéndose continuamente; la gente todavía habla del libro, escriben todavía sobre el libro, me invitan todavía a hablar sobre el libro. Es un estímulo todavía continuo. Y ahí empecé esa modalidad. Yo lo que cogí en Seva fue la invasión norteamericana y me inventé otra.

Como tú viste, la invasión de Puerto Rico fue oficialmente el 25 de julio de 1898. Entonces, yo en ese libro planteo que contrario a lo que ha dicho la historia oficial, dos meses antes hubo otra y perdió. La reacción ante eso fue muy grande. ¿Qué significa Seva? Pues significa realmente un comienzo.

Con El corazón de Voltaire sucedió algo muy particular. Voltaire no vio la revolución. ¡Qué pena! Le pasó como a Moisés que no vio la tierra prometida después de cuarenta años vagando por el desierto.

Yo seguía dándole vueltas. Si hubiera durado once años más, Voltaire hubiera visto la revolución. Hasta que un día me dije: ¿qué me pasa, si yo soy escritor y los escritores podemos hacer lo que nos dé la gana? Déjame darle once años más y que la vea. Y ahí nació la novela. Es así de sencillo.

Así que se trata de eso, de un juego de posibilidades, de trocar pequeñas cosas. Yo lo que hago es, sin embargo, una cosa particular, y es que lo hago como si fuera realista, lo cuento como si fuera real, pero sólo hago pequeños trueques, cambios, pequeños cambios. Por eso le llamo historia trocada.

¿Cree que con Seva hubo una ruptura en la propuesta lingüística?

Yo creo que es bien importante la parte lingüística, pero no solamente por esa parte, sino por la falta de retórica que tiene mi literatura. Yo busco una literatura lo más parecida a la realidad posible. Detesto todos los floripondios, aquel amanecer, aquel “las nubes caían como algodones”, ese tipo de cosas yo lo rechazo, lo llamo “prosa borracha”.

Mi literatura es una literatura bien directa. Tú lees Seva, lees El corazón de Voltaire y te das cuenta. Lo que busco es que, en cierto sentido, mi literatura no parezca literatura, que simplemente refleje la vida. Eso es una poética, es una forma de concebir la literatura, es un rechazo absoluto a lo que estaba hablando ahorita, a lo que se ha hecho en Puerto Rico y en muchos países de Latinoamérica, a ese tipo de escritura, de prosa borracha, que es para leerla en las universidades y con un diccionario al lado.

Esa literatura me parece insoportablemente pedante, esa de Lezama Lima, ese tipo de cosa neobarroca, de palabras, palabras y quinientas palabras para decir el “hombre cruzó la calle”.

Hay ciclos en la literatura. Yo creo que la generación anterior a la mía es todo ese neobarroquismo, Luís Rafael Sánchez, Cabrera Infante. Muchos escritores anteriores a mí estaban en esa honda. Entonces, mi reacción es una obra desnuda.

El corazón de Voltaire lo puede entender cualquiera y Seva también; sin embargo, no es literatura chata porque tampoco caigo en el otro extremo. No estoy hablando de hacer literatura liviana, no estoy hablando de Paulo Coelho, que eso también lo entiende cualquiera, pero es una cosa para retardados mentales.

No estoy hablando de eso. Hablo de literatura profunda, significativa, inteligente. Esta es una lección de los maestros del siglo XIX, Balzac, Stendhal, Zolá, Flaubert, que escribían para los lectores, no escribían para los profesores. Publicaban sus novelas, El conde de Montecristo, Dumas y esa gente, en periódicos, por capítulos, las novelas de folletín, la gente las compraba, las leía, las disfrutaba. Luego la cosa se fue intelectualizando hasta el punto que yo a veces pienso que hoy día la mayoría de las novelas se escriben para profesores universitarios, no para lectores normales.

En ese sentido, por lo menos en Puerto Rico, he querido devolverle le literatura a los lectores y sacarla de las universidades.

¿Quién se le parece a Voltaire en América Latina?

El Che Guevara fue una especie de Voltaire, pero ahora mismo no me viene nadie a la mente. Es que es tan difícil la comparación. Para empezar, Voltaire fue el primer intelectual moderno, inventó la figura del intelectual comprometido, este intelectual que, en vez de estar metido en su torre, en la universidad, haciendo sus cosas y olvidado del mundo, decidió utilizar su conocimiento y su fama y ponerlos al servicio de los necesitados, al servicio de la justicia, para combatir la injusticia y hacer todo eso por medio de su fama, él fue el primero.

Él fue el primer intelectual comprometido. No hay dudas de que con Voltaire tenemos una deuda tremenda porque sacó al intelectual de su torre de marfil y le dijo mira, vamos a ponernos aquí, a ensuciarnos las manos y a ayudar a los pobres que están desprotegidos bajo el abuso de estos reyes, de estos obispos; vamos a ayudarlos, vamos a darles la mano. Y de ahí le siguieron el ejemplo muchos, muchos intelectuales.

La otra es que era un gran escritor. Tiene ese cuento Cándido que es un tesoro, uno de los grandes cuentos de la literatura universal. Y también era un gran filósofo.

También lo admiro porque convirtió el humor literario en un arma, y eso para mí fue un aprendizaje muy importante.

FIN


“Luis López Nieves: fin a la borrachera de las palabras”, Vianco Martínez. Ciudad Seva, 3 julio 2008, ciudadseva.com.


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