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Nuevos mitos por viejos: Técnicas de “re-mitificación”
histórica  en Seva, de Luis López Nieves

Dra. Estelle Irizarry
Georgetown University, Wáshington, D.C.


Desde los tiempos de la comedia griega y Aristófanes, se han utilizado la parodia y la ironía como métodos predilectos para desmitificar las “vacas sagradas” de las sociedades. Luis López Nieves, en su libro Seva: historia de la primera invasión norteamericana de la Isla de Puerto Rico, ocurrida en mayo de 1898, recurre a una técnica distinta para desmitificar versiones “oficiales” de la historia de Puerto Rico. Su método es algo paradójico porque estriba en sustituir los mitos oficiales por otros nuevos, más poderosos por ser inventados. Podría llamarse “susti-mitificación” o “re-mitificación” en vez de “desmitificación” porque al quitar el mito oficial, queda otro en su lugar. Se trata, pues, de una especie de reciclaje mítico, reforzado por los factores geografía, fecha y aspiración nacional, que explican en gran parte su arraigo en la imaginación popular.

El cuento original de López Nieves, publicado el 23 de diciembre de 1983 en el semanario Claridad (cerca del 28, Día de los Santos Inocentes), fue tomado por verdad. Este aspecto de la recepción del cuento, ampliamente tratado por la crítica, fue espectacular, pero es sólo un factor en su prolongado éxito aparente en el comentario crítico que perdura años después de quedar revelado el cuento como invención.1 Las bromas tienden a desaparecer precisamente porque la gente no quiere recordar que fue engañada (Irizarry, La broma), pero Seva va más allá de la broma por su extraordinario carácter mítico. El cuento subvierte (¿corrige?) las versiones imperantes en torno al suceso que más define a Puerto Rico en el siglo veinte: la invasión norteamericana de 1898. En Seva, Luis López Nieves desmiente la supuesta acogida por los puertorriqueños a las tropas norteamericanas. “Cuando las tropas estadounidenses llegaban a los pueblos, la mayoría de la población les recibía cordialmente,” informa el historiador J. L. Vivas Maldonado (232). Y Eugenio Fernández Méndez: “. . . desembarcaron en las playas de Guánica las tropas del ejército de los Estados Unidos, el 25 de julio de 1898, bajo el mando del general Nelson A. Miles. La resistencia a las tropas norteamericanas de parte de los soldados españoles fue débil” (147). Estos historiadores alegan que la resistencia puertorriqueña quedó limitada a la guerrilla. Fernández Méndez señala que una proclama del general Miles, jefe del ejército norteamericano de ocupación, subrayó la libertad y las instituciones democráticas de los Estados Unidos, despertando optimismo en intelectuales y líderes como Salvador Brau y Luis Muñoz Rivera (Fernández Méndez 167). José Luis González, en El país de los cuatro pisos, explica que tampoco se había logrado la independencia de España anteriormente porque, en palabras del prócer Betances, “los puertorriqueños no querían la independencia” (15). González reconoce, sin embargo, que el pueblo “no la quería porque no podía quererla” (16), debido a su precaria situación económica. Con respecto a los hechos de 1898, afirma González: “Es perfectamente demostrable, porque está perfectamente documentado, que la clase propietaria puertorriqueña acogió la invasión norteamericana, en el momento en que se produjo, con los brazos abiertos” (30). Esta clase vio en ella la llegada de la libertad, la democracia y el progreso, mientras que “la clase trabajadora puertorriqueña, por su parte, también acogió favorablemente la invasión norteamericana,” viendo en ella “la oportunidad de un ajuste de cuentas con la clase propietaria en todos sus terrenos” (33).

Seva presenta una nueva versión de estos hechos en la cual el profesor universitario Dr. Víctor Cabañas descubre la “verdadera” historia: que los norteamericanos desembarcaron primero en Seva, el 5 de mayo, y que los habitantes llevaron a cabo una tenaz y heroica resistencia hasta el 6 de agosto, cuando nuevas tropas enviadas desde Ponce les sorprendieron por las espaldas. Las tropas de Miles mataron a 650 en combate y al otro día fusilaron a los 71 sobrevivientes, la mayoría de ellos mujeres y niños. Para borrar toda huella del masacre, los invasores redujeron el pueblo a escombros y construyeron sobre ellos una base militar (la actual base Roosevelt Roads) y, por recomendación de “Luis M. Rivera,” otro pueblo en las cercanías llamado Ceiba, para encubrir la desaparición del pueblo original.

El nuevo mito de la heroica resistencia de Seva es tan poderoso y atrayente (además de universal en su aspecto de sacrificio colectivo) que fácilmente llega a suplantar al viejo mito. No importa que los libros “oficiales” de historia no concuerden con el mito propuesto en Seva, asegurándonos que la fundación de Ceiba ocurrió en 1838 y no después de 1898 y que la primera invasión de los norteamericanos fue in Guánica, al otro lado de la Isla. Lo que llamamos “historia,” como bien lo ha demostrado Hayden White, no es más que un modo de contar los eventos del pasado, y el prestigio de un mito en última instancia depende de los que creen en él. En el cuento de López Nieves el nuevo mito, del extremado heroísmo de los habitantes de Seva, se impone con la autoridad incontrovertible de documentos, mapas, fotos y testimonios, que resultan ser tan inventados como el mito en sí.

El deseo de explicar los fenómenos es un fuerte impulsor de la imaginación mítica. Este es también el caso con Seva. El autor explicó en una entrevista con Soto Méndez y López Borrero que, ante la realidad de la gran base naval en Ceiba, se había preguntado “¿Cómo sacaron los amos a la gente que vivía ahí? ¿Les habrán dicho: ‘Tienen treinta días para irse?'”2 Ante la pregunta de “cómo sucedió,” surge, como en todos los tiempos, un mito cuyo propósito es explicar una realidad de otro modo incomprensible.

Otro factor que contribuye al éxito de Seva es el geográfico: la identificación del nuevo mito con un lugar tan concreto y conocido de la geografía puertorriqueña como es Ceiba, donde casi un siglo después, aún se manifiesta la innegable presencia norteamericana en la base naval de Roosevelt Roads. Los mitos asociados con los lugares geográficos son de los más potentes, como atestiguan los ejemplos clásicos relacionados con Troya, Tebas, Rodas y Roma (sin mencionar el ejemplo fictivo de Macondo, mencionado por varios críticos). A mayor abundamiento, motivo hay para dar fe al heroísmo de Seva. Curiosamente, la historia de Ceiba contiene varios episodios que prefiguran el que crea López Nieves. Hubo allí hasta cuatro “cambios de soberanía” anteriores. El primero ocurrió con la conquista de los taínos, que por la tenaz resistencia del cacique Daguao, “demoró largo tiempo” (Díez Trigo 136). También figura en esta historia una ciudad desaparecida: los caciques Daguao y Jumacao “destruían las estancias y hasta la ciudad de Santiago, que fue fundada en 1513 en las riberas del río Daguao, desapareció en las llamas” (136). Además, estos caciques se refugiaron en la sierra de Luquillo, tal como hizo el único testigo ocular escapado del masacre en Seva, don Ignacio Martínez, y luego el mismo Cabañas. El segundo cambio ocurrió con la fundación oficial de Ceiba y su separación de Fajardo, a cuyo distrito pertenecía, el 12 de mayo (Ribes Tovar 255; Díez Trigo 136), sobre la fuerte oposición de Fajardo, cuyo vocero Pablo Carreras protestó que “si se accedía a lo que aquellos pretendían [la autonomía], ‘se vería la monstruosidad de destruir un pueblo formado para levantar uno nuevo'” (Díez Trigo 136). Luego, con el cambio de soberanía nacional en 1898, “el municipio de Ceiba fue anexado al de Fajardo” (Díez Trigo 137) en un tercer cambio, situación que se mantuvo hasta el cuarto cambio de soberanía, cuando en 1914 logró su independencia como municipalidad (Ribes Tovar 256; Díez Trigo 137). Los varios desplazamientos, con sus elementos de destrucción y reconstrucción registrados por la historia dan crédito a los que ocurren en Seva.

Así, de cierta manera, se puede ver en la historia comprobable de Ceiba un paralelo municipal del mismo drama que se desata ficcionalmente en la novela de López Nieves e históricamente en la Isla. La ortografía original de Ceiba–“Seyba (así se escribía entonces)” (Díez Trigo 136)–viene a certificar la variante del nombre del pueblo en la novela (supuestamente llamado Seva por los españoles, pero también sugestivo de “Sevilla”). Con esta incertidumbre ortográfica histórica en el nombre del pueblo, no sorprende que el público tomase la historia de Seva por la verdad a raíz de su publicación sin aviso de ficcionalidad en el semanario Claridad en 1983. Fue imposible desmentirlo; muchos insistían en que Seva era la realidad y lo otro la ficción (64).

En realidad una invasión por esa área había sido una opción militar. Si en el cuento Víctor Cabañas está sorprendido ante la noticia de una invasión inicial llevada a cabo en Seyba, no es menos la caja de sorpresas que nos depara la historia verdadera. Efectivamente, existía un plan para la invasión en el área de Ceiba, ideado por el general Miles y descartado a favor de otro, del teniente Whitney, para un desembarco en Guánica:

El plan original norteamericano para Puerto Rico consistía en llevar a cabo un desembarco por Fajardo y luego avanzar por la costa hacia San Juan. El plan defensivo español fue desarrollado en espera del proyectado ataque por Fajardo.

Cuando Miles cambió su plan llevando a cabo un desembarco por Guánica los españoles creían que esto era una maniobra engañosa y se mantuvieron en espera del desembarco fajardeño.

Luego del desembarco por Guánica, Miles creyó prudente reforzar la errónea decisión del alto mando español en Puerto Rico y ordenó que se llevara a cabo una maniobra por Fajardo.

El episodio de Fajardo tuvo lugar el 1 de agosto. (Negroni 334-35)

Los españoles, que esperaban un ataque de sorpresa en Fajardo, fueron sorprendidos porque no ocurrió. Y a su vez, el investigador Héctor Andrés Negroni, al registrar estos sucesos en su Historia militar de Puerto Rico en 1992, indica su sorpresa ante la equivocación de los españoles: “El plan español había sido desarrollado tomando en cuenta una invasión por Fajardo. Esto nos sorprende ya que las ediciones del New York Times correspondientes al 18, 21 y 24 de julio de 1898 indicaban el lugar de desembarco como Guánica” (324, énfasis mío).”

La historia de la invasión norteamericana, pues, bien pudo haberse comenzado en el área de Ceiba, como habían anticipado erróneamente las autoridades españolas, y como sucede en el mito tan posible como plausible ofrecido por López Nieves.

Otro factor en el arraigo de los mitos es el calendario. Las fechas de conmemoración graban el mito en la mente colectiva, con ritmo cíclico. Un detalle que “suena a verdad” (aunque por otra parte puede verse posteriormente por el lector informado como pista delatora) es la selección del 5 de mayo como fecha de la invasión. Una lectura intertextual o bien “hipertextual,” de nexos abiertos, trae ecos de otro 5 de mayo, de 1862, en que “[b]ajo el general Ignacio Zaragoza, 5,000 mestizos e indios zapotecas vencieron al ejército francés en lo que vino a conocerse como “Batalla de Puebla” (WWW; trad. mía). Mejor que ningún libro de historia, una página “latina” en la World Wide Web transmite la significación emotiva de este aniversario para dos comunidades:

Cinco de Mayo es una fecha de gran importancia para las comunidades mexicanas y chicanas. Conmemora la victoria del ejército mexicano sobre los franceses en la batalla de Puebla. Aunque el ejército mexicano fue eventualmente vencido, la “Batalla de Puebla” vino a representar un símbolo de la unidad y el patriotismo mexicanos. Con esta victoria México demostró al mundo que México y toda la América Latina estaban dispuestos a defenderse contra cualquier intervención extranjera, sobre todo las de estados imperialistas empeñados en la conquista mundial… En 1862, el ejército francés comenzó su avance. (WWW; trad. mía)

El mes de mayo también evoca otros sucesos relacionados a represiones populares, tales como los fusilamientos del 3 de mayo de 1808 a raíz de la resistencia de los madrileños contra los invasores franceses que Goya inmortalizó en su cuadro y las manifestaciones obreras del 1o de mayo.

La fecha es, en Seva, un detalle clave que pone en movimiento la investigación del mito original. López Nieves convence de la verdad de su historia empleando una maniobra parecida a la que utiliza Borges en “Tlön Uqbar Orbus Tertius”: una referencia que parece errónea. En el cuento de López Nieves, Víctor Cabañas encuentra en una página del libro El cantar folklórico de Puerto Rico del Dr. Marcelino Canino, una copla que dice: “los americanos llegaron en mayo” (15). Dicha fecha contradice la historia oficial, pues “lo cierto es que nuestros libros de historia dicen, con mucha claridad, que la invasión norteamericana fue el 25 de julio de 1898” (15). Así, el proceso de “susti/re-mitificación” propone una nueva fecha, el 5 de mayo, para tomar el lugar de otra, de mala recordación para los que anhelan la independencia de la Isla. La sospecha de que se trata de un error o licencia poética lleva a Cabañas a una búsqueda de la “verdad” que lo lleva a consultar con un amigo que hizo su tesis de maestría en la época en cuestión. Esto a la vez conduce a conversaciones con un profesor de historia (innominado) en la biblioteca de la Universidad de Georgetown y entrevistas con la nieta del general Miles, Peggy Ann, en su casa en la calle Edison de la ciudad de Alexandria, que queda, precisamente como se dice en Seva, a veinte minutos de Washington, D.C. El autor reproduce evidencia enviada a él por Cabañas: fotos, un mapa y un afidávit del testimonio del único testigo ocular. Con la autoridad de tantos documentos y dos profesores universitarios–el autor (cuya realidad es indiscutible y comprobada por su retrato en la contraportada) y su amigo Dr. Víctor Cabañas–¿quién se atreve a cuestionar los hechos?

El mito inicial creado en el cuento lleva consigo una estela de hechos, anécdotas y creaciones artísticas que están incluidos en el libro. Se ha erigido en Seva una verdadera caja china de múltiples escritos que apoyan el nuevo mito que reemplazará el viejo: la correspondencia de Cabañas, las comunicaciones del autor al enviar el material a Claridad y el diario de Cabañas con fragmentos del diario de Miles. Luego, a continuación del cuento nuclear se reproduce una “Crónica” escrita por Josean Ramos con una biografía de López Nieves, apéndices de recortes periodísticos, artículos, comentarios, poemas y aguinaldos en torno al libro. Así incorporados, todos estos elementos, tanto los verdaderos como los inventados, están captados por igual dentro de la estructura de la ficción, o sea, ficcionalizados y novelados, haciendo imposible para el lector, especialmente el que no está familiarizado con las personas y los detalles aludidos, separar la verdad de la mentira.

Lo que no se ha apreciado en Seva es que se trata en realidad de dos obras: Seva el cuento publicado en Claridad en 1983 y tomado por verdad por el público lector, y Seva el libro de 1984, que incorpora el comentario que el cuento suscitó en el tiempo transcurrido desde su publicación original hasta entonces. El cuento Seva convertido en libro es, a pesar de la autenticidad de los comentarios críticos, toda una novela en que la ficción va devorando hasta a los seres reales. Escritos y personajes de dos épocas históricas (1898 y 1978-1985) van convirtiéndose en una misma sustancia ficticia al ser insumidos e incorporados en la textura de la obra publicada en un proceso transformador que ha sido ampliamente examinado por Francisco Ayala en sus Reflexiones sobre la estructura narrativa. El autor fuera del libro, Luis López Nieves, es, dentro del libro, el autor-personaje y amigo del protagonista inventado, Víctor Cabañas. En La broma literaria en nuestros días explico cómo Carlos Ripoll agregó documentos y crítica ficticios a su cuento (ficticio también) Julio Pérez, de Benjamín Castillo (1970). López Nieves va más allá, al incluir material auténtico en su novela, convirtiéndolo ipso facto en materia de novela, o sea, de ficción. Para los lectores del futuro, los más de veinte críticos cuyas observaciones están reproducidas en el libro (Emilio Díaz Valcárcel, Fernando Picó, José Luis González, Juan Martínez Capó, etc.), más las biografías del autor López Nieves y de Josean Ramos, habrán de parecer tan inventados como son los personajes Víctor Cabañas, el estudiante Jaime Rodríguez y la nieta del general Miles, Peggy Ann Miles.

De este modo la sugestiva historia de Seva, más que un mito aislado, da la impresión de constituir una mitología, definida ésta como un conjunto de mitos de una sociedad particular (J. White 38). Está dentro de la tradición conocida como el euhemerismo, la mitificación surgida de la estilización de sucesos y personajes de la historia. España se nutre de Numancia y El Cid; Puerto Rico de su mitología taína y ahora, en torno a una fecha definidora en su historia, de Seva.

Si en un primer momento, el cuento engañó al público que tomó el mito por verdad, hay que reconocer que al publicar el libro con comentarios auténticos sobre las consecuencias y repercusiones, López Nieves proporcionó todas las pruebas de su éxito y de su mentira. Pero los mitos son difíciles de desmentir, y así es que se puede afirmar, años después, que “Seva vive.” Prueba de ello es la crítica posterior a la publicación del libro, que viene a constituir de cierto modo un epílogo, una continuación de los primeros comentarios que quedaron captados dentro del libro Seva. Esta crítica reciente, independiente de la otra, ha arrojado luz sobre la relación de Seva con la historia y nacionalidad puertorriqueñas y sobre diversas relaciones entre verdad y mentira. Lo que queda por examinar, sin embargo, es cómo logró López Nieves seducir a sus lectores con el poder de su imaginación. Esto se debe a su destreza mitificadora y al hábil manejo de detalles y de cabos sueltos. La superchería en Seva es imposible de desmentir: el Dr. Cabañas ha desaparecido, despertando protestas en el público que pide investigaciones al respecto. Se han tomado precauciones para que no se descubra la verdad: se le atribuye a “Luis M. Rivera” la idea de llamar Ceiba al nuevo pueblo construido en las cercanías de Seva, y “[d]e esta manera, si alguien pregunta por Seva se le responderá: ‘usted se equivoca, el nombre correcto es ‘Ceiba'” (34). El hecho de que casi todos los documentos en Seva se presenten “traducidos” es un recurso hábil que hace imposible juzgar la autenticidad de su estilo, comparándolo con el de otros escritos del general Miles.

Algunos críticos han señalado como claves delatoras ciertos detalles que sólo lo parecen a posteriori, e.g., que Peggy Ann dejara a Cabañas solo en su archivo, o que éste robara los documentos originales (Isabelo Zenón Cruz [Seva 77]). Marco Rosado Conde a su vez ve claves en el nombre del edecán Andrew Virtue como alusión a dos periodistas de la Isla [tendríamos que incluir aquí también el nombre de “Peggy Ann” como alusión a Peggy Ann Bliss, conocida periodista del San Juan Star], el sello notarial del afidávit que parece ser facsímil y la fecha anacrónica de la fundación de Ceiba (que no es nada sorprendente sino una parte integral de la nueva versión de la historia). Me parece que los detalles–¿pistas o descuidos?–que denuncian la superchería son mucho más sutiles que éstos. Por ejemplo, es muy dudoso que un general norteamericano como Miles haga referencia al Cid entre los ejemplos de resistencia que cita: Wellington y Wounded Knee (30; recordando su actuación personal en esta última campaña). La ignorancia de los norteamericanos en torno al héroe épico español es notoria, y ¡aún no había salido la película con Charlton Heston! La supuesta reproducción de una “página del diario del general Nelson Miles” en inglés también parece extraña, particularmente los números 1 y 7, escritos al estilo europeo, con la curva inicial del 1 y el 7 cruzado. Y finalmente, la palabra afidávit escrita en inglés en la anotación “Affidavit Núm. 579” en dicho documento en la página 51.

Se pueden citar varios antecedentes para este tipo de juego literario, que lleva una ilustre tradición, particularmente en las letras hispánicas (Irizarry, La broma literaria). El más parecido es el ya mencionado Julián Pérez, de Benjamín Castillo, de Carlos Ripoll (1970), que utilizó documentos y crítica falsa para crear un mito deseado–el suicidio de Fidel Castro–y que también causó un revuelo al tomarse por verdadero. Como ejemplo puertorriqueño va La renuncia del héroe Baltasar de Edgardo Rodríguez Juliá, de 1974, que reproduce documentos y cartas que remedan con sorprendente exactitud el estilo auténtico de siglo XVIII, como se ha comprobado con pruebas computarizadas (Irizarry, “Exploring”; “Metahistoria”). No obstante, el episodio pseudohistórico, en este caso relacionado con la Capilla de la calle del Cristo, no suscita tanta emoción colectiva como los hechos en Seva, relacionados éstos con un cambio radical en el rumbo nacional.

Las repercusiones de la publicación original de Seva, relatadas por Josean Ramos y otros críticos en el libro, parecen más increíbles que el cuento. Recuerdo haber visto a mi llegada a Puerto Rico en el verano de 1984 grafito en todas partes que exigía investigaciones por parte de las autoridades y preguntaban: “¿Dónde está el Dr. Cabañas?” La contestación es clara pero nada sencilla: el Dr. Cabañas está en la novela de Luis López Nieves, en la mitología de un pueblo muy necesitado de ella. Otra vez los eventos rebasan los confines del libro. La misteriosa y ominosa desaparición del obstinado investigador Cabañas de cierto modo amenaza al lector, que a su vez se convierte en investigador y buscador de la verdad–un papel que no deja de ser peligroso, dado el ejemplo de Cabañas.

Seva y los hechos que se realizan allí vienen a ser “reales” para los lectores, sobre todo por el hábil empleo de documentos como arma desmitificadora, lo cual es irónico porque éstos suelen representar la voz oficial por excelencia, sobre la que se construye la Historia (“crónicas,” las llama Hayden White). En el nuevo mito, los puertorriqueños no abren los brazos a los invasores del 98 sino que llevan a cabo una heroica defensa que recuerda Troya, Numancia, Sagunto y Masada. Si dudamos de Seva, tenemos que dudar también de los hechos que se cuentan en torno a estas heroicas ciudades.

Mircea Eliade dice que en las sociedades arcaicas, el mito “se considera expresivo de la verdad absoluta” y viene a ser real, sagrado, ejemplar, y en consecuencia repetible, porque sirve de modelo (Peñuelas 75). Este proceso no se limita a los pueblos arcaicos. Se puede comprender el enorme alcance del deseo de sustituir mitos de vencimiento (de “perdedores” según Consuelo Martínez [230]) con nuevos mitos de heroísmo en términos de las siguientes observaciones de Peñuelas:

…el mito es una parte esencial de la dimensión humana de la realidad. Más aún, que el mito contribuye a crear, o crea en cierta forma, la realidad . . . Y por eso es una realidad operante que mueve al hombre a la acción como proyección de sus deseos, ideales y esperanzas. (78)

¿Quién puede afirmar, entonces, que el mito ofrecido por López Nieves sea menos verdadero que los que nos llegan por vía oficial bajo la rúbrica de la Historia? Famoso es el caso de Filón de Alejandría (en Egipto y no en Virginia, lugar de residencia de Peggy Ann Miles), llamado “Pseudo-Filón” por sus escritos espurios. Nada más leer el libro de Julio Caro Baroja, Las falsificaciones de la historia, para comprender hasta qué punto nos llegan alterados los llamados hechos históricos. Los “hechos” no son necesariamente confiables ni en la ciencia, como nos recuerda Ludwik Fleck en su libro Genesis and Development of a Scientific Fact, porque hasta los “hechos” científicos son acondicionados sociológicamente por las modas (“thought styles”) colectivas. Según Fleck, hasta todo descubrimiento empírico puede ser visto como un suplemento, desarrollo o transformación de la moda imperante de pensar (92), cuanto más cuando viene con aura de autoridad. Así, de cierto modo, se puede decir que los hechos llamados “científicos” y los mitos tienen mucho en común, ya que dependen de la confirmación que reciban de la colectividad.

Seva surge de un deseo de desmentir el mito del puertorriqueño dócil,3 y lo hizo con creces. Sin embargo, y muy irónicamente, el inaudito éxito del mito nuevo denunció un defecto colectivo tal vez más grave–la credulidad. La “Crónica” de Josean Ramos en torno a la publicación del cuento original no parece darse cuenta de la ironía implícita en su observación de que:

 …es obvio que los puertorriqueños ya no nos creemos lo que nos han dicho oficialmente toda la vida. Ahora sabemos que no somos dóciles e impotentes. . . Lo que Luis López Nieves nunca previó fue que miles de lectores de su cuento iban a tomarlo al pie de la letra. (84)

En nuestros tiempos, cuando los encubrimientos (“cover-ups”) son el orden del día, es fácil creer en las versiones no oficiales de los sucesos. No obstante, no deja de ser motivo de preocupación la credulidad de todos los sectores de la población, desde los intelectuales hasta los más humildes, al creer la versión ofrecida en Seva. Algunos comentarios en el libro aluden de paso, y de manera oblicua, a la credulidad: En su comentario crítico, José Luis Méndez explica que “este pueblo está acostumbrado a descubrir mentiras oficiales. Es decir, casos como el del Cerro Maravilla, la corrupción gubernamental, etc. Como parte de su proceso de resistencia cultural, se ha dado cuenta de que nos engañan con los acontecimientos históricos” (Seva 79). Pedro Zervigón asimismo habla del “clima de ingenua credibilidad.” Pero los comentaristas no parecen haberse dado cuenta de lo que significa el hecho de tomar la ficción por verdad como otra cara de la docilidad. (Hay que recordar que el autor es profesor de Comunicaciones en la Universidad del Sagrado Corazón y comprenderá plenamente el poder de la palabra.) Es comprensible que un cuento originalmente publicado en un periódico sin aviso de ficcionalidad y sin claves obvias, y además, como se ha demostrado, basado en antecedentes de múltiples desplazamientos registrados en la historia oficial de Ceiba, fuese tomado por una noticia verdadera. Aún así, no se explica que se convirtiera en una obsesión colectiva sin tener en cuenta lo que significa Seva como un mito irresistiblemente atractivo.4 Pero, si por una parte es alarmante la credulidad popular, por otra puede verse como esperanzador y saludable el hecho de que la novela precipitara, de modo espontáneo, reclamaciones perentorias y ansias por saber la verdad.

Seva es un caso de re-mitificación que surge del impulso mitificador de los pueblos. Si logró “prenderse” el mito de Seva es porque aún existe el sueño de la resistencia que en la novela “se hizo historia” (palabras de Josean Ramos) o porque es la “nación soñada” (palabras de Pabón Ortega). En Seva la literatura viene a reemplazar el mito establecido con otro posible, dejando socavadas para siempre las versiones oficiales de la historia. La subversión es inevitable y permanente en sus efectos, porque después de leer el libro, ya es imposible ver la antigua historia de la misma manera. El mito original suena a falso, es decir, a mito, en el sentido negativo de fantasía no digna de fe. La novela, en cambio, con sus detalles y documentos típicos del género histórico, capta la dimensión humana de Cabañas y de unos recónditos deseos puertorriqueños, y por eso suena a verdad. Viene a constituir lo que Jung llama la realidad síquica, que según Peñuelas, “no es menos real, por cierto, que la realidad física” (76). López Nieves logró convencer no sólo a sus lectores, sino a sí mismo, pues para su autor, “ciudad Seva” sigue existiendo como una “realidad virtual,” ubicada informáticamente en la World Wide Web. También podríamos llamar “verdad poética”–o mejor aún, “verdad mitopoética,” a esta realidad creada literariamente. De todos modos, la mitificación de la historia asegura que no se olvide de ella: el mito es mucho más “recordable” que la realidad. El proceso de mitopoesis que opera López Nieves al cambiar unos mitos por otros reivindica al puertorriqueño ante sus propios ojos y le da una nueva mitología. Es la expresión que caracteriza a un pueblo que ya no acepta una mitología impuesta y crea la suya propia, la única que importa para su salvación como pueblo.

FIN


NOTAS

    1. Después de la publicación del libro en 1984 la crítica ha prestado más atención a otros aspectos, al vincular Seva con la teoría literario-cultural (García-Calderón), la identidad puertorriqueña (García-Calderón y Delgado Esquilín)–que es en realidad una continuación del debate de la generación de los 30–, el género épico (Consuelo Martínez; López Nieves entrevistado por Delgado Esquílín), las “novelas fundacionales” de Doris Summer (Pabón Ortega) y la política (Armas Marcelo, con relación al plebiscito de 1994).
2. Otro autor puertorriqueño, Enrique A. Laguerre, se ocupó de una expropiación parecida al otro lado de la isla, Aguadilla, para construir la base naval de Ramey, en su novela Infiernos privados (1986), pero con claro carácter de novela y con resultados muy diferentes.
3. García-Calderón menciona a René Marqués y a Antonio S. Pedreira en este respecto.
4. El poder del mito se ve en la ficción más reciente de López Nieves, La verdadera muerte de Juan Ponce de León, donde éste queda seducido y engañado por el mito de la eterna juventud.


OBRAS CITADAS

  • Armas Marcelo, J. J. “Un país de cuatro pisos.” ABC 29 octubre 1993: 1
  • Ayala, Francisco. Reflexiones sobre la estructura narrativa. En Los ensayos. Madrid: Aguilar, 1971. 387-30.
  • Caro Baroja, Julio. Las falsificaciones de la historia (con relación con la de España). Barcelona: Seix-Barral, 1991.
  • Delgado Esquilín, Gloribel. “Entre letra y letra: El rostro de su palabra.”‘Nuevo Día, Por Dentro, 1 dic. 94, 108-109.
  • Díez Trigo, Sara. Pueblos de Puerto Rico. Río Piedras: La Biblioteca, 1988.
  • Fernández Méndez, Eugenio. Viaje histórico de un pueblo. Sharon, CT: Troutman, 1972.
  • Fleck, Ludwik, Genesis and Development of a Scientific Fact, Chicago: U of Chicago P, 1981.
  • García-Calderón, Myrna. “Seva o la reinvención de la identidad nacional puertorriqueña.” Revista de Crítica Literaria Latinoamericana 20.39 (1er. semestre de 1994): 199-215.
  • González, José Luis. El país de cuatro pisos y otros ensayos. Río Piedras, Huracán, 1980.
  • Irizarry, Estelle. La broma literaria en nuestros días. New York: Eliseo Torres, 1979.
  •  —. “Exploring Conscious Imitation of Style with Ready-made Software (La renuncia del héroe Baltasar).” Computers and the Humanities 23.3 (1989): 227-33.
  •  —. “Metahistoria y novela: La renuncia del héroe Baltasar de Edgardo Rodríguez Juliá.” La Torre 3.9 (1989): 55-67.
  • López Nieves. Seva: historia de la primera invasión norteamericana de la Isla de Puerto Rico, ocurrida en mayo de 1898. San Juan de Puerto Rico: Cordillera, 1984.
  •  —. “La verdadera muerte de Juan Ponce de León.” INTI 43-44 (Primavera-otoño 1996): 421-35.
  • Martínez, Consuelo. “Seva: De la victoria histórica a la epopeya literaria.” Anales (Sociedad de Autores Puertorriqueños) 15.15 (1995-96), 225-31.
  • Negroni, Héctor Andrés. Historia militar de Puerto Rico. Comisión Puertorriqueña para la Celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América y Puerto Rico e Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1992.
  • Pabón Ortega, Carlos E. “El ’98 en el imaginario nacional: Seva o la “nación soñada.” La nación soñada: Cuba, Puerto Rico y Filipinas ante el 98. (Actas del Congreso Internacional, Aranjuez, 24-28 abril 1995). Eds. Consuelo Naranjo Orovio et al. Aranjuez: Doce Calles, 1996. 547-57.
  • Peñuelas, Marcelino C. Mito, literatura y realidad. Madrid: Gredos, 1965.
  • Ribes Tovar, Federico. Historia cronológica de Puerto Rico. Panamá: “Tres Américas,” 1973.
  • Ripoll, Carlos. Julio Pérez, de Benjamín Castillo. New York: Las Américas, 1970.
  • Rodríguez Juliá, Edgardo. La renuncia del héroe Baltasar. Río Piedras: Cultural, 1974, 1986.
  • Soto Méndez, Nilda, y Ángela López Borrero. “Luis López Nieves redescubre el siglo XVI.” Ahora, 12 diciembre 1995: 19.
  • Vivas Maldonado, José Luis. Historia de Puerto Rico. 2 rev. ed. New York: Las Américas, 1975.
  • White, John J. Mythology in the Modern Novel. Princeton: Princeton UP, l97l.
  • White, Hayden V. Metahistory: the Historical Imagination in Nineteenth-century Europe. Baltimore, Johns Hopkins UP, 1973.
  • latino.sscnet.ucla.edu/demo/cinco.html; www2.utep.edu/~elcorral/erica.html (Batalla de Puebla).

“Nuevos mitos por viejos: Técnicas de ‘re-mitificación’ histórica en Seva de Luis López Nieves”, Estelle Irizarry, Inti: Revista de Literatura Hispánica, Rhode Island, Estados Unidos, Número 46-47, otoño 1997-primavera 1998, pp. 127-138. (Ensayo incluido en el libro El arte de la tergiversación en Luis López Nieves, 2006.)


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