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Puerto Rico en la era cibernética: hibridación y reescritura

Dra. María Caballero
Universidad de Sevilla, España


Puerto Rico, espacio fronterizo y de ruptura de cánones

Tal vez por su especial coyuntura sociohistórica como Estado Libre Asociado (1952) escindido entre dos espacios, la isla y los Estados Unidos, transitados por la “guagua aérea”- Luis Rafael Sánchez dixit-, Puerto Rico vive varias décadas antes de la postmodernidad la experiencia híbrida y postcolonial de quienes andan desterritorializados. Ya la generación del 30 nucleada en torno a Insularismo (1934), el mítico ensayo de Pedreira que acuñó la metáfora de la “nave al garete” para una isla sin rumbo tras el 98, pivotó en torno al asunto identitario -la tierra, el jíbaro, el polo europeo del mestizaje…-, a tono con el resto del Nuevo Mundo. Y desde entonces la identidad parece estar siempre ahí, sinuosa y multiforme, incluso en quienes la denuncian como “moderna” y “superada”. Las generaciones del 50 y del 70 -René Marqués, Rosario Ferré, Ana Lydia Vega o Rodríguez Juliá…- incidieron en la ocupación yanqui y sus consecuencias, entre ellas la rotunda presencia de una lengua extraña en su propio territorio. Lo hicieron desde binarismos maniqueos, en el marco heredado del viejo realismo social (los del 50), o desde la ironía, el humor y el divertimento lingüístico los del 70. ¿Con qué finalidad? La búsqueda identitaria, el viejo motivo reutilizado una y otra vez con la urgencia de una literatura que se hacía eco del colonialismo camuflado tras el E.L.A: “Como la de sus antecesores -dice Luis Felipe Díaz (2008, 211)-, su literatura continuó girando en torno a una gran ansiedad na(rra)cional que los comprometía con un discurso de salvación patria de estirpe decimonónica”1.

No obstante, la metáfora “casa=nación”, tan prolífica y con tantos matices en la literatura de los ochenta (López-Baralt, 2004, 31-64), fue paulatinamente abandonada. Los escritores se embarcan ahora en otros experimentos, en una línea más postmoderna/postcolonial, que contempla la ruptura de géneros (crónica, periodismo, fotografía, ensayo…) y el abandono de binarismos, mientras se exploran los intersticios de un país nómada, definido por el “entre”, con niveles lingüísticos variados y complejos. Por lo que atañe al tema de este coloquio –reescrituras y transgenericidades-, ya René Marqués, ensayista, dramaturgo y renovador del cuento en la generación del cincuenta adelantó interesantes juegos intertextuales al trasvasar varios de sus cuentos al teatro (Purificación en la calle del Cristo/Los soles truncos); además de reescribir el mundo clásico y la Biblia… Pero será la generación del setenta la que amplíe y diversifique los juegos de reescritura, en el marco de la incorporación de los mass-media, la fractura lingüística y la genérica. Es el caso de Luis Rafael Sánchez con La guaracha del Macho Camacho; o Rosario Ferré, quien publica en inglés y se traduce a sí misma al castellano en un juego de ida/vuelta; también de Edgardo Rodríguez Juliá, al incorporar estructuralmente la fotografía en crónicas cada vez más posmodernas y nómadas. Por fin, el de la transgresión y reescritura histórica en Luis López Nieves, el puertorriqueño más popular en la red a través de su biblioteca digital ciudadseva.com.

A pesar de todo, habrá que esperar a los noventa para un cambio más ¿radical? Esa circulación transnacional de la cultura, de la que habla Alfonso de Toro; esa identidad multilingüística y transterritorial glosada en tantas ocasiones por Martín-Barbero, afecta a un Puerto Rico que todavía no es nación independiente… Serán el comic, la hibridación y las reescrituras virtuales de la era cibernética las que consagren el término de reescritura de la mano de nuevos autores como Cabiya, Lalo, Acevedo o Aponte Alsina… generando una literatura híbrida, que se sitúa en los intersticios genéricos y abre cauces novedosos a la postmodernidad/postcolonialidad de los escritores isleños.


De virtualidades y demás cuestiones…

Curiosamente, los primeros ejemplos al respecto en la literatura puertorriqueña se deben a intelectuales del setenta, como Eliseo Colón –Archivo Catalina. memorias online (2000), cuya protagonista es una computadora-; o Luis López Nieves con sus dos últimas novelas, El corazón de Voltaire (2005) y El silencio de Galileo (2009), cuyo molde formal es el email. En breve, irán seguidos por otros tantos (Cancel, 2007 y Díaz, 2008), lo que define un nuevo fenómeno -aún más híbrido- que desde el papel saltará a la blogosfera, incoando nuevas transmedialidades. El tema es muy amplio y desborda por completo los límites temporales de que dispongo. Por lo que quisiera concentrarme en el comentario de las dos últimas novelas de López Nieves, no sin antes dejar apuntadas algunas peculiaridades de su escritura. Es un tipo versátil muy alejado del intelectual tipo 30-50-70, periodista y activista político, profesor y responsable de la primera Maestría de Creación Literaria en la Universidad del Sagrado Corazón (2004), dos veces Premio Nacional de Literatura, traducido al inglés, alemán, francés, islandés y neerlandés.

¿Por qué lo elijo? Entre otras cosas por su representatividad; tal vez sea el escritor puertorriqueño más mediático: no hay más que pinchar CiudadSeva (1995), su hogar electrónico que tiene ya más de veinte millones de visitantes. Y porque sirve para echar por tierra todo intento de encasillamiento generacional, al incorporar a su narrativa -y recuerdo que por edad (1950) pertenece a la generación del setenta- no sólo la deconstrucción de la historia propia de los setenta/ochenta, sino la ruptura de fronteras entre ficción e historia -eso es Seva (1984)-. Ha demostrado que se mueve con soltura en la transgenericidad. Su trabajo minucioso, su capacidad imaginativa que se plasma en intrigas absorbentes ha heredado de Borges el policial, tan de moda en Hispanoamérica. Su afición por la historia y las genealogías lo convierte en creador de ucronías, en las que una historia falsa sustituye a otra porque no interesa la vieja búsqueda de la verdad. Es más, le resulta patética la fragilidad de los símbolos nacionales, sean grandes hombres como Voltaire o Galileo; o hechos aparentemente palmarios -el 98-. ¿Cuestionamiento postmoderno?

Para quienes no hayan tenido el placer de leerlo en su momento, Seva, historia de la primera invasión norteamericana de la isla de Puerto Rico en mayo de 1898 es un relato híbrido -transgenérico a tope-, en el que se integran una serie de cartas, fotos, fragmentos de un diario de campaña, documentos y notas de un investigador, Víctor Cabañas, con los que se va tejiendo el hilo narrativo. Todo al servicio de una historia de la invasión isleña, una historia épica en la que la invasión se produciría no por Guánica (25 de julio), sino dos meses antes y por Seva, aldea que lucha con heroísmo hasta el exterminio a manos del invasor. El paratexto es imprescindible y en gran medida permitió a su autor jugar con la recepción, escandalosa, tras ser editado en el suplemento dominical de Claridad sin referencia alguna a su estatuto ficcional: hubo manifestaciones, los americanos protestaron airadamente. Hasta el punto de que Claridad se vio obligada a publicar un editorial insistiendo en que…“se trata de un cuento y nada más que de un cuento producto de la imaginación y la combinación de recursos literarios de su autor, Luis López Nieves” (López Nieves, 1995, 62). Irónicamente ello aumentó las protestas de quienes afirmaban que Seva era la realidad y el Editorial la ficción” (López Nieves, 1995, 64).

¿Simple pasatiempo lúdico? El autor declaró su pretensión de dotar a los puertorriqueños de un mito  -“Seva es una celebración, una apoteosis de la puertorriqueñidad viva e indócil (…) Quise inventar una leyenda, un mito y compartir la emoción de ésta con los lectores” (López Nieves, 1995, 85). Tal vez… y el fenómeno tiene precedentes en Hispanoamérica: estoy pensando en el argentino Mujica Láinez quien manifestó lo mismo a la hora de redactar Misteriosa Buenos Aires (Caballero, 2001). Pero eso se produce en un contexto concreto: el debate sobre la docilidad, la falta de rumbo, el pesimismo… heredados de “El puertorriqueño dócil” (1962), de René Marqués. “El reto que presenta López Nieves a este mito es su cuento Seva, un texto falsamente histórico cuyo propósito no es rescatar una historia perdida sino reescribirla” (García-Calderón, 1998, 121).Y a fe que se hace. En su nivel profundo el texto es brutalmente revisionista y paródico, en pro de socavar la justificación del poder propio de todo discurso histórico -Foucault dixit-. No en vano, la Historia es también una historia, un relato más entre otros, como recordara acertadamente Annales (Bloch, Febvre, Le Goff…), quienes insistieron en el proceso al documento y la inclusión del imaginario social como ejes de la historia de las mentalidades… “La ficción configura la historia: funda al inventar” -ha escrito Fernando Aínsa (1991)-. El relato histórico es una reconstrucción narrativa, luego los acontecimientos se construyen al mismo tiempo que el relato los cuenta. Ya lo dijo Lotman, documentos y monumentos son simple material para reescribir historia y ficción, increíblemente cercanas, casi intercambiables… Ataque a la legitimidad de la versión oficial, multiplicidad de perspectivas, lo que implica la inexistencia de la Verdad.

En el caso de López Nieves y sin ese radicalismo, la postura revisionista respecto a la historia colonial puertorriqueña ha sido objeto de la colección de cuentos La verdadera muerte de Juan Ponce de León (2000) y, en distinta medida, estuvo presente en los cinco cuentos que fueron apareciendo del 2000 al 2004, estudiados a fondo en una monografía sobre su obra (Irizarry 2006). En esta trayectoria se abre el referente, que alternando con el San Juan colonial, será la Europa de Voltaire (“La absolución”, 2001) o de la Monna Lisa del Louvre (“Lisa di Noldo”, 2004).

Si la historia es un mero artificio literario -como dice Ricouer, quien recoge la idea de White, insistiendo en la idéntica estructura narrativa de ficción e historia- no hay más que discursos que sustentan una ilusión de referencialidad porque, habría que recordar con Roland Barthes, toda construcción es simbólica; edificada a partir del lenguaje es una convención. En definitiva, el acto desrealizador que es en sí mismo toda escritura, implica la modificación de la naturaleza de todos los discursos, incluido el histórico -algo que también trabajó Blanchot-.No quiero seguir por este camino harto conocido, pero me parecían necesarias algunas referencias para entender ese fenómeno mediático denominado Seva, definitivamente a caballo entre ficción e historia; ficción y realidad; texto singular y privilegiado para el enfoque transversal y transtextual que es la única opción para abordar su ambigüedad genérica. Y cuya estructura se convierte en hipertexto de las dos novelas siguientes -esa es mi tesis, tal vez arriesgada, pero creo que con suficiente base textual-.

Las tres tienen en común la apelación a la historia desde el propio título, directamente o a través de personajes significativos -“historia de la primera invasión”… “Voltaire”, “Galileo”-. Bien sea la historia puertorriqueña del pasado siglo, o la europea del XVII/XVIII. Y una misma estructura narratológica, la epistolar, en forma de cartas-diario, o de emails, su correlato  postmoderno. La carta de López Nieves al director del periódico Claridad que abre Seva y enlaza con la postdata en una estructura circular, va acompañada de una serie de anejos: cartas-diario de Cabañas; diario del general Miles; un afidavit y una grabación testimonial de un cimarrón, único superviviente de la masacre. Incluso una serie de mapas y una foto en blanco, cuyo valor semiótico es obvio. Es decir mediante la amplificatio, el viejo manuscrito encontrado tomó proporciones de pequeño dossier, pulverizando las convenciones narrativas, constituyendo un material híbrido, transgenérico. De ahí su modernidad. En las dos novelas posteriores (2005 y 2009) los emails se acompañan de archivos adjuntos, fruto del escaneo de documentos. Porque hay que convencer, hay que compartir la evidencia -el documento- en novelas de estructura policíaca, de aventuras, de suspense.

En las tres, el investigador es un profesor universitario, a quien le apasiona su tarea hasta el punto de implicarse vitalmente y desaparecer en el intento –Seva-. Eso, tras haber dejado su trabajo y perdido a su novia en busca de una “verdad” censurada por la historia oficial.  “En una semana he aprendido lo suficiente como para reescribir la historia de Puerto Rico” -dirá Víctor Cabañas (López Nieves, 1995, 22)-. Habrá merecido la pena; y la carta al amigo lo certifica:  “no intentaré disimular: lo cierto es que estoy loco de alegría.¡Eureka, coño! ¡Lo encontré al fin! No sé cómo ni por qué llegó a la biblioteca de tan remota ciudad”… (López Nieves, 1995, 41). Se trata de un falso final feliz ya que el dato molesto tan evidente debe desaparecer; y eso incluye al sujeto de la investigación.

Llegados a este punto, debería matizar algo: Seva es un texto moderno: paliar las injusticias y arbitrariedades históricas bien merece una vida. Por el contrario, El corazón de Voltaire y El silencio de Galileo son textos postmodernos: no ha lugar ofrendar una vida por la Verdad; incluso y como veremos, sus protagonistas -Roland de Luziers, Ysabeau de Vassy…- dejan traslucir una cierta laxitud moral, todo es válido para conseguir el codiciado tesoro: idolatran las bibliotecas, matarían por el acceso a ellas, por conseguir adueñarse de su legado… Pero su relativismo moral los hace postmodernos. Y ya que hablamos de transtextualidad y transgenericidad, es obvio el interés de las novelas para el tema: lo suyo es el entre. El diálogo entre modernidad y postmodernidad que las caracteriza se emblematiza también y sobre todo en la difícil convivencia de biblioteca y soporte digital, libro y mensaje electrónico…
El corazón de Voltaire (2005)

Como ya se adelantó, en la década del 2000 el referente puertorriqueño se compagina con el europeo, en una especie de viejo retorno de los galeones al estilo modernista en el que los americanos enjuician y reescriben la historia europea. ¿Cómo un derecho? Quizá, más bien como un juego.

La primera aparición de Voltaire en el universo narrativo del autor de CiudadSeva corresponde a “La absolución”, un relato breve, incisivo, regido por la espera, de pocas pero rotundas palabras, en consonancia con el carácter del protagonista. Su tema, el diálogo entre un obispo y un moribundo; un diálogo teñido de tenso suspense, que…“recrea una clara confrontación de voluntades de dos hombres poderosos, uno por su puesto eclesiástico, el otro por su portentoso intelecto” (Irizarry, 2006, 51). Sólo al final sabemos que se trata de Voltaire, al que el escritor puertorriqueño accede de la mano del “Diálogo entre un sacerdote y un moribundo”, cuento del marqués de Sade que previamente traduce para colgarlo en su portal. Como dice Irizarry en su completo trabajo,

El cuento de Luis López Nieves rescata a Voltaire de la muerte horrible contada por algunos testigos, y al mismo tiempo de una supuesta conversión in articulo mortis que lo tendría renegando su rebeldía y falta de fe, en fin, la labor de toda su vida (Irizarry, 2006, 62).

Si transcribo la cita es porque, implícitamente, quiero mantener una tesis a lo largo de mi trabajo: el paso de lo moderno a lo postmoderno en los textos de López Nieves. Y aunque sea adelantar acontecimientos, el final de Voltaire en el cuento es claramente “moderno” en cuanto que respeta la idiosincrasia del personaje; mientras que en la novela, el juego se impone, el narrador manipula la historia, subvirtiéndola. No deja de ser una ironía histórica un Voltaire que acaba sus días como monje, encerrado voluntariamente por los siglos de los siglos en el cementerio benedictino de Aurillac. En ese sentido, estoy en total desacuerdo con la tesis de Irizarry, según la cual… “la tergiversación de eventos históricos en López Nieves se convierte paradójicamente en un método de revelar verdades profundas acerca de sus protagonistas” (Irizarry, 2006, 18). No; eso funciona en Seva… -además del juego que implica el modo de manejar el paratexto-. Pero en las dos novelas que comentaré a continuación, no tiene sentido hablar de “verdades” profundas o superficiales… eso no interesa al escritor quien busca divertir, poner el dedo en la llaga de la fragilidad del documento/monumento. ¡No pasa nada! ¡Todo da lo mismo!. Lo importante es que el lector se apasione, que el libro le atrape de la primera a la última página. De ahí el diseño estructural del policial: enigma, búsqueda, aparente triunfo pero… nueva pesquisa y vuelta a empezar. Y en torno a grandes hombres europeos porque el escritor del Nuevo Mundo tiene más que derecho a jugar con la “sagrada historia occidental”.

Estructuralmente, esta novela no es sino una larga hilera de emails, transcritos en formato libro. ¿Mejor libro del año? ¡Premio Nacional de Literatura! -eso sí- y primer Premio del Instituto de Cultura Puertorriqueña, son ya más de 150.000 ejemplares vendidos. Novela ingeniosa, redonda, clara, adictiva -eso dicen los lectores en la red- se construye mientras se lee y los emails se ensartan al modo de la vieja novela epistolar, reconocible como hipertexto. Novela histórica por el personaje que le da título, se mueve en dos tiempos: en realidad, el presente propio de la electrónica aplicado a la investigación del pasado. Novela de encargo (grupo editorial Norma, de Colombia), tiene como objetivo reescribir “otra vida” de un escritor  clásico. Un reto excelente para quien siempre creyó que “toda historia es cuestionable y todo país inventa la suya”.

En El corazón de Voltaire, Roland de Luziers, catedrático de genética de la Sorbonne parisina, será el encargado de demostrar si el corazón que se conserva en la Biblioteca Nacional francesa es o no el del filósofo. En su investigación topará con bastantes escollos en lo que resulta una nueva novela policíaca; como lo fuera Seva, policíaca con ribetes melodramáticos. Reescritura de múltiples biografías, hipertexto que genera nuevos textos, esta vez electrónicos -tributo a la postmodernidad-, parte de la “historia oficial”: la muerte del gran hombre en 1778, su entierro en la abadía de Scellières tras múltiples desencuentros con la Iglesia debido al “volteiranismo” del personaje; el traspaso de sus restos al Panteón en el 91, no sin antes haber extraído su corazón que reposará en la Biblioteca Nacional de Paris: la violación de su tumba en 1814 por un grupo ultraderechista que tira al basurero su cadáver sin que nadie se entere hasta cincuenta años después. ¡Patético!

Como Volpi, como Padilla, López Nieves se mueve con soltura en el marco de la historia/ficción europea. ¡Fuera la obsesión por la vieja identidad puertorriqueña! Incluso -guiño al neofeminismo- es una mujer, la embajadora francesa en Brasil, quien pone en marcha la trama que se desenvolverá en el marco de la investigación genética: el ADN permitirá reproducir la inteligencia de Voltaire millones de veces, mediante copias integradas en el cerebro de otros -ésa es la motivación secreta de Roland de Luziers-. Pero ¡ay! la historia tiene sus malas pasadas, no es oro todo lo que reluce y más allá de lo creíble el viejo Voltaire tuvo una doble vida que, paradójicamente, le llevó a morir como monje de un perdido convento!

La “ultramodernidad”de la novela en soporte email queda entonces ceñida a sus auténticos términos: una estructura policíaca, una investigación -juego apasionante- que deriva en cuestionamiento de la historia oficial: hay otra versión conocida y transmitida en lo secreto por los abades del convento benedictino. Oculta durante siglos por inconveniente,  sale a la luz para volver a ocultarse, porque los poderes públicos implicados -gobierno, intelectuales…- no quieren problemas. El honor nacional francés se derrumbaría, la escritura del gran “volteriano” quedaría en entredicho. Ergo, se echa tierra sobre el asunto y aquí no ha pasado nada.

Pero vamos a lo textual: Irizarry ha resumido bastante bien el andamiaje en que se apuntala:

Las investigaciones se llevan a cabo durante un periodo de más o menos nueve meses en 2002 y 2003, en la secuencia cronológica de las fechas que encabezan los 187 mensajes electrónicos que componen la novela. La analepsis o retrospección se realiza mediante cartas y anejos comunicados por vía electrónica, recreando el pasado histórico (Irizarry, 2006, 106).

En el medio, se va tejiendo una intriga cuyo planteamiento, nudo y desenlace se bifurcan en miles de intrigas subsidiarias. El cruce de emails que podemos considerar como planteamiento (pp. 9-22) se caracteriza por las dilaciones administrativas que potencian el suspense del policial, tras delimitar los objetivos de la investigación oficial encargada por el gobierno al genetista Roland (pequeño paréntesis, es una cuestión de estado y no el reconocimiento de sus méritos, como cree en su entusiasmo): encontrar descendientes de Voltaire para analizar su ADN y cruzarlo con el del corazón que se guarda en la Biblioteca Nacional.

Se abre el nudo como sucesión de aventuras siempre fracasadas, según el molde de la novela bizantina: búsqueda de Daumart y su hija Gracielita en la Argentina (pp. 22-30); nueva búsqueda de Daumart en San Juan de Puerto Rico para traerle a Paris y analizar ADN (pp. 31-40); exhumación de los cadáveres de sus padres en México (pp.41-49). El esquema estructural es siempre el mismo: entusiasmo inicial, dilaciones administrativas que en la novela se plasman como interminable cruce de emails, elipsis narrativa del momento álgido, en este caso la prueba, y rápido email-sumario que relata el fracaso. Digamos que de la página 22 a la 50 se suceden tres microintrigas, con tres protagonistas, tres geografías y un hilo conductor: el genetista sabueso Roland de Luziers. El esquema sería el siguiente:

-planteamiento de la intriga: pp. 22-25… desenlace pp. 29-30

-planteamiento de la intriga: pp. 31-32… desenlace pp. 39-40

-planteamiento de la intriga: pp. 41-42… desenlace pp. 48-49.

Sobre todo en los dos últimos casos, el desbordamiento de las páginas intermedias -la inevitable burocracia administrativa- incentiva el suspense del lector que, al final ve escamoteada la acción narrativa… Eficacia de maestro, en definitiva, acicatear la imaginación e implicar al lector en su taller obligándole a recrear a su manera unos hechos que, siempre le llegan a tiro pasado, por el email de Roland.

No puedo diseccionar toda la novela, que se ajusta a estos parámetros. Sí me gustaría señalar cómo tras esos callejones sin salida, lo que vuelve a bombear la acción narrativa es la propuesta de un loco: en este caso, Claude Durieu quien mantuvo la tesis del doble de Voltaire… tesis a la que dedicó su vida y que le valió el rechazo de la academia. López Nieves es un artífice del taller, tiene a sus espaldas años de fecunda enseñanza; repite ahora un motivo que ya utilizó en Seva… -coplillas, romances, rumores…”fue en mayo”, es decir, una pista loca como punto de partida del sabueso protagonista-, y que reiterará en El silencio de Galileo -las tesis que sobre su telescopio mantiene Uwe Söseman, personaje excesivamente paródico en cuya caracterización al autor se le va la mano… quizá porque su intencionalidad histriónica se agigantó mientras tanto, a tono con la distancia postmoderna con que trata el relato. Pero no adelantemos acontecimientos.

También me resulta paradójica la importancia del manuscrito o la letra impresa en estas novelas “cibernéticas”. Durieu ha muerto, pero deja su libro con las pistas pertinentes sobre Gustave de Tamerville, punto de partida de la investigación según resume Roland en sus emails a Jerôme (pp. 67-72). Hitos de la investigación serán igualmente las cartas de Tamerville a Voltaire (pp. 99-108) y las notas del abad sobre el retorno del mismo a Aurillac (pp. 126-136). Constituyen los núcleos narrativos, junto a un par de largos emails que ficcionalizan el texto epistolar: me refiero al que Roland escribe al peluquero respondiendo a su pregunta, excusa para darle al lector las notas mínimas sobre Voltaire (pp. 57-60); y al que envía a sus dos colegas y amigos, Jerôme e Ysabeau, relatando la historia de Tamerville. Por fin, el de Roland a Jerôme (pp. 168-180), que engloba notas del diario en alemán de Voltaire:

Estábamos solos: Ysabeau, yo, el cadáver estupendamente conservado y la urna dorada que contiene el corazón de la Biblioteca Nacional. No sé cuánto tiempo transcurrió mientras ambos trabajábamos en silencio; varias horas. De pronto Ysabeau empezó a sollozar (…), me miró con los ojos enrojecidos y leyó en voz alta su traducción del primer párrafo del cuaderno:

Hoy, 5 de junio de 1775, a los ochenta años de edad, abandono para siempre mi vida como Voltaire y me convierto en conde de Vire, Mi nueva identidad es un regalo de mi amigo Gustave de Tamerville, a quien dejo en Ferney transformado en Voltaire. Hoy abandono la pluma para siempre. Nací Arouet, fui Voltaire, moriré Tamerville. Soy tan feliz que me da vergüenza (López Nieves, 2005, 168-169).

Cierre de la investigación con el email burocrático a los superiores (p. 180); no así final de la novela, cuya tercera parte constituye un rápido desenlace armado como cruce de emails con el rechazo oficial (pp. 182-194) y la indignada resignación de los impotentes profesores que intercambian los corazones en un juego que hace justicia histórica. En todo este proceso, el dúo Roland-Jerôme deja paso al Roland-Ysabeau, protagonista de la siguiente novela; dúo en el que la mujer desempeña un papel central: es a ella, como historiadora, a quien se le ocurren las artimañas de encubrimiento -cartas escondidas en tapas de libros…etc-. Y ella, lectora del alemán, quien -como se dijo- descifra el cuadernillo de la tumba de Tamerville, es decir, de Voltaire. ¿Simple casualidad? ¿Tributo al feminismo postmoderno?

Que el cruce de emails hace justicia al gran escritor de cartas que fue el francés… ya se ha dicho. Lo interesante de esta novela es el uso del email como medio de caracterización psicológica. Remitente, destinatario y encuadre siempre formalmente iguales, para emails protocolarios que remedan el lenguaje jurídico o administrativo -eso está bien logrado-; o por el contrario informales, de trazo rápido y tratamiento coloquial, capaces de perfilar el carácter sesudo de Jerôme o el inquieto y brillante de Ysabeau. ¿El reto? Diversificar y romper desde dentro un molde que uniformiza a los seres humanos y corre el riesgo de hacer reiterativo el texto. López Nieves supera la prueba con brillantez.

Dejo a un lado los recursos procedentes del humor y la ironía, bien trabajados por Irizarry (2006), así como el contexto histórico. Pero me gustaría subrayar un detalle. La novela, en consonancia con el volterianismo de su protagonista, lanza cargas de profundidad contra la Iglesia; entre otras, burdos comentarios sobre las reliquias. Desde su título, no deja de ser una parodia de la nueva sacralización laica -valga el oxymoron- propia del mundo moderno. Un mundo que pierde progresivamente la fe, mientras venera objetos como el corazón que, paradójicamente, ni siquiera es del gran hombre, sino de su doble. Toque postmoderno éste de espejos y dobles, guiño al lector borgiano que sabe cuán inapresable es la identidad de cada ser humano…

Para concluir, tal vez no sea -como la propaganda editorial subrayó en su lanzamiento- la primera novela escrita totalmente en emails -que no lo es-; pero sí la primera que conjuga modernidad/postmodernidad, en una lúdica mirada sobre un artífice de la cultura del Viejo Mundo tan relevante como Voltaire.


El silencio de Galileo (2009)

A punto de entregar la versión escrita del trabajo, el escritor puertorriqueño publica una nueva novela, que merece al menos un primer comentario de urgencia. El silencio de Galileo retoma el cruce de emails entre viejos conocidos, la doctora Ysabeau de Vassy, catedrática de Historia de la Sorbonne parisina, y su amigo, el doctor Roland de Luziers, catedrático de genética de la misma universidad, ahora destinatario más que protagonista. ¿Asunto? Atender a la petición de una vieja amiga y compañera de estudios,  Monique D´Avignon, cuyo padre desea probar su linaje como descendiente de Galileo. Las cosas nunca son lo que parecen y se van complicando al hilo de una anécdota tal vez excesivamente folletinesca y que deja para el final el asunto genealógico. Antes resulta prioritario descifrar otro enigma ¿fue o no Galileo el inventor del telescopio? Reto apasionante para nuestra Ysabeau, hasta el punto de posesionarse de la mente (“es el asunto más serio que he enfrentado en mi vida” (López Nieves, 2009, 154) y el destino futuro de quien nunca pensó dedicarle más que unas semanas; el tiempo de hacerle un favor a una amiga.

Existe una férrea lógica, un diseño estructural detrás de lo que, a simple vista, pudiera parecer simple acumulación de correos electrónicos. No en vano López Nieves es un avezado narrador acostumbrado a los talleres narrativos, a enseñar a construir ficciones; en definitiva, director de un master en esta línea. Sabe que es crucial encontrar un tema, más interesante aún dibujar una estructura que mantenga en este caso el suspense del folletín -género en el que tan bien le fue con El corazón de Voltaire-. Y va a por ello. Lo que explica cómo la intriga en torno a la búsqueda se divide netamente en dos partes: encontrar pruebas fehacientes -la protagonista es historiadora- de la invención del telescopio por parte de Galileo; y descubrir el secreto de su última descendiente, madame Livia Galilei, quien a sus 86 años vive recluida en un exquisito palazzo pisano:

Por favor, ¿me ayudas a probar que descendemos de Galileo? (López Nieves, 2009, 9).

Perdóname, querida, pero no te lo he dicho todo. Estoy mala de la mente (…). Ma chère, ¿no te mencioné que tenemos que resolver el problema del telescopio? ¡es una gran injusticia histórica! Resulta que algunos historiadores, tremendos chismosos y mentirosos, han dicho que Galileo no inventó el telescopio. ¿Puedes creer semejante calumnia?. Nena, para que veas a lo que puede llegar la envidia… (López Nieves, 2009, 11).

Favor pedido… reto planteado. Y técnica dilatoria, como se deduce de estas citas. Al igual que en la novela anterior, el texto se moldea como novela bizantina y policial, es decir, las aventuras se suceden y el suspense siempre está servido. También se solapan los falsos finales en una serie de escenarios escalonados: Berlín, donde la protagonista investiga en soledad (pp. 73-110) y Amsterdam con un excelente equipo a sus órdenes (pp. 111-214), en la primera parte; y Pisa para la segunda (215-333). López Nieves parte de la historia (Asimov 1975) y la ficcionaliza a su antojo, generando toda una cascada de microintrigas en cadena: Galileo descubrió el telescopio y lo vendió al Dux -en la novela, Ysabeau encuentra el contrato que lo demuestra (p. 247)-. Los holandeses se lo roban. ¿Cómo? ¿Por qué?  Sendos emails-sumario de Ysabeau (pp. 190-203 y 209-215) sintetizan el final con éxito de este segundo reto para la sorboniana.

El silencio de Galileo hereda algunos motivos estructurales de la novela anterior, por ejemplo: alguien -Nolfo- sintetiza los datos históricos sobre Galileo y su telescopio para el público no iniciado (pp. 34-38). Además la investigación se mueve aprovechando la pista de un loco, Uwe Sösemann, quien escribió sobre el Sidereus demostrando indirectamente que en 1601 el sabio ya tenía telescopios (pp. 89-95). Entre paréntesis, ese casual desliz numérico entre 1601/1610 (pp. 103-109) que permite a Joanna descubrirlo -¡siempre la mujer hilando fino!- es un truco ya utilizado en El corazón de Voltaire (p. 109).

El lector va enhebrando la historia a través del cruce de breves y ágiles emails, si bien -y como sucedía en la novela anterior- se alternan con otros más largos a modo de escenas o sumarios narrativos. Si no fuera así, la narración se quebraría. Suelen estar en boca de Ysabeau (pp. 56-65, 159-162, 247-251…) quien va resumiendo las investigaciones pormenorizadamente y con lenguaje y seriedad profesionales a su colega Roland; a la vez que rinde cuentas a su amiga Monique, con la que emplea un tono coloquial y mucho más frívolo. Porque el email vuelve a desplegar un matiz psicosociológico, capaz de hacer patente la frivolidad de Corinne, ridiculizar a un profesor engreido como Nolfo, o plasmar la seriedad científica de investigadores como Joanna. El mimetismo cínico que despliega Ysabeau para ganarse al loco Sösemann o a la fanática Marcenaro (p. 217) es índice de que el recurso se utiliza conscientemente por parte tanto del autor como de algunos personajes.

Para cerrar la estructura, sería esclarecedor dibujar un diagrama que muestre cómo la novela gravita hacia el tercer escenario, Pisa y la enigmática madame Galilei, cuya historia se “espolvorea” para abrir el apetito, entreverándola en pequeñas entregas durante la primera parte. El suspense, el juego con el lector que quiere más está bien dosificado. Descubierta ocasionalmente por Nolfo, un personaje secundario para quien no es sino una estrafalaria vecina de su madre, capta la atención del lector por un email-sumario (pp. 56-65 y 68), en que Ysabeau relata a su amigo la primera entrevista en su magnífico palacio pisano. El misterio está servido: ¿quién es? ¿qué esconde el sótano? La casa donde vivió Galileo es una mina, guarda su taller, archivos, publicaciones, aparatos… Algo que la profesora irá descubriendo poco a poco, tras los reclamos -“la signora pregunta” (p. 140)… “la signora convoca” (p. 190) que le obligarán a viajar desde Holanda (p. 148), y establecerse definitivamente en ese microcosmos pisano al irse convenciendo de que todo lo que busca está allí. ¡Y a fe que está! Cuando se descorran los velos, la vida de Ysabeau se habrá visto implicada hasta tal punto que le escribirá a su amigo Roland:

Yo quería una vida tranquila. Yo era feliz con mi siglo XVIII, mis libros, mis amigos, mis estudiantes. Pero hoy todo es diferente y debo tomar decisiones que cambiarán mi vida para siempre. No lo pedí; ni siquiera lo deseé. Pera ya mi vida, no importa la decisión que tome, nunca será la misma. (López Nieves, 2009, 247).

La recta final del desenlace está en función del dilema moral que debe resolver. El asunto es ¿hasta dónde estaría dispuesta a llegar una profesional seria para no perder un legado así? Aún más, ¿hasta dónde estaría dispuesta a llegar una madre por preservar y dar continuidad a un linaje ilustre?  No quiero destripar el final, dejo el suspense abierto al lector, no sin una acotación de tipo narrativo. Creo que tras el excelente acierto en el modo de manejar el suspense:

Al llegar a la puerta, madame la abrió completamente.

Roland… la oración anterior la escribí hace dos horas. Lo siento, pero no puedo continuar (…). He llegado a la conclusión de que no puedo más (…). Piensa que si fuera al revés, si tu me confiaras un secreto terrible, yo cumpliría mi palabra y no lo repetiría jamás (López Nieves, 2009, 250).

el folletín se dispara de modo excesivo en este último tramo, indudablemente el de matiz más postmoderno… Sí resulta bien trabajado el dilema moral de Ysabeau (pp. 296-311) que no le impedirá falsificar los documentos para reescribir la historia a su conveniencia: “me tomé esta pequeña licencia para escribir la historia que me conviene. Todos los historiadores lo han hecho y lo hacen. Cuando la realidad molesta demasiado, simplemente se cambia” (López Nieves, 2009, 311). Un toque postmoderno que echa por tierra la credibilidad histórica de toda la cultura occidental! Un toque postmoderno que una investigadora tan seria como ella no debería permitirse. ¡Pero vivimos otros tiempos!

La dialéctica modernidad/postmodernidad aflora en la alternancia libro/grabadora… más aún, en la necesidad de escribir largos emails al amigo, que traicionan el espíritu breve y presentista de este medio, convirtiéndose en material histórico encaminado a perdurar como guión de futuros libros; son parte de la memoria histórica de la comunidad:

Además de informarte a ti, que me podrás aconsejar cuando sea necesario, estas cartas son cruciales porque también me sirven como notas para luego recordar todo lo que me está pasando. Las veo como una bitácora de viaje o un diario que podré usar cuando empiece a escribir los libros (López Nieves, 2009, 243).

Tal vez, esos libros se propongan romper “el silencio de Galileo”. Un título bisémico al menos: es el silencio al que se ve obligado el personaje histórico por temor a represalias. También es el silencio de la estirpe, la ausencia de palabra de Leo, el último descendiente que arrastra su larga vida como un vegetal a consecuencia de un terrible accidente. Con diferencias marcadas: el primero es exterior, no incapacita la brillante mente de Galileo; mientras que el segundo responde a un encefalograma casi plano.

Podrían/deberían comentarse muchas otras cuestiones, la novela está repleta de guiños al lector. Solamente quisiera dejar constancia de una cuestión lingüística: El corazón de Voltaire depura el texto hasta el punto de que casi el único sintagma que podría identificarlo como puertorriqueño corresponde al peluquero amigo de Durieu de quien dice “era tremendo intelectual” (López Nieves, 2005, 60 y 63). No sucede lo mismo con esta nueva novela cuajada de sintagmas que delatan su origen. Se refieren sobre todo al régimen preposicional: “como si fuera poco” (p. 21) en vez de “por si fuera poco”; consistía de” (pp. 35, 268) por “consistía en”; “todos esos privilegios de gratis” (p. 236) donde sobra el partitivo: “se recostó de la pared” (p. 239), por “se recostó en la pared… Son restos de usos “distintos” propios de la evolución del español americano. Más significativo me parece el habitual uso del apelativo “nena” (pp. 7, 11, 39, 82, 117, 183, 208, 222 y 256). Casi siempre en boca de Monique, suelen abrir sus email -“nena, estoy viva de milagro” (p. 39) y definen el texto como puertorriqueño . Algo que constituye un anacronismo -sólo Ysabeau figura como hija de puertorriqueña-. Lapsus tan fácilmente evitables para un escritor cuidadoso que… deben tener una razón para estar ahí, tan evidentes en el texto. Quizá constituyan un nuevo reto para el lector.

En definitiva y para concluir ¿estamos ante novelas modernas o postmodernas?

El hombre del siglo XXI no es más moderno por usar la Red, ni por no usarla. Será moderno por la utilización racional que haga del recurso de Internet o del recurso de mantenerla inoperante (Mora, 2006, 214).

Tal vez la respuesta tenga que ver con ese dilema al que los críticos dan vueltas una y otra vez: ¿cómo puede hablarse de postmodernidad en Latinoamérica, si nunca alcanzó una modernidad en el sentido europeo, occidental de la palabra?  Alfonso de Toro, quien ha trabajado transversalidades, transmedialidades etc… responde: “Hispanoamérica ha sido siempre transcultural, híbrida; antes de la teoría postmoderna en Latinoamérica, de fecha muy reciente, se produjeron manifestaciones culturales postmodernas” (De Toro, 1997, 27). O no necesariamente postmodernas -diría yo-; ese desplazamiento de formas, sentidos y valores responsable de tantas hibridaciones genéricas, viene de muy atrás. La variación genérica no es una transgresión, sino una posibilidad de las transgenericidad que forma parte del lenguaje y sus posibilidades. Y no conviene olvidar que la postcolonialidad como categoría epistemológica tiene su lugar en la cultura postmoderna, y se entiende como reescritura del discurso del centro. En estas novelas, un puertorriqueño reescribe la historia europea, reinterpreta a dos de sus grandes intelectuales. Aquí adquiere todo su sentido el medio -el medio hace el mensaje, dijo hace ya tiempo Mc Luhan-: el email se convierte en un símbolo, “la comunicación -como diría Martin Barbero- convertida en el más eficaz motor del desenganche e inserción de las culturas -étnicas, nacionales o locales- en el espacio/tiempo del mercado y las tecnologías globales” (Martín-Barbero, 2006, 144). Ese es el futuro -presente ya en la blogosfera puertorriqueña.

FIN


Bibliografía citada

-Aínsa, Fernando (1991). “La reescritura de la historia en la nueva narrativa latinoamericana”, en La novela histórica. Cuaderno de Cuadernos 1. México, UNAM.

-Asimov, Isaac (1975). Historia del telescopio. Madrid, Alianza.

-Caballero Wangüemert, María .(2000). Canon y corpus. Una aproximación a la literatura hispanoamericana, en Wentzlaff-Eggebert, Christian y Traine, Martin (eds.). Canon y poder en América Latina. Köln: Universidad, centro de Estudios sobre España, Portugal y América Latina, pp. 33-77.

Caballero, María (2001). Novela histórica y posmodernidad en Manuel Mujica Láinez. Sevilla, Servicio de Publicaciones de la Universidad.

-Caballero, María .(2008). “La narrativa del Caribe en el siglo XX. II. Puerto Rico”, en Barrera, Trinidad (coord.). Historia de la Literatura Hispanoamericana. Tomo III. Siglo XX. Madrid, Cátedra, pp. 265-282.

-Cancel, Mario R.(2007). Literatura y narrativa puertorriqueña. Bogotá, Pasadizo.

-De Toro, Alfonso (1997). Postmodernidad y postcolonialidad: breves reflexiones sobre Latinoamérica. Frankfurt, Iberoamericana.

-Díaz, Luis Felipe (2008). La na(rra)ción en la literatura puertorriqueña. Río Piedras, Huracán.

-García Calderón, Myrna. (1998). Lecturas desde el fragmento. Escritura contemporánea e imaginario cultural en Puerto Rico. Lima/Berkeley, Latinoamericana eds.

-Irizarry, Estelle (2006). El arte de la tergiversación en Luis López Nieves. Nuevos cuentos y novela. Viejo San Juan, Terranova.

-López-Baralt, Mercedes (2004). “Boricua en la luna: sobre las alegorías literarias de la puertorriqueñidad”, en Hernández, Carmen Dolores (ed.). Literatura puertorriqueña. Visiones alternas. San Juan de Puerto Rico, Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y El Caribe/ediciones Puerto, pp. 31-64.

-López Nieves, Luis (1995). Seva, historia de la primera invasión norteamericana de la isla de Puerto Rico en mayo de 1898. San Juan de Puerto Rico, Cordillera.

-López Nieves, Luis (2007). El corazón de Voltaire. Barcelona, Belacqua.

-Lópéz Nieves, Luis (2009). El silencio de Galileo. Barcelona, Mosaico.

-Martín-Barbero, Jesús (2006). “Mediaciones comunicacionales y discursos culturales”, en De Toro, Alfonso (ed.). Cartografías y estrategias de la postmodernidad y la postcolonialidad en Latinoamérica: Hibridez. Globalización. Madrid, Iberoamericana, pp. 139-146..

-Mora, Vicente Luis (2006). Pangea. Internet, blogs y comunicación en un mundo nuevo. Sevilla, Renacimiento.

-Sánchez, Luis Rafael (1994). La guagua aérea. Río Piedras, Cultural.


1 En este primer epígrafe aprovecho ideas ya utilizadas en un artículo -todavía en prensa- de homenaje al profesor Alfonso de Toro que lleva por título: “Puerto Rico en la encrucijada postcolonial: un país entre dos mundos”

“Puerto Rico en la era cibernética: hibridación y reescritura”, Dra. María Caballero, Universidad de Sevilla. Conferencia leída en la Universidad de París (Sorbonne IV) el 15 junio 2009 en su primera versión. Nueva versión de la conferencia leída en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras el 10 noviembre 2009.


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