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Te traigo un cuento: Cuentos puertorriqueños de 1997

Daniel Rivera Peña
The Graduate School and University Center of the City of New York


En el otoño de 1997, el Taller de Cuento que ofrece el escritor Luis López Nieves en la Universidad del Sagrado Corazón, cumplió diez años. Durante estos años, este encuentro semanal ha servido de foro a muchos estudiantes y a personas de diversos campos que siempre han tenido inclinaciones literarias. En él han encontrado con quién compartir sus inquietudes y, además, ha impulsado a otros a estudiar literatura, como es mi caso. Estuve en el primer Taller, del que hicimos una modestísima antología.

Sin embargo, luego de diez años los estudiantes no podían conformarse con una que solamente circulara por las manos de amistades. ¡Qué mejor que celebrar el décimo aniversario con la publicación de un libro! La colección Aquí y ahora, de la Editorial de la Universidad de Puerto Rico, ha publicado Te traigo un cuento: cuentos puertorriqueños de 1997, una compilación hecha por Luis López Nieves.

El libro contiene los relatos de ocho escritores que “se unieron a fines de 1994 con la intención de publicar una antología” según nos dice el escritor en el Prólogo. “Nada une necesariamente a los textos entre sí”, prosigue, “…Algunos son principiantes, otros llevan varios años asistiendo a talleres y escribiendo asiduamente. Todos tienen talento”.  Seguiré el orden en que aparecen en el libro para comentar algunos de los textos.

Mario S. Belaval inicia la antología con “Bajo el mantel”, donde narra la cena de un matrimonio joven en un restaurante del Viejo San Juan; a ellos los había acompañado una amiga. Impacta lo bien manejada que está la descripción de los detalles superficiales que son importantes para los personajes, como decir en el párrafo inicial que “el maitre d’ los conoce por nombre”, lo que establece el tono del cuento. El abundante diálogo está salpicado de este tipo de minucias y recoge perfectamente la forma de hablar de la clase social a la que pertenecen los personajes, mezclando frases o palabras en inglés como veal, cardigan, marvellous, sweet o decir que Cristina, la amiga de la pareja, era “el life of the party”.

Es de Cristina que Maruchi y Pacopepe continúan hablando; así sabemos que Cristina es divorciada, que logró sacarle dinero al ex esposo y está “…sola en ese caserón de Garden Hills”. La narración muestra a Pacopepe y Maruchi en su pequeño mundo repleto de las nimiedades de las que vive la gente de la clase alta en Puerto Rico. Esto está muy bien trabajado a través del cuento. En varias ocasiones vemos lo que ocurre “sobre el mantel”, frase que se repite, para que al final nos enteremos de lo que sucedió bajo el mantel.

“La mujer buenhogar”, de María Bird Picó, posee un estilo ameno y sencillo además de un tono que agarra desde el principio. Evelina Casas ha logrado el éxito y ha alcanzado una posición envidiable social y profesionalmente. Pero todo lo ha hecho dejándose llevar por los usos sociales y para complacer a sus padres y amigos. Cuando se casa, lo hace porque cree que su marido la liberará del trabajo, pero se equivoca. Éste, de hecho, la cree loca cuando decide dejar su posición de gerente de mercadeo donde, entre otras cosas, había logrado colocar a la cerveza de su compañía como la primera en ventas pautando los anuncios en “telenovelas, películas románticas y programas de cocina, los únicos que ella veía”.

De este modo vemos cómo ella, usando sus propios gustos, subvierte el orden social que se le ha impuesto. Y, ésta es una característica sobresaliente en el personaje; utiliza su sensibilidad individual para romper los moldes que le quieren imponer y que ha aceptado por mucho tiempo. Al divorciarse logra la tan anhelada meta de trabajo que había acariciado desde hacía mucho tiempo. Dejándose llevar finalmente por lo que en realidad deseaba hacer consigue convertirse en “La mujer buenhogar”.

Carmín Figueroa nos ofrece, posiblemente, los mejores cuentos de la colección. Figueroa presenta tres cuentos, el segundo de los cuales, “La mujer que estaba triste”, es muy breve. Tiene solamente tres oraciones, pero de contundencia absoluta.

“Espero una llamada de Eduardo”, el primero de los tres, es excelente, no parece escrito por una estudiante de Taller de Cuento. Este cuento es tan bueno que es muy poco lo que se puede decir. En él vivimos con Cecilia, la protagonista, la angustia, que cada vez más la acerca a la locura, por la espera de una llamada. Todo, la trama y el lenguaje, está muy bien trabajado de principio a fin.

“Las salamandras rojas”, de William Llamas, recrea la rutina de una anciana que, ya cerca de la muerte, evoca al poeta que fue su compañero. El relato está guiado hacia la reflexión. El tono poético con el que el autor lo ha moldeado, además de la selección y uso del lenguaje, le sienta perfectamente.

Gisela Paoli en “El pájaro de luz” presenta a un niño de familia acomodada, que sufre un accidente y los padres hacen su mejor esfuerzo por darle un nivel de vida que compense el no poder caminar. Entre los entretenimientos que su padre le consiguió hay “programas audiovisuales para proyectar en la televisión, libros, discos, y juegos de mesa”. De estos, fue uno de los primeros el que llamó su atención. De la cinta “Los maravillosos secretos de la naturaleza” un pájaro lo cautivó. Su padre “lo describía como un pájaro inteligente que utilizaba su disposición natural para provecho y supervivencia,” pero para el niño el ave “poseía poderes ocultos que le permitían realizar cosas extraordinarias y adaptarse a cualquier circunstancia”. Con estas dos perspectivas, la del padre y la del niño, se plantea la identificación del niño con el pájaro. La imagen de fantasía de éste lo sobrecoge y se convierte en una obsesión.

El padre construye en la finca una especie de invernadero gigantesco en el que se convierte en realidad la fantasía de “El pájaro de luz”. Aquí el niño se vuelve uno con su pájaro y el resto de la historia se centra en ellos dos. En general el cuento está muy bien llevado, sin embargo, el final no queda a la altura de las expectativas que ha creado desde el principio.

La antología presenta dos cuentos de cada autor, con la excepción de Carmín Figueroa, que tiene tres. Son un total de ocho autores y diecisiete cuentos, de los que he comentado algunos a modo de muestra.

Te traigo un cuento sirve de aliciente a todos aquellos que llevan por dentro el veneno de la creación literaria. Esperemos que el Taller de Cuento de Luis López Nieves siga dando frutos y que una generación de nuevos escritores nos ofrezca su literatura.

FIN


“Te traigo un cuento: cuentos puertorriqueños de 1997”, Daniel Rivera Peña, Hybrido, Nueva York, Estados Unidos, Año II, Número 2, 1998, pp57.58. The Graduate School and University Center of the City of New York.


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