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Miró Celia una rosa que en el prado… de sor Juana Inés de la Cruz

Poema comentado por Paz Díez Taboada


Escoge antes el morir que exponerse a los ultrajes de la vejez

Miró Celia una rosa que en el prado
ostentaba feliz la pompa vana,
y con afeites de carmín y grana
bañaba alegre el rostro delicado;
y dijo: “Goza sin temor del hado
el curso breve de tu edad lozana,
pues no podrá la muerte de mañana
quitarte lo que hubieres hoy gozado.
Y aunque llega la muerte presurosa
y tu fragante vida se te aleja,
no sientas el morir tan bella y moza:
mira que la experiencia te aconseja
que es fortuna morirte siendo hermosa
y no ver el ultraje de ser vieja”.

Carpe diem es una locución latina para expresar un tópico literario, un tema recurrente en la literatura universal que cobró especial importancia en el Renacimiento y en el Barroco, pero que, desde las más antiguas manifestaciones literarias, -como en la Epopeya de Gilgamesh (siglo VII a.C.) o en La Biblia- llega  hasta numerosos poemas de nuestros días.

La expresión está tomada de una oda del poeta latino Quinto Horacio Flaco (65-8 a.C), cuyo final dice: Huye, mientras hablamos, envidiosa la edad: agarra el día, no te fíes apenas del dudoso mañana (“…Dum loquimur, fugerit invida / aetas: carpe diem, quam minimum credula postero”)- y es una incitación a gozar de la vida y la juventud ante la certidumbre de que pronto llegarán la vejez y la muerte.

Este tema horaciano tuvo una importante recreación en el poema De rosis nascentibus del poeta latino Décimo Magno Ausonio (310-h.393 d.C.), que finaliza: Coge las rosas, muchacha, mientras está fresca tu juventud, pero no olvides que así se desliza también tu vida (“Collige. virgo, rosas, dum flos novus, et nova pubes / et memor esto aevum sic properare tuum”) Desde entonces, el carpe diem, tópico literario que sería muy querido de toda la poesía renacentista y barroca europea, quedó ligado al tema de la brevedad de la rosa”; pues, si Horacio exhortaba a aprovechar el presente y, sobre todo, el tiempo feliz de la juventud, éste encontró su mejor metáfora en la efímera belleza de la rosa, de tan breve vida.

Este tópico se desarroló ampliamente en el Renacimiento y el Barroco europeos y para muchos estudiosos, uno de los más hermosos sonetos sobre el carpe diem es el del poeta renacentista francés Pierre de Ronsard (1524-1585), que produce una extraña sensación de modernidad por su palpitación cordial y por la inclusión en él, tan directa y personal, del propio poeta:

«Cuando seas muy vieja, a la luz de una vela / y al amor de la lumbre, devanando e hilando,/ cantarás estos versos y dirás deslumbrada: / Me los hizo Ronsard cuando yo era más bella.”// No habrá entonces sirvienta que al oír tus palabras,/aunque ya doblegada por el peso del sueño, / cuando suene mi nombre la cabeza no yerga / y bendiga mi nombre, inmortal  por la gloria. // Yo seré bajo tierra descarnado fantasma / y a la sombra de mirtos tendré ya mi reposo;/ para entonces serás una vieja encorvada, // añorando mi amor, tus desdenes llorando. / Vive ahora; no aguardes a que llegue el mañana:/ coge hoy mismo las rosas que te ofrece la vida.» (1578) (Trad. Carlos Pujol).]

En España casi todos los más importantes poetas renacentistas y barrocos presentan versiones del este tópico, -los dos hitos indiscutibles son el soneto XXIII de  Garcilaso de la Vega y el de Luis de  Góngora,  Mientras por competir con tu cabello– pero hay que señalar que un soneto del italiano Bernardo Tasso (1493-1569)  es, en gran parte, el origen de esas versiones. Por su importancia lo reproducimos en italiano, seguido de  la única conocida traducción libre española:

Mentre che l’aureo crin v’ondeggia intorno / a l’ampia fronte con leggiadro errore; / mentre che di vermiglio e bel colore / vi fa la primavera al volto adorno. // Mentre che v’apre il ciel puro il giorno, / cogliete, o giovinette, il vago fiore / de vostri più dolci anni; e con amore / state sovente in lieto e bel soggiorno. // Verrà poi’l verno, che di bianca neve / soul i poggi vestir, coprir la rosa / e le pioggie tornar aride e meste. // Cogliete, ah stolte, il fior, ah siate preste, / che fugaci son l’ore, è’l tempo lieve / e veloce a la fin corre ogni cosa.

[Mientras vuestro áureo pelo ondea en torno / de la amplia frente con gentil descuido; / mientras que de color bello, encarnado, / la primavera adorna vuestro rostro. // Mientras que el cielo os abre puro el día, / coged, oh jovencitas, la flor vaga / de vuestros dulces años y, amorosas, / tened siempre un alegre y buen semblante. // Vendrá el invierno, que, de blanca nieve, / suele vestir alturas, cubrir rosas / y a las lluvias tornar arduas y tristes. // Coged, tontas, la flor, ¡ay, estad prestas!: / fugaces son las horas, breve el tiempo / y a su fin corren rápidas las cosas (Trad. Paz Díez Taboada)].

Juana de Asbaje y Ramírez  hija de padre vasco y madre mexicana, fue una niña prodigio que aprendió a escribir y a leer a los tres años, a los ocho ya componía poemas y desde muy pequeña comenzó a leer autores clásicos, griegos y españoles. Admirada por su talento y precocidad, a los catorce fue dama de honor de Leonor Carreto, esposa del virrey, con 19 años ingresó primero en la Orden de las Carmelitas Descalzas  y poco después en la Orden de San Jerónimo menos rigurosa en su disciplina, y alli profesó y tomo el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz, nombre con el que ha pasado a la historia de la literatura. Parece ser que prefirió el convento al matrimonio para seguir desarrollandeo sus aficiones intelectuales, en palabras suyas: “Vivir sola…no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros”.

En  la amplia y bien amueblada celda de aquel convento muy abierto y secularizado esta extraordinaria y erudita mujer recibía a poetas e intelectuales, amigos y nobles, reunió una amplísima biblioteca, realizó experimentos científicos, compuso obras musicales, -antes de su ingreso en el Convento ya había escrito obras de teatro- ensayos de temática variada y  una extensa obra poética de variada métrica como liras, endechas, redondillas, décimas, romances y sonetos entre los que sobresale un grupo muy importante de tema amoroso.

Su obra literaria la sitúa en la cumbre del Barroco por el uso de retruécanos, la sustantivización de verbos y verbalización de sustantivos, la triada de adjetivos y todo tipo de libertades gramaticales, además de las abundantes referencias mitológicas y  las sutilezas del juego conceptual, erótico, lingüístico e imaginativo. Sin embargo,el mayor logro de la monja como autora fue su predilección por temas relativos al feminismo, a la liberación de la mujer y a la defensa de la población indígena, temas insólitos dada la estricta moral religiosa predominante en aquellos tiempos que hacía imposible que una mujer pudiera desarrollarlos. En definitiva, su concepción poética y su talante intelectual superan al Barroco y anuncian la Ilustración e incluso la acercan a la modernidad, y se la considera uno de los primeros talentos enciclopédicos de la cultura hispánica.

El tema del Carpe diem en el poema que comentamos es uno de los grandes hitos barrocos pero con un tratamiento muy original al romper la tradición del tema  y  transformarlo totalmente en tres aspectos. En primer lugar,  porque pone en boca de una mujer, Celia,  el imperativo  (“goza sin temor…”), al contrario de toda la tradición anterior en la que se da por supuesto que es, en su mayoría, -hay una excepción digna de referencia: en un hermoso poema de la poeta uruguaya Juana de Ibarborou (1892-1979), Tómame ahora que es temprano…, la voz que habla es la de una mujer- un personaje masculino o una tercera persona el protagonista. Una segunda novedad es que Celia apostrofa directamente a la rosa, aunque en ella esté simbolizada la propia autora y todas las jóvenes hermosas, al contrario de los poemas tradicionales en los que predomina el “collige virgo...”dirigido directamente a una joven. Y por fin, el enfoque más novedoso y original es que exhorta a todas las bellas muchachas a gozar en su mocedad, y así  afrontar el destino aciago que espera a todo ser vivo, porque, si el tiempo huye (Tempus fugit) y “llega la muerte presurosa”, más vale morir en la plenitud de la edad y la belleza que conocer el ultraje de la vejez, idea en la que parece latir el verso 45 de la Sátira XI del poeta romano Juvenal (finales del siglo I y comienzos del siglo II): “la vejez es peor que la muerte” (morte magis metuenda senectus), sin olvidar la conocida frase del comediógrafo griego Menandro (342 a.C.- 292 a.C.): “Muere joven el amado de los dioses”.

Esta última es pues la profunda novedad, el sello del poema que Sor Juana nos proporciona en el tema del carpe diem, lo que le da una característica propia y distintiva: la muerte no es una injuria; ser vieja sí lo es, es un ultraje, por eso es preferible gozar en plena juventud y morir antes de que venga la vejez.

Ningún otro poema anterior en lengua española había tratado de esta manera el tema del Carpe diem. “En lo que Sor Juana parece empeñada en sobrepujar toda medida prudente, es en la proclamación del componente epicúreo de la concepción del tópico. El “goza mientras seas bella” va mucho más allá en esta fina y valerosa poetisa: la muerte, si llega en la plenitud de la belleza, no importa; el goce de tanta hermosura es tan remunerador en sí mismo, que hasta las tinieblas de la vejez pasan a segundo término”.(García Berrio)

Hay todavía más de aportación innovadora en el  poema que comentamos, como anota  Leonardo Sancho Dobles en su interesante artículo:

Una flor al tiempo dedicada: la voz de Celia en la poética de Sor Juana Inés de la Cruz”

(http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2145-89872015000200006)

“En este soneto Sor Juana Inés de la Cruz echa mano de un recurso estilístico que resulta ser más frecuente en la narración. Se trata del diálogo directo: “Y dijo:”, e inmediatamente la voz lírica le cede el espacio de la palabra y de la enunciación a Celia, pues lo que se plantea en el segundo cuarteto y los dos tercetos es la alocución de esta otra voz en el poema, que le sugiere y aconseja a la rosa que disfrute de la belleza, aunque sea fugaz. Con el empleo del diálogo directo se puede percibir que, además de la voz poética, hay otra voz a la que se le concede la palabra y con lo cual se produce, también, un punto de giro en la enunciación poética. De acuerdo con la voz lírica inicial, Celia en el poema mira y luego se manifiesta; a partir de la contemplación surge la reflexión y, posteriormente, la necesidad de transmitir ese pensamiento mediante la frase “Y dijo:“, al apropiarse del lugar de la enunciación poética. Lo interesante de este recurso perteneciente a otro género literario, narrativo pero también dramático, es que se incorpora por una única vez en la poesía lírica de Sor Juana Inés de la Cruz el diálogo, que es también teatral y en ese casi insignificante aviso enunciativo, el tópico collige, virgo, rosas, sufre su alteración más definitiva. La virgen que Ausonio desprendió del horaciano carpe diem finalmente toma la palabra, revirtiendo una tradición de siglos”.

Con esta larga cita termino el comentario de un soneto que centrado en el viejo y manido tópico literario del Carpe diem aporta una serie de innovaciones que lo hacen distinto y sumamente original, y por esta razón tiene un puesto destacado entre los textos literarios  que mejor han tratado este tema universal.

FIN


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