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 Mire usted, Asunción: aunque algún ángel 
Metiéndose envidioso, 
Conciba allá en el cielo el mal capricho 
De venir por la noche a hacerle el oso 
Y en un acto glorioso 
Llevársela de aquí, como le ha dicho 
No sé qué nigromante misterioso, 
No vaya usted, por Dios, a hacerle caso, 
Ni a dar con el tal ángel un mal paso; 
Estese usted dormida, 
Debajo de las sábanas metida, 
Y deje usted que la hable 
Y que la vuelva a hablar y que se endiable, 
Que entonces con un dedo 
Puesto sobre otro en cruz, ¡afuera miedo! 
No vaya usted a rendirse 
Ante el ruego o las lágrimas y a irse… 
Que donde usted nos deje 
Por seguir en el vuelo a su Tenorio, 
Después irá a llorar al purgatorio 
Sin tener quien la mime, aunque se queje… 
Conque mucho cuidado 
Si siente usted un ángel a su lado, 
Que yo, como su amigo, 
Con tal que usted, Asunción, me lo permita, 
Le aconsejo y le digo 
Que después de Rosario y Margarita 
No admita usted más ángeles consigo. 
Estese usted con ellas 
Compartiendo delicias e ilusiones 
Todas las horas tienen que ser bellas; 
Viva usted muchos años 
(Como un humilde criado le diría) 
Y mañana que sola o entre extraños 
Se encuentre por desgracia en este día, 
Si busca usted una alma que la ame, 
Llame usted a mi pecho, y conque llame, 
Si no estoy muerto encontrará la mía. 
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