Es el poeta en su misión de hierro, Sobre el sucio pantano de la vida, Blanca flor que, del tallo desprendida, Arrastra por el suelo el huracán Un ángel que pecó en el firmamento, Y el Señor en su cólera le envía Para arrostrar sobre la tierra impía Largas horas de lágrimas y afán.
Por eso su memoria tiene un cielo, Y una sublime inspiración su alma; Por eso el corazón, de triste duelo Vestido está también. Que por único alivio en su tormento Sólo le queda una canción inútil, Y una corona que la arranca el viento De la abrasada sien.
Tú lo sabes mejor, que lo has llorado, Poeta del dolor, bardo sombrío; Tú que a remotos climas has llevado Tu noble y melancólico cantar, Como los pliegues de la parda niebla Errante cruza un ave misteriosa, Y de armonía con sus cantos puebla La corrompida atmósfera, al pasar.
Que tú a la vida naciste Como pacífico arrullo De aislada tórtola triste; Como fuente abandonada Que levanta su murmullo Sobre la peña olvidada. Como el ósculo inocente Con que el maternal cariño
Selló la tranquila frente De su hijo más pequeño; Como el suspiro de un niño Al despertar de su sueño.
Cumple, sí, tu misión sobre la tierra, Camina en paz, errante peregrino, Hasta leer el porvenir que encierra El libro del destino Escrito para ti; Hasta que expiren los revueltos días Que señaló en su mente Jehová, Y en tu destierro tu delito expías, ¡Ay! porque escrito está Que has de salir de aquí.
De aquí, del hediondo suelo Donde te mandó el Señor Detener tu raudo vuelo, Para cantar tu dolor Sin que se oyera en el cielo. Y bien posó tu amargura Al traerte a esta mansión, Dando al hombre en su locura Una soñada ventura Que no está en tu corazón. Que él no comprende el tormento Que tu espíritu combate, Ese amargo sentimiento Que tu noble orgullo abate, Nacido en tu pensamiento. -« Hay una flor que embalsama »El ambiente de la vida, »Y su fragancia perdida »Tan sólo no se derrama »En tu alma dolorida.»- Es un privilegio impío Mirar el placer ajeno En su loco desvarío, Y en el corazón vacío Sentir acerbo veneno. Y con ojo avaro, ardiente, Ver tanta mujer hermosa, Con esa tez transparente, Con esa tinta de rosa Sobre la tranquila frente. Ver tanto feliz galán, Tanta enamorada bella, Que en plática amante van Sin curarse él de tu afán, Sin adivinarle ella ¡Y el poeta en su misión Apurando su tormento! Sin alivio el corazón, ¡Sin más que una maldición Escrita en el pensamiento! De su sentencia mortal Con un día y otro día Llenando el cupo fatal,, Cual lámpara funeral Iluminando una orgía.
|