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Era yo niña: entre el rumor primero |
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Que al pecho llega en plácida armonía |
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Cuando de la inocencia prisionero |
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Vislumbra ya de la razón el día, |
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Tú llegaste hasta mí; dulce y severo |
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Lograste conmover el alma mía, |
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Y te busqué, y tu nombre aún ignoraba |
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Y ya el labio tus versos murmuraba. |
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Y ellos mi entendimiento iluminaron, |
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Santas delicias a mi infancia dieron, |
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Y poco a poco levantar lograron |
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Mis sentidos, que al fin te comprendieron: |
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Mis labios que a cantar tu gloria osaron, |
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Entonces para siempre enmudecieron. |
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¡Hoy, que de tu valor mide la talla, |
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Admira la razón, la lengua calla! |
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Grande tu misión fue: la patria mía |
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Con santo orgullo y con amor te nombra, |
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Y el estro de la hispana poesía |
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Se alza gigante con tu augusta sombra. |
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Sirviéronle a tu rica fantasía |
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Del arte los obstáculos de alfombra, |
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Y el arte por primero te proclama, |
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Y es pedestal el Mundo de tu fama. |
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Con tu Secreto agravio y tu Venganza |
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El alma llenas de mortal pavura, |
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De tu Médico admira la templanza, |
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De tu Duende mujer la donosura, |
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No halla en la primavera semejanza |
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Con tus Mañanas de sin par dulzura, |
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Y se crece el espíritu, y no es dueño |
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Aun así, de alcanzar tu Vida es sueño! |
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Nadie hasta ti llegó: Lope fecundo |
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Camino te abre con su rica vena; |
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Tirso, ya picaresco, ya profundo |
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Su musa ostenta de donaire llena |
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Otros cien tras de aquestos dan al mundo |
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Joyas que ensalzan la española escena; |
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Mas sólo tú hermanaste sutileza, |
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Heroísmo, pasión, arte, grandeza! |
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No debes a la patria agradecida |
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Un humilde recuerdo a tu memoria; |
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Una losa entre ruinas confundida |
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Hoy nos habla tan sólo de tu gloria. |
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Olvidote tu patria a quien das vida, |
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Cuál página más rica de su historia, |
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Mas monumento firme y duradero |
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La admiración te da del mundo entero. |
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No necesitas que unas pobres flores |
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Agrupándose al pie de tosca piedra, |
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Rindan a tu valer pobres loores, |
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Cual débil luz a quien la fuerte arredra. |
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Tú las creaste dignas y mejores, |
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Que a ti se enlazan cual al tronco yedra, |
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Y éstas, que vida del sabor reciben, |
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De unos en otros van, y eternas viven. |
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Quédate, así; y pues sólo en la memoria |
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De los que viven, sienten y te admiran |
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Debes vivir, justo es si hacia tu gloria |
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Mi mente el alma en su entusiasmo giran: |
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Tú los llamaste, tuya es la victoria |
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Si hoy sienten, piensan y a lo bello aspiran, |
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Que otra senda jamás seguir pudiera |
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Quien te ha debido su impresión primera. |