Roto el respeto, la obediencia rota, de Dios y de la ley perdido el freno, vas marchando entre lágrimas y cieno, y aire de tempestad tu rostro azota. Ni causa oculta, ni razón ignota busques al mal que te devora el seno; tu iniquidad, como sutil veneno, las fuerzas de tus músculos agota. No esperes en revuelta sacudida alcanzar el remedio por tu mano ¡oh sociedad rebelde y corrompida! Perseguirás la libertad en vano, que cuando un pueblo la virtud olvida, lleva en sus propios vicios su tirano.