Esa es su sombra…..; el alma, avergonzada Para más no volver, huyóse al cielo: Solitaria, sombría, abandonada, Esa fantasma se encontró en el suelo.
Si es pedestal o túmulo, se ignora; Mas sin duda temieron que, indignado, De la piedra en que está salte a deshora, Según se ve de hierros circundado. No bajará, que es noble y caballero, Y lidió por su patria el buen poeta; Acaso no encontrara un compañero Al pie del pedestal que le sujeta. Tal vez no hallara un digno castellano Libre y valiente a quien llamar amigo, A quien tender la cercenada mano, A quien llevar en pos al enemigo. Por eso eleva la tostada frente Al firmamento azal noble y tranquila, Y no mira por eso transparente Apagada a la luz la ancha pupila. CERVANTES le llamaron otros días, Yerta figura con ajeno nombre, Como su original arrastra impías -Horas de duelo en la mansión del hombro. Ayer cruzaba libre e ignorado La turba ociosa y soldadesca inquieta Dentro de su armadura de soldado, O envuelto en sus harapos de poeta. Hoy en la inmoble colosal figura Derramada la lluvia se destrenza, Y está sombrío en pie sobre la altura, Como sacan un reo a la vergüenza. El pueblo ve a sus pies, negro milano Que a la boca asomó de un hormiguero, Y quiere el ojo comprender en vano Cómo allí se cobija un pueblo entero. Y siente la carroza del magnate Rodar, y se estremece a su carrera, Y soldados que marchan al combate Que equipados de farsa los creyera. Y abajo, entre los árboles perdidos, Como sueños pasar contempla inquietas Las sombras de políticos caídos, Las parodias de sabios y poetas. Y una lágrima acaso en su mejilla Alumbra el sol bajando al Occidente, Al contemplar su revocada villa Sin porvenir, alegre o indolente. Hubo un CERVANTES cuando aquél vivía, Cuando en vez de esos hierros era un hombre; Llamáronle poeta, y poseía Una espada y un libro con su nombre. Su espíritu brotó con la tormenta Y le escondió en su seno el torbellino, El sepulcro su mano abrió violenta, Y hoy resuena su cántico divino. ¿Por qué no le dejaron con su sueño En el sepulcro donde en paz dormía? ¿A qué traerle con tenaz empeño A sufrir otra vez la luz del día? ¿A qué su sombra de la tumba-alzaron Estúpidos los hombres o altaneros? Para ahuyentar los siglos que pasaron, Y escarnecer los siglos venideros. Hombre de hierro que velas El sueño del mundo impío, Que ves con gesto sombrío Crímenes que no revelas; Cuya negra frente calva Sufre en paz el sol que arde, La roja luz de la tarde, La amarilla luz del alba; ¿Qué piensas del mundo, di? Tú que le dejaste ya, Cuya voz no se alzará, Cuya sombra quedó aquí. ¿Qué piensas de ese magnate Que ha perdido el sol de un día Embriagado en una orgía Mientras su nación combate? ¿Qué piensas tú de esos reyes Que arrastra un frenado bruto Entre vírgenes de luto Huérfanas hoy por sus leyes? ¿Qué piensas, genio inmortal, De ese pueblo soberano Que abre paso a su tirano Sin levantar un puñal? Dime, coloso de hierro, A quien condena la suerte A sufrir desde la muerte En tu patria tu destierro, ¿No es cierto que allá en su afán Espera tu desconsuelo Que te arrastre por el suelo Un revoltoso huracán?
II Tu nombre tiene el pedestal escrito ¡En extranjero idioma por fortuna! Tal vez será tu nombre un sambenito Que vierta infamia en tu española cuna. ¡Hora te trajo a luz desventurada! ¿Español eres?… Lo tendrán a mengua, Cuando a tu espalda yace arrinconada Tu cifra en signos de tu propia lengua. ¡Serás acaso un busto aparecido Entre las ruinas de la antigua Roma, Recuerdo que los tiempos han roído, Que algún rico libró de la carcoma! Maldita es tu misión sobre la tierra; Los que mueren, sus males acabaron, Todos sus restos su sepulcro encierra….. Los tuyos del sepulcro los robaron.
Helo allí que se levanta Como fantasma furioso, Que magulla con su planta Los que a su morada santa Van a turbar su reposo. Porque su nombre y su gloria Sólo al tiempo las vendió, Para dejar su memoria Grabada en oro en la historia, Que escrita en el fango, no. Que por eso en su amargura Abortó un libro coloso, Que a su renombre asegura En las edades reposo. Cuando los siglos le lean Hará que los siglos vean En su cubierta roída, En caracteres gigantes Dos genios con una vida, Un Quijote y un Cervantes. Y si entre la espesa bruma De esta edad que bulle inquieta, De hediondo mar alba espuma, El genio de otro poeta Despliega su blanca pluma; Si algún bardo colosal Levanta entro la tormenta Su cántico celestial, De una centuria sangrienta Salmodiando el funeral; Cuando el tiempo, hombre sombrío, El orbe rompa a pedazos, Que sostenido en tus brazos Huya su cuchillo impío; Y en el día de furor, Cuando al eco atronador De la funeral trompeta Se junte el mando en un valle, Mándale al mundo qué calle, Y dile que era un POETA.
|