A la infiel más infiel de las hermosas
un hombre la quería, y yo la amaba;
y ella a un tiempo a los dos nos encantaba
con la miel de sus frases engañosas.
Mientras él, con sus flores venenosas,
queriéndola, su aliento emponzoñaba,
yo de ella ante los pies, que idolatraba,
acabadas de abrir echaba rosas.
De su favor ya en vano el aire arrecia;
mintió a los dos, y sufrirá el castigo
que uno la da por vil, y otro por necia.
No hallará paz con él, ni bien conmigo:
él, que solo la quiso, la desprecia;
yo, que tanto la amaba, la maldigo.