Si ociosa no asistió naturaleza, admirada, a la tuya, ¡oh gran Señora!, concepción limpia, donde ciega ignora lo que muda admiró de tu pureza.
Díganlo, ¡oh Virgen!, la mayor belleza del día cuya luz tu manto dora, la que calza nocturna brilladora, los que ciñen carbunclos tu cabeza.
Pura la Iglesia ya, pura te llama la escuela, y todo pío afecto sabio cultas en tu favor da plumas bellas.
¿Qué mucho, pues, si aun hoy sellado el labio, si la naturaleza aun hoy te aclama Virgen pura, si el Sol, Luna y estrellas…?
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