Túrbase el sol, su luz se eclipsa cuanta medroso esparce hasta el segundo oriente. El viento con suspiros se levanta; présaga España su desdicha siente: y en tanta confusión, en pena tanta Filipo al fatal golpe está obediente: ¡Oh justo llanto, oh justo sentimiento! Tema España, el sol llore, gima el viento.
Mas cese el sentimiento, cese el llanto, y en vez, España, de funesto luto, fiestas publica, que te ensalce cuanto te oprimió de los ojos el tributo; pues ya Madrid piadosa a Isidro santo vuelve a sus campos a coger el fruto que sembró de piedad y desengaños al fin dichoso de quinientos años.
Ya más gloriosa con humilde celo vuelve, piadosa al Labrador divino, a ver el prado, el río, fuente y suelo, donde a la tierra y cielo abrió camino, porque de nuevo en ella olbligue al cielo, en tanto que su Rey sujeto es dino a su piedad, volviendo a su porfía Sol a España, al sol luz, a la luz día.
Dichosa, insigne villa, y más dichosa cuanto por más piadosa te señalas, vuele tu fama al viento licenciosa; sirviendo a tu piedad de amor las alas, vive, ¡oh! más que la muerte poderosa, pues no sólo el arado al cetro igualas, pero aun exceden por divinas leyes tus pobres labradores a tus reyes.
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