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De Menalca, pastor, la ninfa Flora lloraba el duro caso extraño y fuerte, y del hermoso rostro, ¡ay, dura suerte! las rosas escurece y descolora.
Ya se hace llorar, ya vuelve y llora y en gruesas perlas su llorar convierte; ya queda muerta y fría, y si la muerte la deja respirar, dice algún hora:
«Parca si de mi bien te enamoraste, cortarás de mi vida el hilo incierto; gozarás del poder, yo del engaño.
Mas, ¡ay!, qué digo yo que no acertaste: que por matarle a él, a mí me has muerto; el golpe has hecho en él, yo siento el daño».
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