Labra pacientemente tus tierras, aunque insana
plaga te las malogre; que hoy los dolores son
arados que abren surcos, donde tendrán mañana
las siembras del ensueño cosechas de razón.
¿Ensueño? Si, es de noche: soñar es tu destino.
Sonámbulo del verso, no mires hacia atrás.
Desde hoy, cállate; y mudo, prosigue tu camino,
aunque te digan: —Joven poeta ¿a dónde vas?
Tú no vas hacia el triunfo de una farsa irrisoria;
tú no vas por la patria que tan ingrata es;
tú no vas tras el crimen disfrazado de gloria,
como el joven soldado del poeta francés.
Tú vas hacia la cumbre de la justicia humana;
tú vas por el desquite de los que acosa el mal;
tú vas tras la victoria que ha de imponer mañana
sobre las patrias viejas la Patria Universal.
Si creen, que lo crean, si niegan, que lo nieguen.
Contra sus propias fuerzas, arrástralos al bien;
y cuando ya las horas de la protesta lleguen,
predica tu Evangelio sin reparar a quién…
Ya que atrevido partes a conquistar la cumbre:
no vuelvas nunca el rostro, no mires hacia atrás,
si quiere, que te siga la imbécil muchedumbre;
¡pero que no pretenda saber a dónde vas!
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