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 Adiós, Bandera Roja nuestra. 
Descendiste del techo del Kremlin 
no tan orgullosa 
ni tan diestramente 
como hace muchos años te izaste 
sobre el destrozado Reichstag, 
humeante como la última bocanada de Hitler. 
Adiós, Bandera Roja nuestra. 
Fuiste nuestro hermano y nuestro enemigo. 
Fuiste el camarada del soldado en las trincheras, 
fuiste la esperanza de la Europa cautiva. 
Pero, como una cortina roja, tras de ti ocultabas al gulag 
repleto de cadáveres helados. 
¿Por qué lo hiciste, 
Bandera Roja nuestra? 
Adiós, Bandera Roja nuestra. 
Acuéstate. 
Reposa. 
Recordaremos a todas las víctimas 
engañadas por tu dulce susurro rojo 
que sedujo a millones a seguirte como corderos 
camino al matadero. 
Pero te recordaremos 
porque no fuiste tú menos engañada. 
Adiós, Bandera Roja nuestra. 
¿Acaso fuiste sólo un trapo romántico? 
Estás ensangrentada 
y con nuestra sangre te arrancamos 
de nuestras almas. 
Por eso no podemos arrancarnos 
las lágrimas de los enrojecidos ojos, 
porque tú ferozmente 
golpeaste nuestras pupilas 
con tus pesadas borlas doradas. 
Adiós, Bandera Roja nuestra. 
Obtusamente dimos 
nuestro primer paso a la libertad 
sobre tu seda herida 
y sobre nosotros mismos 
divididos por el odio y la envidia. 
¡Eh, muchedumbre, 
no pisoteen de nuevo en el fango 
los ya quebrados lentes del doctor Zhivago! 
Adiós, Bandera Roja nuestra. 
Abre con fuerza el puño 
que te aprisionó. 
Trata de ondear algo rojo sobre la guerra civil 
cuando los canallas intenten arrebatar 
de nuevo tu pabellón, 
o sólo los desahuciados 
formen fila en busca de esperanza. 
Adiós, Bandera Roja nuestra. 
Te despliegas hacia nuestros sueños. 
Ya no eres más 
que una escuálida franja roja 
en nuestra bandera rusa tricolor 
En las inocentes manos de la blancura 
en las inocentes manos del azul, 
quizás aun tu color rojo 
pueda ser lavado de la sangre que has vertido. 
Adiós, Bandera Roja nuestra. 
Cuidado nuestra nueva tricolor. 
Cuidado con los tahúres de banderas 
que quieren estrujarte entre sus dedos grasientos. 
Pudiera ser que a ti también te 
deparen igual sentencia 
que a tu hermana roja: 
ser asesinada por nuestras propias balas 
que devoran tu seda como polillas de plomo? 
Adiós, Bandera Roja nuestra. 
En nuestra ingenua infancia 
mas al Ejército Rojo y al Ejército Blanco 
Nacimos en un país que ya no existe. 
Pero en aquella Atlántida estuvimos vivos y fuimos amados. 
Tú, Bandera Roja nuestra, yaces en el charco de un mercado. 
Prostituidos mercaderes te venden por divisas 
Dólares, francos, yenes. 
Yo no tomé el Palacio de Invierno del zar. 
Ni asalté el Reichstag de Hitler. 
Ni soy lo que llamarías un comunista. 
Pero te acaricio, Bandera Roja, y lloro. 
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